El destino de los "validos" no ha cambiado
El pasado d¨ªa 12 de agosto, cuando buena parte del pa¨ªs estaba de vacaciones, public¨® en Diario 16 un art¨ªculo hist¨®ricamente excepcional Luis Solana, diputado socialista por Segovia. Su t¨ªtulo era ?Adi¨®s, se?or Abril; adi¨®s?. El inter¨¦s del art¨ªculo estaba en la explicaci¨®n del ?suceso Abril ? en la pol¨ªtica espa?ola de la transici¨®n. Merece que se recuerde este p¨¢rrafo escalofriante, aunque despu¨¦s explique yo alg¨²n disentimiento o precisi¨®n: ?En Espa?a ha habido una aut¨¦ntica corrida de escalafones: don Adolfo Su¨¢rez se sabe incapaz de ejercer como primer ministro y decide ascender a jefe de Estado n¨²mero dos, nombrando un hombre que ejerza sus funciones no cubiertas: don Fernando Abril. Este personaje se sabe incapaz de ejercer como primer ministro, pero para evitar que su amigo se?or Su¨¢rez quede en rid¨ªculo, asume el papel. La tragedia est¨¢ en marcha y s¨®lo falta el ¨²ltimo acto: como el se?or Su¨¢rez ha fracasado en su papel (nunca ejecutado) de primer ministro, tiene que dimitir a quien realmente ha fracasado como primer ministro, al se?or Abril Martorell. Abril va a morir pol¨ªticamente no por haber fracasado como vicepresidente, sino por haberlo hecho como presidente y en lugar del presidente?. Esta es una referencia pr¨®xima, pero no exacta, de la personalidad de Adolfo Su¨¢rez. El presidente del Gobierno, en su intimidad m¨¢s pol¨ªticamente lujuriosa, se siente capaz de presidir el Gobierno, de coronarse si fuera necesario, de presidir la tercera Rep¨²blica y de dirigir Europa. Su ambici¨®n pol¨ªtica ha sido siempre excitante, y su condici¨®n de ascensi¨®n y de movilizaci¨®n de gentes a su alrededor, no tiene parecido en la historia pol¨ªtica espa?ola. Aqu¨ª se han producido pol¨ªticos supervivientes de varios reg¨ªmenes o situaciones distintas, principalmente desde la ?revoluci¨®n gloriosa? de 1868 en adelante. El cambio de casaca ha sido valiente y numeroso. Lo dif¨ªcil es seducir en un per¨ªodo no superior a diez a?os a los generales Alonso Vega, Carrero Blanco y el general¨ªsimo Franco, y despu¨¦s meterse en el bolsillo al Rey, que trajo la democracia liberal y parlamentaria. Yo le conozco muy bien, acaso privilegiadamente, y a m¨ª estas condiciones personales me deslumbran. Hace mucho tiempo que se viene identificando el t¨¦rmino ?pol¨ªtico? por el de ?h¨¢bil?. Adolfo Su¨¢rez es la manifestaci¨®n m¨¢s gloriosa de esa identidad de t¨¦rminos. Estoy seguro que no se le ha ocurrido pensar, en ning¨²n momento, que no estaba capacitado para presidir el Gobierno, sino todo lo contrario. La funci¨®n todav¨ªa le viene corta. Ocurr¨ªa que no pod¨ªa ser el Rey, y entonces escogi¨® un escal¨®n inmediatamente inferior. Lo dije en un art¨ªculo publicado en mayo del a?o pasado. Adolfo Su¨¢rez se sent¨ªa jefe de Estado bis, en virtud de que al jefe de Estado, que era el Rey, la Constituci¨®n lo hab¨ªa convertido en un s¨ªmbolo, con un mero reconocimiento te¨®rico de moderaci¨®n y de arbitraje. Su esquema, trasladado a la democracia -y con todas las variantes que ello trae consigo-, ha sido siempre que el Rey era tan decisivo como eficaz, y ¨¦l ten¨ªa un territorio tan amplio y decisorio como el almirante Carrero.Despu¨¦s aparece otra caracter¨ªstica personal de Adolfo Su¨¢rez, y que es la desconfianza o el recelo a los pol¨ªticos como evidentes aspirantes de poder. Esta escuela era,tambi¨¦n t¨ªpicamente franquista. Un correligionario pol¨ªtico ?es siempre un personaje que puede sucederte?, y si tiene algunas condiciones de esas que facilitan el acceso al poder como manifestaciones internas o interpretaciones de modestia, de agrado, de lealtad, de competencia y de obediencia, a ese entonces hay que alejarlo y no aproximarlo. Entonces hay que buscar a aquel de quien menos se recele, o por amistad u otros merecimientos, y que al tiempo pueda tener alguna competencia de cosas, ambici¨®n de ascenso y disposici¨®n de arriesgarse por quien le nombra. Un presidente de Gobierno, en la mentalidad de Adolfo Su¨¢rez, y no le falta raz¨®n, no debe ser especialista de todas las cosas, sino tener cierto buen sentido y alguna buena disposici¨®n para localizar a todos los genios y expertos que abundan copiosamente en la Administraci¨®n p¨²blica. La visi¨®n de la pol¨ªtica, por parte de Adolfo Su¨¢rez, es la cl¨¢sica. Un Gobierno es una respuesta pol¨ªtica, en su composici¨®n, a una situaci¨®n determinada, y los tecn¨®cratas est¨¢n debajo, y hay que sacarlos y aprovecharlos. Este asunto lo volvi¨® del rev¨¦s el estamento de pol¨ªticos del Opus De?, a partir de 1957; empezaron a convertir en pol¨ªticos a los tecn¨®cratas. Efectivamente, esto es lo que hicieron los rusos desde 1926 en adelante, y as¨ª pudieron realizar una programaci¨®n general que empez¨® en la econom¨ªa y ha terminado en todo lo dem¨¢s. Adolfo Su¨¢rez regres¨® a los viejos cauces de la pol¨ªtica y emppz¨® a utilizar tecn¨®cratas a su servicio.
La tercera condici¨®n de Adolfo Su¨¢rez es que entiende la pol¨ªtica como una profesi¨®n o dedicaci¨®n permanente o vitalicia. No es otra cosa que ?pol¨ªtico?, y, entonces, har¨¢ todo lo que pueda por mantener este oficio hasta el final. La condici¨®n principal para la conservaci¨®n de su alcanzada posici¨®n de privilegio es evitar el desgaste; la din¨¢mica de un pa¨ªs desgasta vertiginosamente a los gobernantes. Ahora, mucho m¨¢s, cuando el Estado aparece m¨¢s implicado en la realidad social que antes. El propio Adolfo Su¨¢rez lleva ya constituidos cinco Gobiernos en cuatro a?os. Entonces, todo eso de poner a un hombre inmediatamente delante de ¨¦l, como Fernando Abril, y refugiarse en el palacio de la Moncloa sin comunicaci¨®n con el pa¨ªs, con la Prensa y con el Parlamento, no es otra cosa que una sabia t¨¦cnica pol¨ªtica para que se desgasten sus ministros, a los que ya ha dado la satisfacci¨®n de nombrarlos aunque el goce sea ef¨ªmero. Ah¨ª lo tienen ustedes: al inventario de sus cuatro a?os de poder, ¨²nicamente puede.abonarse una liquidaci¨®n de exilios y marginaciones sin convulsi¨®n, y una Constituci¨®n con ciertos fallos graves, pero evidente como norma jur¨ªdica en la intenci¨®n de hacer una democracia con todos. Hay que reconocer, en este cap¨ªtulo positivo, la gran colaboraci¨®n de la izquierda, puesto que la comparecencia de los comunistas y de los socialistas no..h.a sido revolucionaria por pr opia estimaci¨®n de lo que era la Espa?a de esta d¨¦cada. Pero salvo esto, que puede adjudicarse al p¨®rtico de la transici¨®n, todo aquello que constituyen los intereses de los espa?oles en sus ,cuotas de beneficio y deseguridad, ha sido un desastre. Pero Adolfo Su¨¢rez ten¨ªa su v¨ªctima preparada para ech¨¢rsela a los lobos, como en aquel relato de Ganivet. Esta v¨ªctima era Fernando Abril, a quien se adjudica p¨²blicamente la culpa de los fracasos. Con este m¨¦todo de gobernar, el pr¨®ximo ser¨¢ Leopoldo Calvo Sotelo. A todos los ministros cesantes se les ha hecho un cargo con contratiempos y a nadie se le haocurrido mencionar al Gobierno, que,es la entidad colectiva y responsable que asume los ¨¦xitos o las contrariedades. Y el m¨¢ximo responsable del Gobierno -naturalmente- es su presidente.
Fernando Abril el un pol¨ªtico r¨²stico, y no porque sea ingeniero agr¨®nomo, sino porque es de suyo provinciano y m¨ªnimo. Defendi¨® la teor¨ªa del pesebre cuando fue director general en el antiguo r¨¦gimen, y sus est¨ªmulos de poder, y de interpretaci¨®n de las cautelas del presidente, le hicieron rebasar el territorio espec¨ªfico de la econom¨ªa y ser un verdadero vicepresidente de asuntos universales. Era tambi¨¦n el vicepresidente pol¨ªtico que arreglaba todo, desde las diferencias para rematar la Constituci¨®n, del brazo de Alfonso Guerra, hasta el ejercicio de la ignominia del pesebre a pol¨ªticos y periodistas. Uno de los m¨¢s expresivos casos de impudicia pol¨ªtica es hacer subsecretario de la Vicepresidencia de Asuntos Econ¨®micos a un revistero pol¨ªtico de segunda clase, que era Federico Ysart, que de econom¨ªa sab¨ªa lo que yo sobre cristalograf¨ªa, que no s¨¦ nada. Se convirti¨® Abril, no solamente por lealtad al presidente, en un valido de Adolfo Su¨¢rez, porque el triste destino de los validos es que no se invocan a s¨ª mismos los precedentes de estos Gobiernos ef¨ªmeros, y todos acaban o en el pat¨ªbulo o en el ostracismo. El valido no es una instituci¨®n ni duradera ni acreditada. En ¨²ltima instancia, un hombre a quien se conf¨ªa un poder tan descomunal, como el que ten¨ªa Fernando Abril Martorell, ten¨ªa que tener la obligaci¨®n de acertar para sobrevivir. As¨ª es que tampoco ser¨ªa justo culpar a Su¨¢rez de su defenestrac¨ª¨®n. Lo ha cesado porque el sentimiento general del pa¨ªs era el del fracaso del valido. Su apoteosis gloriosa de incapacidad se manifest¨® en el Parlamento, cuando la moci¨®n de censura. Y cuando un presidente se propone seguir adelante sobre su adversidad y sobre una indudable, y hasta patol¨®gica, vocaci¨®n pol¨ªtica, lo natural es que se, libre de todos aquellos que han personalizado un rev¨¦s o un fracaso. No siempre se hace esto con justicia, pero en el caso de Fernando Abril est¨¢ fuera de toda duda. La soluci¨®n que acaba de dar Adolfo Su¨¢rez a su propia crisis es valerosa y hasta heroica. Podr¨ªa tener ya dentro al sucesor. Ha puestoa su alrededor a una buena parte de gentes a las que teme. La conspiraci¨®n ya no la tiene fuera, sino dentro. Los barones no lo son por una consideraci¨®n de sus excelsitudes pol¨ªticas, o tradicionales, o t¨¦cnicas, sino por sus altas dosis en la capacidad para la ambici¨®n e incluso para la intriga. de alto nivel. A partir de ahora Adolfo Su¨¢rez ya no pastorea gacelas, sino cocodrilos, y a estos animalitos no les atribuyo ninguna consideraci¨®n despectiva, sino encomi¨¢stica. Es un reencuentro con todo aquello que ha querido tener alejado. Es algo as¨ª como un ?Gobierno de salvaci¨®n? de UCD, porque los gervasios y los turcos son pol¨ªticos para una,democracia estable y para r¨ªos no caudalosos de problemas. Los liberales y los democristianos en su plenitud acampan fuera, y los versos admirables de Aritonio Garrigues a su hermano Joaqu¨ªn pueden parangonarse a aquellos de N¨²?ez de Arce en los comienzos de la Primera Rep¨²blica. Acaba de cerrarse el per¨ªodo fundacional de la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico y el porvenir ya es solamente de lo imprevisible. Lo m¨¢s importante de todo es que alguna vez, independientemente de sus ambiciones leg¨ªtimas, alguien le quite de: la cabeza a Su¨¢rez su anagaza de aparentar ser valido del Rey. El Monarca no puede aceptar validos. Ni la Monarqu¨ªa es absoluta, sino constitucional, ni el destino de los validos ha cambiado.
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