La Junta salvadore?a, aislada de la clase pol¨ªtica
En junio, la Uni¨®n Dem¨®crata Cristiana Europea declar¨®, en su congreso de Lisboa, ?el m¨¢s amplio apoyo? a Duarte y a la Junta. El COPEI venezolano -cuyo financiamiento de los grupos democristianos es un secreto a voces- multiplica sus gestos de buena voluntad y est¨ªmulo.Pero nada de eso parece impresionar a la oposici¨®n salvadore?a, que ha trazado un cord¨®n sanitario en torno a la Junta. Los partidos que fueron aliados de Duarte en la coalici¨®n Uni¨®n Nacional Opositora, durante la pasada d¨¦cada (y que incluso lo llevaron como candidato presidencial en 1972), dicen que el PDC se ha convertido en un instrumento de la derecha militar. Para el MPSC, la permanencia de la democracia cristiana en la Junta es una f¨®rmula pactada por Duarte con los norteamericanos.
Desde su independencia, en 1822, El Salvador ha tenido 52 golpes de Estado; desde 1931, todos lo presidentes (salvo uno, provisional) han sido militares. Aunque hay un partido oficialista (que funcion¨® como tal hasta el a?o pasado), el de Conciliaci¨®n Nacional, las fuerzas armadas constituyen todav¨ªa el principal grupo de poder pol¨ªtico.
La oposici¨®n civil ha sido impotente hasta ahora para corregir ese estado de cosas. Sus principales partidos -PDC, el Movimiento Nacional Revolucionario (socialdem¨®crata) y la Uni¨®n Democr¨¢tica Nacionalista, en la que estaban los comunistas ilegalizados- se agruparon en la Uni¨®n Nacional Opositora y tuvieron mayor¨ªa en las elecciones de 1972 y 1977, pero el fraude dio la presidencia, sucesivamente, al coronel Arturo Molina y al general Carlos Humberto Romero, candidatos del partido de Conciliaci¨®n Nacional. Romero, derrocado en octubre de 1979 por el golpe militar interno que instal¨® a la actual Junta, encarnaba ese continuismo castrense de medio siglo.
Pero la situaci¨®n era insostenible en los t¨¦rminos de rigidez que sosten¨ªa Romero. Alguna reforma deb¨ªa actuar como v¨¢lvula de alivio en El Salvador de 1979, un pa¨ªs donde el ingreso anual por persona equival¨ªa a 43.000 pesetas; un 58% de la poblaci¨®n recib¨ªa incluso menos de 20.000 pesetas, y un 8% acaparaba el 50% del ingreso nacional. Y donde, pese a la fenomenal densidad demogr¨¢fica (214 habitantes por kil¨®metro cuadrado (casi tres veces y media la de Espa?a), el crecimiento econ¨®mico ha sido casi nulo (1,8% en los ¨²ltimos diez a?os), debido a estructuras agrarias atrasadas e injustas. El 91,4% de la poblaci¨®n rural dispone de s¨®lo el 21,8% de las tierras cultivables, lo cual condena a un vasto sector a una mera econom¨ªa de subsistencia; el 1,9% de los propietarios rurales detenta el 58,7% de las fincas superiores a cincuenta hect¨¢reas.
El poder militar, sin embargo, constitu¨ªa en El Salvador de hace un a?o el ¨²nico marco aceptable de referencia, y el cambio s¨®lo se concibi¨® como otro golpe castrense (aunque esta vez abierto formalmente hacia los civiles), que tuvo, de diversas maneras, el apoyo de la Iglesia, los partidos y la Embajada norteamericana (v¨¦ase EL PA?S de 7, 9 y 10 de septiembre). S¨®lo los grupos guerrilleros y las organizaciones opulares de masas se mantuvieron irreductibles.
En octubre, adem¨¢s de los coroneles Adolfo Majano y Jaime Abdul Guti¨¦rrez, la Junta qued¨® integrada por Rom¨¢n Mayorga Quir¨®s, que era rector de la Universidad Centroamericana (UCA, cat¨®lica posconciliar, dirigida por los jesuitas); Guillermo Ungo, del MNR (designado por el Foro Popular, organismo opositor creado en agosto, donde participaban -los pol¨ªticos de la ONU, los universitarios de la UCA y organizaciones de masas, aunque ¨¦stas ¨²ltimas votaron contra el ingreso), y V¨ªctor Andino por el sector empresarial privado. En la izquierda hubo matices: el Ministerio de Trabajo fue otorgado a los comunistas de la UDN, y en el de Educaci¨®n estaba Salvador Zamayoa.
Un conflicto de jurisdicci¨®n entre los civiles de la Junta y el ministro de Defensa, coronel Jos¨¦ Guillermo Garc¨ªa, provoc¨® la crisis. En enero dimitieron los tres civiles, diecinueve integrantes del Gabinete, diez presidentes y altos funcionarios de organismos administrativos y cuatro miembros de la Corte Suprema. La Democracia Cristiana acudi¨® entonces, oficialmente, a respaldar la Junta, y a cambio de la promesa de una serie de reformas socio econ¨®micas, puso en el Gobierno a Morales Ehrlich y al economista H¨¦ctor Dada Irezi. En marzo, Dada Irezi dimiti¨® de la Junta y del PDC, denunci¨¢ndolas como ?antipopulares?. Duarte ocup¨® su lugar.
En abril de este a?o los partidos del Foro Popular y la ONU, m¨¢s el MPSC, fundaron el Frente Democr¨¢tico Revolucionario, la m¨¢s amplia coalici¨®n opositora lograda hasta ahora en El Salvador, que adopt¨® el programa de la izquierda Coordinadora Revolucionaria de Masas. En s¨®lo seis meses, pues, los sectores pol¨ªticos e intelectuales de la burgues¨ªa salvadore?a han pasado de la colaboraci¨®n con los militares seudorreformistas al radicalismo opositor.
"Nos ven como una esperanza"
T¨¦cnicamente, el PDC no entr¨® en la Junta hasta enero de 1980, pero hay indicios suficientes para creer que su papel de proporcionar fachada civil a un r¨¦gimen militar estaba calculado desde mucho antes. Duarte, un ingeniero de 54 a?os, lo confirma ahora t¨¢citamente.
Pregunta. Se dice aqu¨ª que la Junta est¨¢ auspiciada por Estados Unidos y que la participaci¨®n de usted y su partido son la soluci¨®n norteamericana para la estabilidad del Gobierno. ?Qu¨¦ comenta?
Respuesta. Los norteamericanos andaban buscando una f¨®rmula de negociar una soluci¨®n pol¨ªtica con el general Romero. Creo que el golpe contra Romero los tom¨® de sorpresa. Yo estaba en Venezuela.
P. El golpe, o la entrada en la Junta del PDC, ?podr¨ªan haber ocurrido sin el consentimiento de los sectores pronorteamericanos del Ej¨¦rcito?
R. Yo dir¨ªa que los gringos se vieron obligados a aceptar lo ¨²nico que hab¨ªa disponible en este pa¨ªs. Vieron en la Junta una salida. La otra salida eran el enfrentamiento, la guerra civil y otro caso Nicaragua.
P. ?Por qu¨¦ no ingres¨® usted en la Junta desde el inicio?
R. Entr¨¦ en marzo, como la ¨²ltima esperanza de buscar una soluci¨®n democr¨¢tica. Mi partido no me lo exigi¨® el 15 de octubre, porque pensaba que vendr¨ªa una elecci¨®n y podr¨ªa usar en ella mi nombre.
P. ?Sigue creyendo que habr¨¢ elecciones?
R. Creo que en un a?o y medio vamos a tenerlas.
P. ?Cu¨¢l cree que podr¨¢ ser la actitud de Estados Unidos en la presente situaci¨®n?
R. Los norteamericanos saben que ¨¦sta es una guerra entre la dictadura marxista y la democracia. Si el ensayo democr¨¢tico fracasa, ya no se podr¨¢ detener al marxismo en parte alguna. Los gringos nos ven como una esperanza.
Lo m¨¢s destacado de la crisis salvadore?a, en materia pol¨ªtica, han sido las organizaciones populares de masa, u OP, como las llaman all¨ª. Las OP poseen una t¨¢ctica semiinsurreccional, pero la ejercen s¨®lo en los puntos d¨¦biles del sistema.
Las tres OP m¨¢s importantes, aparecidas entre 1974 y 1980, son el Frente de Acci¨®n Popular Unificada, el BPR y las LP-28, a las que se unieron la Uni¨®n Democr¨¢tica Nacionalista y el Movimiento de Liberaci¨®n Popular.
En mayo ¨²ltimo, los cuatro grupos guerrilleros (Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional, Fuerzas Populares de Liberaci¨®n, Ej¨¦rcito Revolucionario del Pueblo y el sector del PC partidario de la lucha armada) adoptaron p¨²blicamente una direcci¨®n militar unificada. Las cinco OP, a su vez, disolvieron la Coordinadora Revolucionaria y se unificaron igualmente en una sola direcci¨®n pol¨ªtica. Un mes m¨¢s tarde se integraban al reci¨¦n creado Frente Democr¨¢tico Revolucionario. Esto ha completado un cuadro de unidad pol¨ªtica y militar de la oposici¨®n, que deja aisladas a la Junta y, por ende, a la Democracia Cristiana.
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