Exito de nost¨¢lgicos en el "Super Sara Show"
El teatro La Latina se llen¨® hasta los topes, en un ambiente de aut¨¦ntico delirio, para asistir al estreno del Super Sara Show. Hab¨ªa muchos famosos (Lina Morgan, Vicente Parra, Forges, Umbral -?una gran pluma?, dijo de ¨¦l la emplumada actriz- y Vizca¨ªno Casas, entre otros) pero, adem¨¢s y sobre todo, el m¨¢s fiel loquer¨ªo, ese que siempre ha visto en La Violetera el s¨ªmbolo colmado y florido de sus sue?os. Bonet de San Pedro, Jorge Sep¨²lveda y Lorenzo Gonz¨¢lez contribuyeron, con viejas y sentimentales melod¨ªas, a que el p¨²blico no cesara de aplaudir a lo largo de todo el espect¨¢culo. Fue, como comentaba un espectador, un hermoso desfile de carrozas.
Un ayer muy remoto. Ellos, como si ayer, fumando esperan. Chicho Gordillo anuncia a los reci¨¦n nacidos: ?Si han venido a ver las actuaciones de Iv¨¢n, Miguel Bos¨¦ o Los Pecos, se han equivocado de teatro?. Otra equivocaci¨®n: ?Yo les ruego un aplauso para quien hoy ?os honra con su presencia... ?Tierno Galv¨¢n!?. El respetable pica. Y aplaude. Y hasta se r¨ªe luego, mientras el c¨®mico contin¨²a: ? Hoy no ha venido; pero ma?ana.... tampoco?. El personal quiere 19 que quiere. Excelso burriqueo en las alturas: ?C¨¢llate, loca...?. Y ¨¦l: ?Gracias?. Segunda replica empinada: ??Pelota!?. El aludido: ?Eso me lo dijo ya tu hermana?. As¨ª, como lo oyen. Hasta que, en una diminuta escalera, va y aparece Sara.Todo tiembla. Hay aplausos febriles. Hay gritos: ??Guapa!?. Hay l¨¢grimas. Ella, blanca y radiante, dice que se lo debe todo al p¨²blico. Y empieza el ejercicio palpitante de memoria: ?Toda una vida...?. Corte frontal de un solitario: ?iContigo!?. Otro disputa ese papel: ?Desde M¨¦xico vengo a verte, Sara?. Ella, mimosa, avanza entre ojos h¨²medos: ?Es...mi-hombre?. Natural. ?De qu¨¦, morenos? La palidez de la leyendase vuelve catalepsia anfibia en la rumbaza chamelona: ?Mad¨²relo, rnad¨²relo, lo, lo...?. Todo un programa. Con los pechos hist¨®ricos entregados en alma y cuerpo al ritmo.
Olor a azufre y jazmines, que Bonet de San Pedro disipa con el traj¨ªn del carpintero y con aquella Isabel -?ten cuidado: / donde hay pasi¨®n, hay, pecado?- que Gil de Biedma recuper¨® para un poema. Jorge Sep¨²lveda, fino Dr¨¢cula con capa espa?ola, piensa en Mar¨ªa Dolores, en Santander y en Madrid. El p¨²blico corea y silba: ?Mon¨ªsima, mon¨ªsima, mon¨ªsima...?. Chicho Gordillo piropea y presenta a Lorenzo Gonz¨¢lez. Este nos pregunta: ??Lo mato o lo dejo??. Y m¨¢s de uno se ensa?a en la sala: ??M¨¢talo! ?M¨¢talo! ?. Pero el venezolano, que conserva una voz envidiable y esa marcha que muchos buscan en el desierto, evoca barlovento, la bella melod¨ªa y las ausencias: ?Ya no est¨¢s m¨¢s a mi lado, coraz¨®n...?. Qui¨¦n lo dir¨ªa.
Sara, desde luego, no. Con pierna generosa al aire, ci?e su cuerpo al de ¨¦l. Y bailan juntos, muy agarrados: ?Usted me desespera, / me mata y me enloquece...?. Sonoros besos de ¨¦l. Sara les dice a todos: ?Hola, ?qu¨¦ tal??. A la manera de Luis Saray, ese centauro que se disfraza de Sara y cuenta historias as¨ª: ?Estaba una vez en M¨¦xico, leyendo una novela de Le¨®n Felipe, cuando, de pronto, debajo del banco donde yo estaba sentada, sent¨ª un ruido muy extra?o. Y yo me dije: "Antonia, no te menees, que es peor". Pero aquello era una boa. As¨ª que tuve que arremangarme en plan manchega. Luchamos mucho rato. Pero, al final, la pod¨ª?.
La Sara de verdad tambi¨¦n parece poderlo todo: sambas, tangos, boleros, besos, pechos ub¨¦rrimos... Ella los llama ?mis domingas?. Y dice en torno a ellas: ?Yo controlo a la derecha y a la izquierda. Y, si me dejaran, controlar¨ªa al centro, que lo est¨¢ haciendo medio regular?. Lo que no puede controlar Sara es el anticatalanismo del auditorio.
Sara pide permiso para cantar en catal¨¢n. Ni modo. Uno: ?iCanta en espa?ol, que esto es Espa?a!?. Otro: ??En cal¨®!?. Lamento de un tercero: ??Que soy asturiano!?. Ella, que antes ha recorrido todo el teatro entre alaridos de entusiasmo, desiste del empe?o. Pero, serenamente vengativa, tira claveles al final: ?Para los asturianos, para los andaluces, para los de Alicante, para los vascos... Para Espa?a entera, que esta noche ha venido a verme?.
A verla a ella y a los tres mosqueteros de la canci¨®n sentimental. Y Espa?a entera, en una escena que Fellini no habr¨ªa superado, subi¨® hasta el escenario para bailar. Sara y los suyos han reinventado la nostalgia.
Babelia
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