El programa econ¨®mico
EL OBJETIVO central de la pol¨ªtica econ¨®mica anunciada por el Gobierno es la disminuci¨®n del paro; esto es, el aumento de los puestos de trabajo gracias a un relanzamiento de la actividad productiva. Durante el per¨ªodo 1975-1978, la ca¨ªda de la tasa de empleo en nuestro pa¨ªs fue nada menos que diez veces superior a la registrada en la Comunidad Econ¨®mica Europea, en tanto que la tasa media anual de crecimiento de la producci¨®n de bienes y servicios durante ese mismo per¨ªodo alcanz¨®, respectivamente, el 2,2% y el 2,5%. El crecimiento del paro ha sido todav¨ªa m¨¢s r¨¢pido en nuestra econom¨ªa, porque a la ca¨ªda de la actividad productiva hay que a?adir el regreso de los emigrantes, expulsados de otros pa¨ªses europeos por la crisis, y la llegada masiva al mercado laboral de j¨®venes nacidos en la ¨¦poca de las buenas expectativas.Aparte de los factores m¨¢s generales de la recesi¨®n, comunes con otras econom¨ªas europeas, pueden apuntarse algunas causas espec¨ªficas de la ca¨ªda galopante de la ocupaci¨®n espa?ola. De un lado, la baja productividad de la poblaci¨®n ocupada durante un per¨ªodo en que los salarios reales espa?oles crecieron m¨¢s deprisa que los de nuestros competidores. De otro, la poquedad para sobreponerse a la adversidad de unos empresarios excesivamente acostumbrados a ganancias altas y seguras y sin capacidad para navegar en aguas turbulentas. Finalmente, un marco de relaciones laborales creado por el franquismo para intercambiar seguridad en el empleo contra la falta de libertades sindicales y pol¨ªticas, excesivamente r¨ªgido para adaptarse a las nuevas circunstancias.
Mientras los j¨®venes no encuentran oportunidad para entrar por vez primera en el mercado laboral, aunque sea a trav¨¦s de empleos a tiempo parcial, pr¨¢cticamente prohibidos todav¨ªa por la legislaci¨®n vigente, las empresas -sobre todo las medianas y peque?as- siguen practicando el malthusianismo laboral ante el temor de aumentar sus n¨®minas y de adquirir compromisos laborales de cancelaci¨®n dif¨ªcil y cara. S¨®lo los doctrinarios de un solo libro pueden recetar la medicina de un desempleo sin paliativos para que el mercado recupere la l¨ªnea. Pero no son los empresarios individuales, sino la colectividad entera, la encargada de evitar, a trav¨¦s de mecanismos solidarios y de las salvaguardias de la seguridad social, la indigencia de los parados. La estrategia gironista de forzar a las empresas a recargar sus plantillas s¨®lo puede conseguir que al final las compa?¨ªas, torpedeadas en la l¨ªnea de flotaci¨®n de su productividad, se hundan con todo el pasaje dentro.
El segundo objetivo de los planes del Gobierno es seguir conteniendo la inflaci¨®n, condici¨®n indispensable para lograr que tambi¨¦n caiga el desempleo. Todo el mundo est¨¢ en contra de la subida de la cesta de la compra. Pero no se puede aspirar a la vez a la contenci¨®n de los precios y el aumento de los salarios, ya que ¨¦stos se hallan tambi¨¦n en el origen del crecimiento de los precios. La moderaci¨®n salarial es el reverso de la reducci¨®n de la inflaci¨®n y del aumento del empleo.
Para la reactivaci¨®n de la actividad, la defensa de la estabilidad de los precios y el incremento de los puestos de trabajo, el Gobierno parece dispuesto a modificar la naturaleza del d¨¦ficit presupuestario. Se tratar¨ªa, en suma de reducir la participaci¨®n de los gastos corrientes destinados a sueldos, funcionamiento, transferencias y pensiones, y aumentar las inversiones p¨²blicas. Pero esto hay que cifrarlo con claridad y realizarlo sin demoras ni vacilaciones. La reforma de la Administraci¨®n p¨²blica y de las empresas estatales no admite ya dilaciones. Por lo dem¨¢s, el incremento de los salarios y de los sueldos en el sector p¨²blico no afecta s¨®lo a los costes de trabajo en este ¨¢mbito, sino que posee una decisiva importancia para enmarcar las expectativas salariales en el sector privado. Si el Gobierno pretende realmente una moderaci¨®n salarial no podr¨¢ ya nunca m¨¢s lanzarse a los rumbosos e irresponsables aumentos de retribuciones dentro de su propia casa de a?os anteriores.
La misma energ¨ªa y eficacia que el Gobierno debe aplicar al recorte de los gastos corrientes tendr¨ªa que extenderse a la secuencia de inversiones p¨²blicas en el sector de la energ¨ªa y en obras de infraestructura a fin de crear puestos de trabajo y de inducir una reanimaci¨®n de la inversi¨®n privada. Si el d¨¦ficit presupuestario se correspondiera efectivamente con un crecimiento de las inversiones p¨²blicas, y su cuant¨ªa fuera mantenida dentro de l¨ªmites razonables, no habr¨ªa motivo para que la financiaci¨®n del cr¨¦dito al sector privado resultara obstaculizada. Si el Estado pone en orden su propia casa y predica con el ejemplo esas virtudes de productividad, moderaci¨®n salarial, laboriosidad y buena asignaci¨®n de recursos que propone a la sociedad se habr¨¢ dado el primer e indispensable paso para que la reactivaci¨®n econ¨®mica sea una realidad y para que la creaci¨®n de nuevos puestos de trabajo comience a desvanecer el fantasma de un paro galopante e incontenible.
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