Pena de muerte en Corea
HAY GOBIERNOS que prefieren a veces una ejecuci¨®n, arrostrando toda clase de contratiempos internacionales, que una medida de clemencia que rompa el orgullo de una imagen dura. Corea del Sur esgrime esta dureza, que puede calificarse de crueldad, desde hace a?os: Gobierno nacido de una guerra civil err¨®neamente exaltada corno una avanzadilla del mundo libre, no ha cesado nunca -pasando de un dictador a otro, y siempre con la violencia como medio- de desmentir esa condici¨®n. El general Chun Doo Hwan es ahora el representante de esa violencia de Estado y ha decidido ejercerla contra el jefe de la oposici¨®n democr¨¢tica, Kim Dae Jung, despu¨¦s de un largo juicio militar en el que las garant¨ªas jur¨ªdicas de los acusados y sus posibilidades de defensa no han estado nunca aseguradas, y que el Departamento de Estado de Estados Unidos ha seguido atentamente por medio de un observador; sus informes han sido lo suficientemente graves como para que el secretario de Estado, Muskie, advierta al Gobierno militar de que el cumplimiento de la sentencia puede perturbar seriamente las relaciones entre los dos pa¨ªses. Relaciones muy especiales, puesto que Estados Unidos mantiene en Corea del Sur un contingente militar y es la fuente del suministro de armas y de dinero.No s¨®lo son Estados Unidos los interesados en el tema, sino Jap¨®n, a quien el general Chun ha acusado de haber prestado su territorio para la conspiraci¨®n de Kim Dae Jung, que ya a?os atr¨¢s hab¨ªa sido secuestrado del territorio japon¨¦s por agentes surcoreanos.
La ejecuci¨®n de Kim, si llega a producirse, tiene el sentido pol¨ªtico de advertir a Estados Unidos y a las grandes potencias asi¨¢ticas de que el Gobierno no vacila en ning¨²n acto para continuar con el poder. La tesis de la conspiraci¨®n -independientemente de cu¨¢l pueda ser la participaci¨®n del condenado en ella, cosa que no ha podido verse clara en el juicio- se sostiene. El apaciguamiento de las relaciones entre China, por una parte, y Estados Unidos y Jap¨®n, por otra, requiere una modificaci¨®n en ciertas actitudes y reg¨ªmenes en la zona.
Corea del Sur fue creada, a partir del virreinato de Mac Arthur y de la guerra de 1950-1953, como una punta de lanza frente a China, junto con Taiwan. Toda la estructura militar y burdamente pol¨ªtica del pa¨ªs se construy¨® para esa tarea (mientras China, a su vez, alimentaba a Corea del Norte en el sentido contrario). Pero siempre es m¨¢s f¨¢cil implantar una tiran¨ªa que desmontarla, y ahora que Corea del Sur ya no es m¨¢s que el residuo embarazoso de una situaci¨®n anterior, no es f¨¢cil convencer a los generales de que abandonen un poder que consideran no solamente como una fuente de enormes riquezas, sino como la garant¨ªa de sus vidas. Todos los intentos de democratizaci¨®n han terminado siempre en el ba?o de sangre. As¨ª termin¨® el de mayo; y a¨²n quieren poner los gobernantes de Corea del Sur. este colof¨®n tr¨¢gico de la pena de muerte sobre este personaje que es una v¨ªctima perpetua de la dureza gobernante. Mal puede pesar la intercesi¨®n de Estados Unidos y de Jap¨®n cuando lo que se quiere es precisamente mostrar a Estados Unidos y Jap¨®n que el r¨¦gimen va a perpetuarse pese a ellos y pese a China. Incluso las amenazas pueden surtir poco efecto. Recordemos el caso de otros tiranos en otros pa¨ªses, sobre todo en Latinoam¨¦rica -incluyendo lo que sucede en El Salvador y en Bolivia-, frente a las nuevas necesidades del Departamento de Estado. S¨®lo en el caso de que vean directamente amenazado su poder por este acto ceder¨¢n los militares de Corea del Sur y se inclinar¨¢n a lo que se llama clemencia. Todav¨ªa en estos momentos parecen creer lo contrario: que su permanencia en el disfrute de su situaci¨®n est¨¢ m¨¢s segura cuanto m¨¢s grande sea la mancha de sangre sobre el mapa de su pa¨ªs.
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