Quevedo
Quevedo, altar barroco, estropicio genial, punta de espada, caballo de pica, Espa?a en juramentos, legislador de Dios y de los putos, eterno en meretrices, grande de s¨ª mismo, cuatro siglos Quevedo, cuatrocientos a?os que viene cojeando, como pas¨® por casa de la Formalita, en Valladolid, ?limpi¨¢ndose las gafas con grandeza? y recibiendo a oidores y relatores de la Real Chanciller¨ªa, el m¨¢s grande espa?ol/espa?ol de todos los tiempos por siempre jam¨¢s, am¨¦n.El personal no sabe una palabra de Quevedo. Anoche lo he comentado en el teatro con mi querido maestro L¨¢zaro Carreter -maestro tambi¨¦n en Quevedo-, a quien los preguntadores asedian, como a m¨ª (s¨®lo que ¨¦l da ciencia y yo no doy nada), y el muestreo/sofemasa de este cuarto centenario del cl¨¢sico/ barroco es que Espa?a es iletrada de Quevedo, analfabeta de Quevedo. El Quijote ya sabemos que no lo ha le¨ªdo nadie, en Espa?a, y Astrana Mar¨ªn, especialista en Cervantes, ten¨ªa dos perros a los que llamaba Cipi¨®n y Berganza:
-Mire usted, nadie, nunca, de los muchos cervantistas que han pasado por mi casa, espa?oles y extranjeros, ha reparado en que mis perros se llamasen como los del Coloquio de los perros de Cervanles.
Pero Cervantes, cuando menos, ha dejado una gloria escolar y did¨¢ctica que se perpet¨²a en los r¨®tulos de las papeler¨ªas de provincias: siempre hay una ?Imprenta Cervantes?. Quevedo no da facilidades, es irreductible en cada l¨ªnea, literatura y violencia en estado puro y s¨ªntesis metaf¨®rica. Y qu¨¦ rayos de literatura se ense?a en este pa¨ªs, qu¨¦ le?e de cultura lue?e es la que dan a los chicos en colegios, institutos, universidades, cosas. Por la ignorancia en que estamos de Quevedo veo la consecuencia de una educaci¨®n religiosa de siglos, que ahora vuelve a ser nacionalcat¨®lica, democristiana o socialvaticanista, pues Quevedo ha sido siempre como un demasiado para los salesianos hoy oxeados. Y para los dem¨¢s. Se lo he o¨ªdo a Chicho Gordillo en un escenario: ?Aqu¨ª hay cada d¨ªa m¨¢s bancos y menos escuelas?. Borges se asombraba/ lamentaba de que Quevedo no est¨¦ en los grandes cat¨¢logos de la literatura universal. Yo, no. Para eso ya tenemos a Cervantes, peque?o burgu¨¦s mucho m¨¢s presentable. Quevedo, como dir¨ªa Cioran del hombre en gene ral, es impresentable. Impresentable para los castos educandos espa?oles, porque Quevedo, aparte su n¨²mero numerero de mont¨¢rselo de pol¨ªtico de Cristo, caballero del Imperio y latinista, es en cada verso, en cada prosa, el rev¨¦s y la cr¨ªtica del tapiz imperial. Cervantes, m¨¢s prudente, reserva los tacos para Panza. Quevedo los asume todos, recauda, pronuncia, escribe con fulguraci¨®n literaria y hasta metaf¨ªsica la blasfemia variada, sorda y permanente del pueblo es pa?ol contra los condeduques o las devociones que son desviaciones. Recuerdo un estreno de Buero, en el franquismo, en que se oy¨® por las revueltas y profundas alturas del teatro, insistentemente:
-?Buero pueblo, Buero pueblo! Quevedo/pueblo es la s¨ªntesis crucial, la asonancia esencial. Siempre se honra y explica al Quevedo convencional de las letras cultas o acad¨¦micas. Siempre se silencia al Quevedo real, irreal, surreal, y todos nuestros ministerios de Cultura y de Educaci¨®n, desde hace siglos (el de Cultura o Informaci¨®n, creado por Franco, tambi¨¦n tiene siglos) son culpables del secuestro legendario y eterno de don Francisco G¨®mez de Quevedo, como por mandato transmitido del de Olivares. D'Ors llam¨® a Solana ?el gran estafado?. Quevedo es el gran secuestrado de la cultura espa?ola, y si el extranjero lo ignora es porque curas y bachilleres lo vienen expurgando durante siglos, no en novela, como a Cervantes/Don Quijote, sino en la realidad educacional de Espa?a, que jam¨¢s se ha atrevido con la atroz asignatura de Quevedo, el ¨²nico escritor imperial que dice la verdad del Imperio. Quevedo lleva tres siglos secuestrado por la docencia espa?ola en San Marcos de Le¨®n.
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