Demasiado como juego
Por esta vez, el nuevo cine alem¨¢n no nos ofrece una historia demasiado complicada. No hay en esta ocasi¨®n las acostumbradas met¨¢foras ni oscuros simbolismos para exegetas. Se trata de un filme, hasta cierto punto, convencional, donde todo se halla explicado muy claramente, desde el planteamiento hasta el desenlace. Sus problemas tocan m¨¢s el terreno de la psicolog¨ªa o la paranoia que la cuesti¨®n social, reducida aqu¨ª a un caso individual, a un af¨¢n de dominio planteado a partir del ajedrez.Dec¨ªa Unamuno, hablando de este juego, que como ciencia le parec¨ªa poco, y demasiado como entretenimiento. Pero incluso los juegos pueden resultar a la larga peligrosos, sobre todo cuando, ya de peque?o, se descubre una obsesi¨®n por ¨¦l incapaz de ser borrada por el paso de los a?os, aun a riesgo de acabar a las puertas de un hospital psiqui¨¢trico.
El jugador de ajedrez
Gui¨®n: Jochen Wedegariner. Director: Wolfgang Petersen. Fotograf¨ªa: Jorg M. Baldenius. M¨²sica: Klaus Doldinger. Int¨¦rpretes: Bruno Ganz, Gila von Weitershausen, Rene Deltgen, Ljuba Tadic. Comedia dram¨¢tica. Alemania Occidental 1979. Local de estreno: Luna I.
Los personajes son los habituales en este tipo de empe?os: el campe¨®n famoso, un tanto c¨ªnico; el aspirante apasionado y ambicioso, el maestro asesor frustrado, el p¨²blico, los jueces, todos reunidos en torno de un teatro de ¨®pera donde tienen lugar las partidas entre ambos contrincantes. Sin embargo, tales personajes, tales ambientes -hoteles un tanto decadentes junto a paseos ya periclitados- recuerdan m¨¢s los torneos de hace a?os que las actuales exhibiciones con su cortejo de asesores donde el orgullo nacional va m¨¢s all¨¢ de lo puramente deportivo.
T¨¦cnicamente, poco a?ade esta pel¨ªcula. Se dir¨ªa que su realizador, habituado a la televisi¨®n, ha querido dotar un tema ya demasiado tratado y conocido de una forma no demasiado personal. La evoluci¨®n del protagonista se adivina por demasiado l¨®gica, y en lo que se refiere a las partidas, seguramente interesar¨¢n m¨¢s a los aficionados al arte del enroque. La interpretaci¨®n de Bruno Ganz, s¨®lida, como acostumbra, as¨ª como la de su rival, Ljuba Tadic, contribuyen a dar veracidad al relato entre el escepticismo y la locura. No as¨ª Rene Deltgen, demasiado convencional en su papel de viejo asesor reencarnado en el joven maestro.
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