La Espa?a pintoresca
Andras Laszlo es buen ejemplo de la di¨¢spora de escritores y artistas h¨²ngaros que, esparcida por Europa, anim¨® la narraci¨®n o el teatro hace unos a?os. Siempre rozando un suave hu mor y cierto costumbrismo m¨¢s bien superficial, cada cual opt¨® por retratar personajes y ambientes en los lugares donde la suerte o la propia decisi¨®n les llev¨® a establecerse.En lo que se refiere a Laszlo, como sus precursores y maestros m¨¢s universales o brillantes, muestra en sus obras, una vez afincado en Espa?a, un gusto especial por ciertos ambientes madrile?os, que suele retratar con color e intensidad sin llegar m¨¢s all¨¢ de lo sencillamente pintoresco.
Tal sucede en su obra m¨¢s conocida: Mi t¨ªo Jacinto. Llevada a la pantalla por otro compatriota en la ¨¦poca del famoso Marcelino, si bien no alcanz¨® el ¨¦xito de su predecesor, supon¨ªa una historia amable en la que el bronco mundo de los toros s¨®lo se adivinaba a trav¨¦s de los ojos de un ni?o.
Paco el Seguro
Gui¨®n: Didier Haudepin, Nadie FeuzyJos¨¦ Mar¨ªa Forqu¨¦, seg¨²n la novela de Andras Laszlo. Director: Didier Haudepin. Fotograf¨ªa: Gilberto Azevedo. M¨²sica: Serge Perathoner. Int¨¦rpretes: A Yredo Landa, Patrick Dewaere, Christine Pascal, Jean Bouise, Eduardo Calvo, Jos¨¦ Ruiz Lifante, Ismael Merloy Rafael D¨ªaz. Comedia. .1979. Francia-Espa?a. Locales de estreno: Pompeya y Bah¨ªa.
Este estilo, capaz de tocar los temas rozando siempre un cierto ternurismo, seg¨²n la moda del cine espa?ol durante algunos a?os, cambia tan s¨®lo en apariencia en Paco el seguro, especialista en embarazos de encargo a fin de mantener en forma a las nodrizas de los a?os treinta.
Hoy que los problemas de la lactancia se solucionan por medios m¨¢s sutiles y menos complicados, la idea hubiera podido dar lugar a una evocaci¨®n m¨¢s o menos sentida o afortunada de un tiempo que barri¨® para siempre la ¨²ltima contienda.
S¨®lo queda un cierto humor, en el que el pesimismo nunca cae en lo cruel ni en ninguna clase de amargo patetismo. Realizado con evidente inmadurez, su autor tampoco arriesga demasiado. No es otro que aquel ni?o actor del Bardem de Los pianos mec¨¢nicos, cuando las coproducciones eran terreno abonado por estas latitudes. Esta tambi¨¦n goza de ambas nacionalidades y, en lo que se refiere a la parte espa?ola, destaca Alfredo Landa, por encima del trabajo de sus colegas franceses. El filme se resiente ya desde la novela, alzada sobre an¨¦cdotas y personajes demasiado convencionales. Aunque la acci¨®n suceda en Madrid y en Espa?a, es dif¨ªcil para los espa?oles de hoy reconocerse en el espejo de Andras Laszlo: unos, porque alcanzaron esos a?os lejanos ya; otros, porque les resultan habituales a lo largo y ancho de comedias, novelas y sainetes, algunos francamente afortunados.
Babelia
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