Dos elecciones
LAS DOS elecciones europeas de ayer han tenido de com¨²n unas campa?as electorales de gran violencia verbal, una afluencia muy elevada de electores (la abstenci¨®n se considera como meramente t¨¦cnica en los dos pa¨ªses) y un resultado favorable a los partidos que ocupaban ya el poder. Seg¨²n los polit¨®logos, la tendencia a apoyar a los Gobiernos establecidos tiene casi valor de ley en momentos de crisis graves de car¨¢cter internacional (como son en estos momentos la de la energ¨ªa, la situaci¨®n de guerra en Irak-Ir¨¢n, el enfrentamiento entre la URSS y Estados Unidos). Sin embargo, las diferencias entre los dos pa¨ªses que ayer coincidieron, por puro azar, en sus elecciones generales son notorias, y la elecci¨®n de los votantes tambi¨¦n. Por encima de lo que podr¨ªa ser una ley general est¨¢n, probablemente, las razones nacionales.Alemania: estabilidad
La inclinaci¨®n del electorado alem¨¢n federal por la socialdemocracia y el partido liberal (que ha experimentado un considerable ascenso) estaba profetizada por los ordenadores; y, simplemente, por el aire que se respiraba en las grandes ciudades. Once a?os de gobierno de esta coalici¨®n no han dejado insatisfechos a los ciudadanos: la RFA percibe menos el paro y las dificultades de la energ¨ªa que otros pa¨ªses, el terrorismo ha sido en gran parte contenido (a pesar de la bomba de Munich, probable mente calculada para influir en el resultado electoral, pero sin ¨¦xito) y, en lo que se refiere a las grandes crisis internacionales, la opini¨®n se muestra notablemente favorable a la gesti¨®n moderadora del canciller Schmidt. El elector ten¨ªa claramente dos opciones dispares (lo cual no sucede frecuentemente en el mundo occidental, donde la ambig¨¹edad de los partidos desorienta mucho) entre esta d¨¦tente, que no solamente proclama Schmidt, sino que trata de hacerla posible (entrevista con Breznev, comunidad de opiniones con Giscard d`Estaing, presiones sobre Washington), y la manera fuerte de Strauss -el Fraga germ¨¢nico-, de modales abruptos y de pasado autoritario. No ha vacilado Strauss en calificar de comu nistas y de vendidos a Mosc¨² a los socialdem¨®cratas. Todo esto le ha perdido. La coalici¨®n gubernamental ha ejercido su gobierno alej¨¢ndose en lo posible de la no ci¨®n de izquierdas que tiene su nombre -s¨®lo es de izquierda por comparaci¨®n- y aproxim¨¢ndose a un centro: la fuerza acaecida de los liberales le atraer¨¢ a¨²n m¨¢s hacia ese centro. Se entiende el resultado como una aprobaci¨®n de los alemanes federales a la estabilidad, al estado actual: sin excluir la continuaci¨®n de negociaciones con la Alemania Democr¨¢tica y con la URSS, pero sin salirse nunca del atlantismo a ultranza y de las alianzas priorita rias con Estados Unidos.
Portugal: a la derecha
En las elecciones del a?o pasado, Portugal se inclin¨® hacia el centro-derecha de Sa Carneiro; en las del domingo, la inclinaci¨®n ha sido a¨²n mayor; sobre todo teniendo en cuenta no s¨®lo los resultados, sino el hecho de que durante esos meses la coalici¨®n gubernamental -Alianza Democr¨¢tica- ha recibido el apoyo de tradicionales sectores derechistas de Portugal: la Iglesia -una parte de ella- y los empresarios. La inclinaci¨®n social de todo el pa¨ªs hacia el conservadurismo se percibe, sobre todo, en la ca¨ªda del partido comunista, a la que ha colaborado notablemente su dirigente Alvaro Cunhal: ajeno al eurocomunismo -por entender que la situaci¨®n social portuguesa requiere la revoluci¨®n- y amigo de la URSS hasta el punto de apoyar la acci¨®n en Afganist¨¢n y la posibilidad de la fuerza en Polonia. Sus posturas arcaicas han ahuyentado a sus electores y le han costado siete diputados. Mientras, los socialistas se han quedado en su propio limbo, contra los pron¨®sticos optimistas de ¨²ltima hora que les anunciaban una mejor¨ªa: aproximadamente los mismos votantes, pero un diputado menos. Puede decirse que en Portugal han ganado unas clases medias amplias, que vieron en la revoluci¨®n un riesgo de desclasamiento. La pol¨ªtica internacional tiene menos importancia en este pa¨ªs, que ha visto siempre de lejos las guerras de Europa y que tiene poca sensibilidad para los riesgos actuales; y, sobre todo, que espera de Estados Unidos el apoyo para una econom¨ªa siempre deficitaria. Pero la situaci¨®n pol¨ªtica portuguesa tiene una peculiaridad: las elecciones presidenciales est¨¢n muy pr¨®ximas. As¨ª como los pron¨®sticos favorec¨ªan a Sa Carneiro en este caso, en las presidenciales lo hac¨ªan hasta ahora a Ramalho Eanes: es decir, tambi¨¦n al poder establecido. Con la diferencia de que Ramalho Eanes es enemigo manifiesto de la coalici¨®n de Sa Carneiro lo cual producir¨¢ -si sale reclegido- un evidente choque entre los dos poderes, cuyas delimitaciones est¨¢n mal definidas por la Constituci¨®n actual (que Sa Carneiro se propone reformar razonablemente ahora, con su mayor¨ªa parlamentaria). Los an¨¢lisis m¨¢s frecuentes explican esta contradicci¨®n diciendo que los portugueses votan hombres y no partidos, y que la irradiaci¨®n personal de Sa Carneiro es la que ha ganado estas elecciones, como la de Eanes puede ganar la siguiente. La victoria de Sa Carneiro pone en dificultades, sin embargo, a Eanes. La figura del presidente en Portugal no es meramente representativa, y Sa Carneiro lucha contra la presencia permanente y distorsionante de los militares en la pol¨ªtica a trav¨¦s del Consejo de la Revoluci¨®n. El resultado de todo ello puede ser un caos. Por el momento, Sa Carneiro tiene por delante cuatro a?os y una mayor¨ªa considerable que, si no se rompe la coalici¨®n, puede efectuar los cambios constitucionales y legislativos suficientes para hacer gobernable un pa¨ªs deprimido despu¨¦s de las expectativas puestas en la revoluci¨®n. Pero tendr¨¢ que aportar resultados visibles y pr¨¢cticos r¨¢pidamente. El fondo econ¨®mico y social est¨¢ exhausto.
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