El carn¨¦
En lo ¨²nico que no estoy de acuerdo con este peri¨®dico sobre la filosof¨ªa profesional de la informaci¨®n es en la manera de escribir la palabra ?carn¨¦?, que nuestro libro de estilo fija as¨ª, y que a m¨ª me gustar¨ªa seguir escribiendo con te, ?carnet?, porque para los educados en el nacional-catolicismo era mucho desahogo utilizar de cuando en cuando una palabra extranjera. Un suspiro que la censura no pod¨ªa reprimir.Lo que quieren reprimirnos ahora no es una palabra o un silogismo (con lo que cuesta sacarse silogismos), sino reprimir la profesi¨®n entera, en bloque, en masa, en mogoll¨®n, con la cosa del carn¨¦, viejo uso franquista que vuelve sin haberse ido. Parece ser que Rafael Garc¨ªa-Serrano anda por ah¨ª quej¨¢ndose de que le han echado de Pyresa y todo el rollo movimental sin una triste ni alegre indemnizaci¨®n y, naturalmente, dice que no hay derecho, que esto no es democracia, que ¨¦l es un profesional de toda la vida y que eso. Rafael Garc¨ªa-Serrano me parece uno de los grandes periodistas de la escuela del Arriba, un prosista perdurable, y su Diccionario para un macuto es uno de los libros donde mejor y de manera m¨¢s original se cuenta la guerra desde el bando nacional y desde cualquier bando. Pero he seguido con el dossier l Garc¨ªa-Serrano y parece que, siendo director de Arriba, se adjudic¨® un importante sobresueldo por colaboraciones.
-Eso ha permitido ahora despedirle sin indemnizaci¨®n -dice mi informante, que en este caso es informanta, y que, su vez, fue trasvasada del Arriba a un vago e improbable organismo para la promoci¨®n nacionalsindicalista de algo que jam¨¢s fue promocionado.
Como ella, todos los periodistas de carn¨¦ de la Prensa del Estado, o muchos, han sido trasvasados a ministerios y cosas, ahogando su vocaci¨®n en el vaso de agua del caf¨¦ con leche ministerial de media ma?ana. Ese carn¨¦ que ahora tanto se propugna, y que los periodistas del tardofranquismo obtuvieron aplicadamente, no ha sido la garant¨ªa de su condici¨®n period¨ªstica, sino el pasaporte hacia el infierno burocr¨¢tico del ser y la nada a puerta cerrada y sin haber le¨ªdo a Sartre, porque en la Escuela de Periodismo no se daba ese se?or.
?Qu¨¦ garant¨ªa tienen los nuevos educandos de la facultad de Ciencias de la cosa (y, aparte de ver a diario en el estrado a la bella Ioanna, la rumano/espa?ola que estudia a Ram¨®n), de que su carn¨¦/escudo profesional no les convierta, con un cambio de Gobierno, en funcionarios o en bingueros? Est¨¢ claro que un carn¨¦ no garantiza nada al que lo porta, sino al que lo otorga, porque un carn¨¦, m¨¢s que un salvoconducto, siempre es un control. Ahora, los editores de peri¨®dicos est¨¢n contra el pacto de sindicatos /Ans¨®n. Hay una papela, llamada Constituci¨®n, que garantiza la libertad de expresi¨®n a cualquier particular, por lo menos tanta libertad como tuvo y tiene Rafael Garc¨ªa-Serrano, y que us¨® deslumbrantemente, desde el taco a la met¨¢fora. La ¨²nica limitaci¨®n en el estilo de Garc¨ªa-Serrano, que viene de Quevedo y va a Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, estaba, no en ¨¦l, sino en los dem¨¢s, para quienes todo eran limitaciones; incluida la limitaci¨®n de vivir o no vivir. En estas cosas peque?as se contrastan los grandes textos, y se ve, por ejemplo, que la Constituci¨®n no es s¨®lo papel de barba, sino la barba misma de la democracia. Hegel es tan Hegel, o m¨¢s, explicando una taza (cuando se lo pidieron), como explicando la Fenomenolog¨ªa del esp¨ªritu.
El otro d¨ªa, en la rueda de Su¨¢rez, despu¨¦s de algunas (muchas) preguntas t¨¦cnicas y menores, m¨¢s para un director general que para un presidente, se levanta Pepe Oneto y hace la pregunta directa, personal, que toca, no el coraz¨®n tervilor del pol¨ªtico, sino el coraz¨®n del hombre. Eso no hay carn¨¦ que lo ense?e.
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