A tus brazos otra vez

Al principio, la pel¨ªcula parece Rebeca en colores: una mujer vuelve al caser¨®n donde tanto sufri¨® en tiempos. Pero cuando aparece Javier Escriv¨¢, que es pr¨¢cticamente en seguida, ya sabemos que nos encontramos ante una pel¨ªcula envarada e inveros¨ªmil. No es una obra de Hitchcock, como se pretende, sino, por el contrario, una narraci¨®n morosa, sin gracia y, lo que es peor, sin terror. A pesar de que los guionistas sean seis y a pesar tambi¨¦n de que los ingredientes te¨®ricos de la historia correspondan a lo m¨¢s cl¨¢sico del g¨¦nero.Todos vuelven. La asesina, al lugar de los cr¨ªmenes; la v¨ªctima, al sitio de su pecado; los supervivientes, al reencuentro de la pesadilla; los cr¨ªticos, a su tonto quehacer. Todos acabamos volviendo, como se ve. En ese aspecto parece que la pel¨ªcula responde a la realidad. El resto, sin embargo, se pierde en trucos vanos que quieren retrasar el misterio. Pero es in¨²til. El espectador intuye mucho antes que Ios protagonistas que Aquella casa en las afueras es una diatriba sutil contra el aborto. Es este el juego del terror: los traumas que sufre la mujer que decidi¨® abortar hace tiempo y el enloquecimiento irreversible de la enfermera que ayud¨® en la operaci¨®n. Si se ha dicho siempre que no hay pel¨ªcula ingenua, ideol¨®gicamente hablando, esta obra de Eugenio Mart¨ªn es una buena prueba de ello. Cuando se tiene entre manos una historia tan burda y tan poco imaginativa, todo resulta, igualmente, torpe. Habr¨ªa que salvar, en todo caso, la actuaci¨®n de Silvia Aguilar, que se empe?a en dar verosimilitud a un personaje incre¨ªble.