Perplejidad en Polonia
CON TORPEZA, con tosquedad, con una evidente perplejidad entre lo posible y lo imposible que no acaban de discriminar, los nuevos dirigentes polacos no aciertan a conducir hacia una calma prudente las fuerzas populares que se les han venido encima. Las cuales est¨¢n tambi¨¦n tocadas de esa perplejidad que corresponde a los momentos hist¨®ricos en -los que la m¨¢s simple- acci¨®n, pero tambi¨¦n la m¨¢s simple omisi¨®n, pueden hacer perder una oportunidad trascendental. Mientras los tribunales rechazan o tergiversan las conquistas obtenidas en negociaci¨®n por el movimiento obrero, sobre todo al reconocer los nuevos sindicatos de Solidaridad, ¨¦stos se dividen entre los que pretenden una moderaci¨®n posibilista para ganar terreno con peque?os movimientos y los que creen que hay que acentuar la presi¨®n y continuar la lucha, porque si ceden no volver¨¢n a levantar cabeza. Son dos actitudes justificadas, tienen cada una su grupo de razones, desde el momento en que hay una incertidumbre en la respuesta con que se pueden encontrar. Vivimos en un mundo de sorpresas. La convocatoria de los dirigentes polacos a Mosc¨² parece coincidir con una exacerbaci¨®n de las medidas de contenci¨®n del movimiento polaco, dentro del ¨¢mbito de la ortodoxia sovi¨¦tica; pero tambi¨¦n con un estado de debilidad con respecto a. su situaci¨®n internacional, a,unos d¨ªas de la Conferencia de Madrid y de las elecciones de Estados Unidos. Hay muchas probabilidades de que la URSS no emplee una fuerza directa -o por intermediarios, que ahora no le son f¨¢ciles de-encontrar- en la represi¨®n del movimiento polaco; pero todo depender¨¢ del momento en que considere que es una cuesti¨®n de vida o muerte para su influencia en Europa, e incluso para su propio r¨¦gimen. No cuesta trabajo adivinar que si hay perplejidad en Polonia, la hay tambi¨¦n en Mosc¨². Y que las mismas fuerzas que alientan las razones de la oposici¨®n -que no dejan de ser genuinas-, domo la Iglesia y Estados Unidos, no saben tampoco hasta d¨®nde pueden llegar demasiado lejos. Est¨¢ claro que una actitud violenta o intransigente no ser¨ªa conveniente para nadie, en un mundo que est¨¢ perpetuamente en riesgo. Desde nuestra ¨®ptica de valores occidentales -que no tiene por qu¨¦ coincidir necesariamente con muchos de los sistemas empleados para defenderlos, que una gran parte de las veces son una pura contradicci¨®n y un motivo de. desaliento- hay pocas dudas de que todo cuanto se organice en torno a las libertades sindicales, a las de expresi¨®n y a las de elecci¨®n deben considerarse imprescindible, y que el movimiento polaco es de los que permiten una recuperaci¨®n de esperanzas en la capacidad humana actual de defensa frente a cualquier peso contrario. La forma en que han sobrevivido estas aspiraciones, aun te?idas muchas veces de ingenuidad o de s¨ªmbolos que pueden aparecer con valor contradictorio, despu¨¦s de tantos a?os en un pa¨ªs tan avasallado aparentemente como Polonia, demuestran su potencia intr¨ªnseca, pero, al mismo tiempo, la escasa solidez filos¨®fica de la manera en que se ha impuesto un determinado r¨¦gimen y la confirmaci¨®n de quienes tienen urgencia en revisar sus principios desde dentro mismo de ¨¦l -como parece ser el caso de muchos dirigentes comunistas polacos- es justa y positiva.
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