Cena con Joan Fuster
La asociaci¨®n Acci¨® Cultural del Pa¨ªs Valenci¨¢ ofreci¨® en la noche del viernes pasado, en Madrid, un homenaje a su presidente, el escritor valenciano Joan Fuster, con motivo de la celebraci¨®n. de las primeras jornadas culturales del Pa¨ªs Valenciano.En un sal¨®n para bautizos, bodas y comuniones, bajo una tarima con plano enfundado, al mando de unos camareros muy duros vestidos de domador, a los que s¨®lo faltaba un l¨¢tigo, el t¨®tem de la cultura valenciana, Joan Fuster, recibi¨® el homenaje de tres gambas con salsa, truchaa la Navarra, solomillo de granito y helado con un diente de melocot¨®n por parte de sus amigos paisanos en Madrild, en un ambiente de cultura marginal, en medio de la ratoner¨ªa general del Estado. Lleg¨® Joan Fuster como un forastero desarmado a la capital, para dar un poco de calor a estas Jornadas del Pa¨ªs Valenciano, que se celebran en el Centro de la Villa. Como la sensibilidad oficial no da para m¨¢s y el dinero que se maneja en esto no llegar¨ªa a sostener una churrer¨ªa, la cosa ha, quedado entre un grupo de amigos que cabr¨ªa en un autocar.
Joan Fuster es un intelectual de primer orden. Sanch¨ªs Guarner es un fil¨®logo muy importante. Vicent Andr¨¦s Estell¨¦s es un excelso poeta. Los tres han pasado por Madrid con las manos en los bolsillos con la misma relevancia que un tr¨ªo de concejales de pueblo que hubiera vertido a solucionar un problema sanitario de su matadero municipal. Ya no te puedes cabrear. Aunque Juli¨¢n Garc¨ªa Candau, que es todav¨ªa muy sano, salte a los postres en plan Robespierre de la huerta, despotricando contra el secular abandono, la pertinaz sequ¨ªa y la golfer¨ªa de los partidos, hay que asumir el trauma. Para los pol¨ªticos, el valenciano es un se?or que tiene cabeza de naranja y toca el clarinete despu¨¦s de la paella, en el Ministerio del Ramo Joan Fuster puede ser confundido con un taxidermista, Sanch¨¦s Guarner con un coleccionista de.sellos y Andr¨¦s Estell¨¦s con un versificador de domingo, en los c¨ªrculos ganaderos de Prado del Rey, dentro de este clima general de traspaso por no poder atender, Valencia es consideradacomo un sitio donde hay mucho arroz y hace una temperatura agradable. Pero resulta que esta nueva conciencia de un pueblo que en Madrid no despierta el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s, en Valencia levanta unas pasiones de rosario de .la aurora, b¨¢nderazo va y banderazo viene, hay garrotes enfundados con la senyera y se ponen bombas en la ventana de intelectuales con muchas dioptr¨ªas.
Puedo jurar que en el homenaje ¨ªntimo y culinario a Joan Fuster no hab¨ªa ninguna se?orita vestida de fallera, ni tipos de terciopelo corto, calzas azules y alpargatas de c¨¢?amo con una bufanda a rayas en la frente, una borla colgando por la oreja y un pend¨®n bordado en la mano. Hab¨ªa gente con pipa y melena, comensales pesimistas con barba, artistas y profesionales, un grupo de amigos no cohesionado por el arroz abanda, sino por la sensaci¨®n de deterioro en que ha ca¨ªdo su propia identidad. Para tener una idea de lo que significa ser valenciano en Madrid, m¨¢s all¨¢ de cualquier pasodoble del maestro Serrano, con un decorado de la Albufera al fondo, esta cena da la medida exacta. Nada de nada. Joan Fuster estaba all¨ª, como un ap¨®stol llegado de provincias para hablar a una cofrad¨ªa de fieles en la di¨¢spora reunida en las catacumbas de la metr¨®poli, en un cen¨¢culo para bodas y comuniones en los altos de Cuatro Caminos, entre la desolaci¨®n de una ca¨ªda hortera del Imperio Romano. Yo lo ve¨ªa as¨ª, cuando se levant¨® a hablar al micr¨®fono. Este hombre flaco, de ment¨®n m¨ªnimo metido en las alas de la camisa abierta, nariz de p¨¢jaro carpintero con gafas, inteligente, ir¨®nico y cansado, con el cigarrillo en los dedos era, sin duda, el gran enviado de la iglesia de Antioqu¨ªa, que hab¨ªa llegado hasta aqu¨ª para levantar el ¨¢nimo a unos cristianos de la alcantarilla. La cultura valenciana no est¨¢ sometida a persecuci¨®n. Ahora todo es m¨¢s sofisticado. No hay circo con leones sangrientos, sino carpas con payasos de tromp¨®n de varas. Sus amigos hemos hecho con Joan Fuster lo que hemos podido. Le hemos dado de cenar en el s¨®tano, le hemos escuchado. El resto es silencio.
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