Nueva visi¨®n de Espa?a en la OTAN
LA OPOSICI¨®N socialista ha expresado su intenci¨®n de formar una mayor¨ªa parlamentaria centrada en la oposici¨®n al ingreso de Espa?a en la OTAN. Este planteamiento aparece en el momento en que el triunfo decisivo de Reagan, que llega a parecer a los medios conservadores de Espa?a como el inicio de una nueva era, hace pensar a la opini¨®n p¨²blica en la proximidad mayor que antes de una guerra mundial y, por tanto, en la necesidad de redoblar los esfuerzos espa?oles para desgajarse en lo posible de una inmersi¨®n en ese conflicto. No parece que hoy mismo, si el tema se llevara al Parlamento por la v¨ªa de la mayor¨ªa simple de diputados -como en un momento pudo ser la intenci¨®n del Gobierno-, el frente contra la OTAN tuviera muchas posibilidades: otra cuesti¨®n ser¨ªa si la importancia del tema llevase al requerim¨ªento de la aprobaci¨®n por dos tercios o a un refer¨¦ndum nacional. Pero el Gobierno, de todas formas, debe examinar con cuidado cualquier audacia unilateral en este sentido si todav¨ªa conserva la creencia d¨¦ que es la opini¨®n p¨²blica, y no sus propias necesidades y compromisos, la que debe influir en esa decisi¨®n.De todas formas, no es solamente la entrada y permanencia de Espa?a en la OTAN lo que comprometer¨ªa a nuestro pa¨ªs en la posibilidad de una guerra mundial, sino el pacto bilateral con Estados Unidos, con sus bases conjuntas; su reconducci¨®n, aun consiguiendo, como parece probable, cl¨¢usulas m¨¢s favorables para Espa?a y aun consiguiendo que permanezcamos dentro del ¨¢rea desnuclearizada -lo que va a ser m¨¢s dificil de lograr con la presidencia de Reagan- Para muchos existe adem¨¢s un factor de inevitabilidad o de destino hist¨®rico: si sobreviniese esa tercera guerra mundial, nadie quedar¨ªa libre de ella, ni siquiera los neutrales. Es un tipo de pensamiento fatalista que no debe prevalecer.
La tradici¨®n espa?ola en las dos guerras mundiales precedentes es la de neutralidad. En los dos casos fue positiva; en el primero produjo una gran euforia econ¨®mica, que no pudo realizarse en el segundo porque el pa¨ªs estaba agostado por la guerra civil y porque la neutralidad no era enteramente honesta y estaba te?ida de una fuerte coloraci¨®n de simpat¨ªa oficial -que no p¨²blica- por el campe nazi. Aun as¨ª, se evitaron los peores desastres.
El golpe de Estado de Turqu¨ªa acaba de tener tambi¨¦n una de sus causas en la. propagaci¨®n del pensamiento neutralista; a Portugal le cost¨® perder algunas de las premisas de su revoluci-¨®n. Aunque la Administraci¨®n republicana y la imagen de Reagan no vayan a ser en la pr¨¢ctica tan fieras como, en sus programas y declaraciones, parece que hay pocas dudas de que el neutralismo, la neutralidad, van a ser menos respetadas ahora en Washington, y que incluso los fen¨®menos de relativa reducci¨®n del compromiso por parte de Francia que ya renunci¨® a la OTAN con De Gaulle y que no tiene el menor deseo de volver- y de la Rep¨²blica Federal de Alemania van a sufrir toda clase de presiones. Ese frente europeo, que comenzaba a tener en cuenta muy seriamente los intereses del continente como distintos en ciertos casos de los de Washington, parec¨ªa convenir mucho a Espa?a, aunque no gozaba del Favor del Gobierno, que hab¨ªa optado ya por una clara inclinaci¨®n a la forma occidental expresada por Estados Unidos, y que lo est¨¢ demostrando en sus intervenciones en la organizaci¨®n de la Conferencia de Seguridad, hoy gravemente amenazada de fracaso. Es indudable que Espa?a tiene una doble vocaci¨®n occidental: una, por su prop¨ªa naturaleza geogr¨¢fica y cultural y por su sistema de vida otra, por el repudio mayoritario de nuestro pueblo del sistema sovi¨¦tico, tanto en las bases de su ideolog¨ªa como en los resultados pr¨¢cticos de su r¨¦gimen.
Pero frente a la idea de que Occidente s¨®lo puede entenderse a la manera de Estados Unidos a¨²n hay otras muchas maneras de considerarlo, verlo y adaptarlo, que incluyen, desde luego, no pocos puntos de vista de Washington, pero que no se circunscriben a ¨¦stos. Por supuesto, tienen raz¨®n los que dicen que una mayor distancia de Espa?a del bloque, militar occidental es una forma de favorecer a la URSS. Pero que a la URSS le convenga, como es la realidad, que. Espa?a no entre en la OTAN ni en ning¨²n otro pacto ideado contra ella, o que a Estados Unidos le convenga lo que le fortalece son razones marginales.
El debate de la OTAN tiene otras premisas en estos momentos; sin creer con demasiada firmeza en que vaya a sobrevenir una ?era Reagan? capaz de modificar hasta las realidades espa?olas - curiosa posici¨®n de muchos llamados patriotas-, es indudable que van a redoblarse los esfuerzos en ese sentido, es, por tanto, m¨¢s deseable -que nunca que sean apoyadas a su vez las tendencias que traten de examinar la profundidad del problema a partir de una informaci¨®n exhaustiva y veraz, de una penetraci¨®n de datos en la opini¨®n p¨²blica y de una exposici¨®n suficientemente amplia de opiniones. La decisi¨®n sobre la OTAN es una decisi¨®n de car¨¢cter nacional. Decir un s¨ª o un no bas¨¢ndose en una m¨ªnima mayor¨ªa parlamentaria, sin un debate p¨²blico y amplio, ser¨ªa un fraude de la clase pol¨ªtica.
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