Una mujer
Cuando el fil¨®sofo Max Picard afirmaba ser un ultrarreaccionario buscaba provocar, pues estaba hasta la coronilla de la beater¨ªa biempensante del mundo intelectual y harto tambi¨¦n del falso progresismo que pretende estar al d¨ªa. Encrespado por la accci¨®n de los pseudoguerrilleros culturales, Picard, para atacarlos a fondo, empleaba la exageraci¨®n y la profec¨ªa mesi¨¢nica, sintonizando la onda de Le¨®n Bloy, que tanto escandalizaba a los peque?oburgueses que presum¨ªan de ideas avanzadas. La intenci¨®n de Picard, como la de Bloy, era avergonzar a los fariseos amigos del statu quo.Hoy, en Espa?a, con tanto farise¨ªsmo que no osa comprometerse con el divorcio, quiere ignorar el aborto y no tiene arrestos para dar la cara al terrorismo, noto a faltar entre nosotros a los Max Picard, con su fina iron¨ªa,
m¨¢s a¨²n a las mujeres con los ovarios bien puestos de una Edith Stein.
Menuda, casi et¨¦rea, Edith Stein analizaba las cosas de manera parecida a Picard, pero quiz¨¢ con m¨¢s profundidad a¨²n., de una manera m¨¢s l¨²cida y, desde luego, en una direcci¨®n, distinta a la de ¨¦l. Famosa por su tremenda erudici¨®n, dotada de una brillante inteligencia, hab¨ªa bebido desde su ni?ez hasta la ¨²ltima gota de todo el movimiento cultural e intelectual de su ¨¦poca. La frase que circulaba en su ambiente era rotunda: ?Golpea la piedra (Stein, en hebreo) y ver¨¢s brotar la sabidur¨ªa?. Incluso hasta su incre¨ªble memoria forma parte del mito. Nacida en Bresalu, el 12 de octubre de 1891, en su infancia, transcurrida en un culto hogar jud¨ªo, conoci¨® m¨¢s que cuentos infantiles los libros de Schiller y de Goethe. Del Gymnasium, donde fue la mejor alumna, pas¨® a la universidad para estudiar filosof¨ªa germ¨¢nica, aunque su pasi¨®n por el conicimiento la conduce a la psicolog¨ªa. Es precisamente en un seminario dedicado a la ?Psicolog¨ªa del pensamiento? cuando experimenta la revelaci¨®n de Eelmund Husserl. Lee y subraya sus Investigaciones l¨®gicas y repasa, una a una, todas las obras del creador de la fenomenolog¨ªa, continuando sus estudios en Gottinga y ampli¨¢ndolos con la investigaci¨®n y el an¨¢lisis de la historia.
Poco interesada por los juegos juveniles, Edith Stein parece alejada del mundo. Pero al estallar la primera guerra mundial abandona la facultad y dedica todos sus esfuerzos a la Cruz Roja como enfermera de primera l¨ªnea. Finalizada la contienda, retorna a Gottinga y se grad¨²a doctor suma cum laude con una tesis sobre el problema de la Empat¨ªa, una disciplina que a?os despu¨¦s intentaron aplicar a la publiciad de consumo algunos magos, como Paul Lazarsfelel; su primera mujer, Herta Herzog, y Ernest Diechter, los tres renombrados psic¨®logos de Yale y Madison Avenue.
Su fama de estudiosa la alejaba de sus compa?eros, pero Edith Stein era una mujer vital; amaba las cosas sencillas y los placeres simples, las excursiones, el teatro, la ropa c¨®moda, y cuando, desde Friburgo, la llama su maestro Edmund Husserl, nombr¨¢ndola ayudante personal de su c¨¢tedra, no hubo, aparentemente, cambios en su car¨¢cter.
El descubrimiento religioso de la Stein es un tema que todav¨ªa se discute; hay quien opina que el hecho se produjo en el momento en que los estudios condujeron a Edith a leer el padrenuestro en g¨®tico, graf¨ªa que ella conoc¨ªa desde los veintid¨®s a?os, cuando asist¨ªa a las clases de Max Scheler, cat¨®lico y, como ella, de origen jud¨ªo. El trato de otra familia hebrea, la de Adolfo Reinach, acentu¨® todav¨ªa m¨¢s el inter¨¦s de Edith por la religi¨®n. En 1921, y por azar, cae en sus manos La vida de Santa Teresa de Avila, escrita por ella misma. Es tal la conmoci¨®n que le produce la lectura que, seg¨²n cuenta Edith, emocionada. ?no pude llegar hasta el final: cerr¨¦ el libro?. Acude diariamente a misa y es bautizada el 1 de enero de 1922. Ten¨ªa 31 a?os, y afirma: ?Soy cat¨®lica, pero m¨¢s jud¨ªa que nunca, y no s¨®lo en la carne, sino tambi¨¦n en el esp¨ªritu?.
En el momento en que aparece su Causa lidad ps¨ªquica comienzan las conjeturas sobre su conversi¨®n religiosa. Unos intentan explicarla como una forma silenciosa de huida mundana; otros atribuyen esta decisi¨®n a un desinter¨¦s por el sexo, pero la respuesta exacta pod¨ªa darla la propia Stein, aunque nunca quiso ser muy esclarecedora en este tema. Cuando alguien se lo preguntaba, ella respond¨ªa siempre: ?Secretum meum rnihi?.
La necesidad de distinguir a la persona libre del funcionamiento ps¨ªquico est¨¢ se?alada en Causalidad ps¨ªquica, convicci¨®n que persiste en La fenomenolog¨ªa de Husserl y la filosofia de Santo Tom¨¢s. Cuando en 1931 traduce al alem¨¢n el Tratado sobre la verdad, de Santo Tom¨¢s, los cr¨ªticos competentes saben que se encuentran ante una de las figuras m¨¢s grandes del siglo. Edith Stein segu¨ªa insistiendo: ?El bautismo no me ha separado de mi pueblo, Israel?; y para demostrar que pertenece al pueblo jud¨ªo, acude a la sinagoga para escuchar los Salmos en su idioma original, el hebreo. Como profesora del Instituto Alem¨¢n de Pedagog¨ªa Cient¨ªfica, de Munster, realiza diversos trabajos de reforma avanzada, relacionados con la educaci¨®n superior; es el momento en que, con la pasividad o la ayuda de todo un pueblo, un loco accede al poder.
La llegada de Hitler a la canciller¨ªa precipita la decisi¨®n de Edith Stein. El 14 de octubre de 1933 se dirige al convento de las Carmelitas Descalzas y quiere tomar los h¨¢bitos. La llegada de la eminente investigadora, en la plenitud de sus 42 a?os, provoca un conflicto entre las hermanas, que le preguntan ?si sabe coser bien?. Edith responde que ?no sabe, ni bien ni mal?, pero que ?quiz¨¢ podr¨ªa seguir con sus trabajos filos¨®ficos?. Se lo prohiben, pero s¨®lo durante un a?o.
El 15 de abril de 1934 toma los solemnes votos. Edith Stein es una hermana m¨¢s de la Orden del Carmelo. Escribe Ser limitado e imitado, pero los nazis queman las pruebas de p¨¢gina. En ese trabajo aparece la m¨¢s depurada elaboraci¨®n del m¨¦todo fenomenol¨®gico de la filosof¨ªa existencialista y del pensamiento cristiano. En esas aguas se anuncian los temas que luego har¨¢ suyos y desarrollar¨¢, a su manera, Jean-Paul Sartre; ?Mi ser, tal como lo encuentro, es un ser anihilado?, dice Edith. Como Sartre, comprende que el hombre es un ?ser entre otros?. Todos los fundamentos se apoyan en Heidegger, obviamente; pero, sobre todo, en su maestro y amigo Edmund Husserl.
El an¨¢lisis de la pareja humana no escapa a su investigaci¨®n; plantea el tema como un combate contra una determinada concepci¨®n de la mujer: ?Una mujer no maternal -que no es lo mismo que una mujer sin hijos- es para casi todo el mundo un espectro. S¨®lo una feminista en la fiebre del extremismo negar¨¢ que la vocaci¨®n de la mujer difiere de la del hombre?. Para E. Stein, la inclinaci¨®n maternal marca la esencia de la mujer; en ella, ese car¨¢cter es, como en el artista, una incansable b¨²squeda de los contenidos amplios m¨¢s que el hallazgo de las leyes. Una mujer no tiene por qu¨¦ ser un hombre de sexo femenino. Quienes se dedican a la pol¨ªtica, hombres y mujeres, debieran dar un repaso-?un repaso?- a las teor¨ªas de Edith Stein. Ella sostiene que la mujer, en comparaci¨®n con el hombre, se inclina m¨¢s hacia las personas, hacia las cosas; en definitiva, m¨¢s hacia lo concreto que a lo abstracto. Lo abstracto no ofrece ninguna dificultad de comprensi¨®n por parte de la. mujer, pero esa condici¨®n no tendr¨ªa inter¨¦s para ella si no fuera porque, a trav¨¦s de un tema abstracto, la mujer llega a interesarse por otro ser. En otras palabras: las ciencias que se ocupan de las cosas vivas y de las personas tienen mayor recepci¨®n en la mujer que en el hombre.
Edith Stein escribi¨®, investig¨® y luch¨® por la igualdad de los sexos, que ella llamaba la naturaleza com¨²n de los hombres y las mujeres; pero a?ad¨ªa que cada uno de ellos, hombre o mujer, tiene sus propios designios.
En 1938 tiene que abandonar Alemania y elige Holanda como refugio. All¨ª tambi¨¦n padece la ocupaci¨®n nazi, aunque los esbirros de Hitler no encontraron en los Pa¨ªses Bajos una Iglesia obediente ni mansa, ni tan siquiera pasiva; al contrar¨ªo, se toparon con un clero altivo y valeroso. El 11 de julio de 1942, los obispos leyeron en todas las iglesias una pastoral colectiva expresando su repulsa y horror ante las criminales medidas antisemitas. Los alemanes intentaron un apaciguamiento, prometiendo que los jud¨ªos cat¨®licos no ser¨ªan deportados. Los obispos contraatacaron, el 26 de julio, con otra pastoral: ?Imploremos, pues, amad¨ªsimos, para que Dios fortalezca al pueblo de Israel?. El 2 de agosto, todos los religiosos y religiosas de origen jud¨ªo son declarados prisioneros en sus propios monasterios. As¨ª detuvieron, tambi¨¦n, a Edith Stein.
Un mes despu¨¦s, el 9 de septiembre de 1942, fue asesinada en el campo del exterminio y del horror de Auschwiltz. Los nazis, con su apresuramiento por eliminarla, desmotraron el terror que ten¨ªan por la insigne fil¨®sofa, historiadora y feminista. En el fondo es l¨®gico que as¨ª fuera: uno s¨®lo de sus cabellos val¨ªa m¨¢s que todos los hombres de raza superior que hab¨ªan so?ado con milenios de dominaci¨®n.
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