Aranguren
Mis Primeros conocimientos de Araguren los tuve -como tantos otros conocimientos- por Jim¨¦nez Lozano, te¨®logo de juventud y amigo de Valladolid. Distra¨ªdo como andaba yo con mis poemas l¨ªricos y mis prosistas barrocos, con mi Stefan George y mi Faulkner, lo de aquel neounamuno que escrib¨ªa siempre de Dios me quedaba un poco alto.Empec¨¦ a conocerle en sus libros y art¨ªculos. Recuerdo que una vez hablaba de algo as¨ª como esa ?gimnasia espiritual? en que consist¨ªa la misa (antes del Concilio, no s¨¦ ahora), y yo, que en la adolescencia cruel y celiana ya no iba a misa, encontr¨¦ muy bien aquello. Luego, cuando los despegaron de la c¨¢tedra, casi con la manga de los bomberos, a ¨¦l, a Tierno y dem¨¢s basca, empec¨¦ a comprender que un neonoventayocho, m¨¢s bizarro y menos casticista, estaba funcionando en/contra el coraz¨®n sentimental de la dictadura. Aranguren se fue a Estados Unidos y una vez Gigi Corbetta le hizo unas fotos donde est¨¢ como es feo como Sartre y alto como Unamuno. De Sartre tiene lo de gran ?encarnador?. Tambi¨¦n Aranguren ha encarnado muchas cosas en el antifranquismo/posfranquismo, sin que se sepa muy bien por qu¨¦, ya que el resultado total de su personalidad siempre es superior a la suma de los sumandos. En ese error aritm¨¦tico, en ese exceso, est¨¢ siempre el secreto de una personalidad. De Unamuno tiene el rollo religioso -Blas de Otero dec¨ªa que ?Unamuno es una carraca?-, y ahora que lo he le¨ªdo todo de Aranguren, puedo decir que lo que m¨¢s me gusta de ¨¦l, interes¨¢ndome todo, es un art¨ªculo que hizo en este peri¨®dico acus¨¢ndose de ?medio jesuita?. El haber sido/estado en los jesuitas es algo que necrosa o vivifica media personalidad para siempre, si no toda, como haber estado en la Divisi¨®n Azul, por ejemplo, y ja aceptaci¨®n de ese medio/Aranguren unidimensional, jesuita y sin atributos mundanos me parece una brecha confesional, unamuniana, que nuestro personaje podr¨ªa llevar muy lejos.
Quiz¨¢ el Aranguren jesuita es el que se queda corto cuando escribe de la mujer, por ejemplo, y no s¨¦ s¨ª es el mismo o el otro (inconveniente y ventaja de ser dos, que es lo que hay que ser, por lo menos), el que se queda muy ajustado cuando escribe de marxismo. A Aranguren lo recuerdo bailando con todas nuestra mujeres en la verbena de este peri¨®dico, n¨²mero 1.001 (esto de EL PAIS s¨ª que es una epopeya del espacio), y hace una semana hemos estado juntos, con M¨¢ximo, en Sevilla, lo cual que nos dejaron sin cenar, que los andaluces son as¨ª de espirituales, y el maestro, que alguna vez fue m¨ªstico, se dol¨ªa de las hambres del alma. En vez de cena nos ofrec¨ªa un caf¨¦ la largueza sevillana, y Aranguren dijo:
-Los seres sensibles, como Umbral y yo, no podemos tornar caf¨¦.
Gran lector de la prosa del mundo, Aranguren no ha podido, naturalmente, detenerse mucho en la m¨ªa, que s¨®lo es la prosa de Valladolid (tan altamente representada por otros: Guill¨¦n, Mar¨ªas, Tovar, Delibes, etc¨¦tera), y de las veces que me ha citado, una vez me llama costumbrista y otra dorsiano, t¨¦rminos que se contradicen, pero que se agradecen. Disc¨ªpulo y ex¨¦geta de Eugenio d'Ors (pronto participaremos juntos. en una mesa circundors¨ªana, me parece), tiene de aqu¨¦l, como de Ortega, la cualidad dispersa, fragmentaria, coyuntural, actual¨ªsima, del escrito breve que devuelven la pelota cultural, pol¨ªtica, social, de un instante del pensamiento.
Esto, que se le ha reprochado por los palizas y fan¨¢ticos del ?sistema? (ahora que no queda en pie otro que el sistema m¨¦trico decimal, y en precario), es su mayor s¨ªntoma de contemporaneidad, lo que le ha ganado el fervor de las mocedades y se le ha recordado venturosamente en el homenaje universitario del otro d¨ªa. Ser fragmentario es ser libre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.