Alfonso Nadal el hombre de los mil cuerpos
La madrile?a sala de fiestas Caribiana presenta un nuevo espect¨¢culo titulado Halloo... Mr. Nadal!! El buen se?or, el gran castigador, es Alfonso Nadal, ?el hombre de los mil cuerpos?. De entrada, permanece en la sombra; un ballet -blanco, negro y plata aparece para abrir boca, y en ¨¦l se infiltra Malte Sancho, la primera vedette, que canta de esta guisa: ?Soy libre / y puedo elegir. / Puedes ser t¨² o t¨² o t¨²... / Mi cuerpo puede ser tuyo. / No tengas dudas, soy mujer?.Una vez instalada la duda, varias se?oritas reclaman telef¨®nicamente a Nadal. Llega, nos dice, para olvidarse de sus fracasos y para a todo decir que s¨ª. A partir de ese instante, con fondo de decorados pobretones, ¨¦l ser¨¢ el centro del espect¨¢culo. Se transforma en baturro, se llama Alejo D¨ªo y es natural de Villalmeja. Sus chistes culturales alcanzan altas cimas nevadas. Ella: ??Qu¨¦ piensa usted de Las Meninas de Vel¨¢zquez??. El: ?Yo no sab¨ªa que tuviera varias mininas?. Lo asombroso es que el p¨²blico, entre el que es f¨¢cil divisar conocidas figuras de la escena espa?ola, se r¨ªe a pierna suelta. Y m¨¢xime cuando la zafiedad se hace coplera: ?Por las ma?anitas, / cuando me levanto, / tengo la colita / m¨¢s dura que un canto?.
Se transforma luego Nadal en Roc¨ªo Jurado (y bueno fuera que aprendiese de Miguel Velasco) y, minutos despu¨¦s, en Sara. Montiel (y bueno fuera que aprendiese de Luis Sarahay), aplic¨¢ndole a esta ¨²ltima la autoatabanza de sus senos ¨²nicos: ?Porque los de Marujita D¨ªaz no son pechos, sino caderas?. A?adido elocuente: ?Y de los de Lola no hablemos, que despu¨¦s de amamantar a esa ni?a se ha quedado bizca de pezones?.
La otra cara de Alfonso Nadal, cantante trascendental, agrava la tormenta sopor¨ªfera. Riza el rizo en el papel de Jorge Negrete, acompa?ando a Rosa Mar¨ªa en una triste fiesta mexicana. Hay m¨¢s: evoluciones demenciales del ballet Pink Rose, p¨²dico coito bajo un gran sombrero, y un domador domado. Pero hay, sobre todo, mal gusto, ausencia de gracia, y tedio a raudales.
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