No una l¨¢grima, sino una sonrisa
Bueno, veamos: Cirilo muri¨® antes de las primeras luces, ayer, cuando ya iba que se iba a su trabajo -a su tajo de micr¨®fono, quiero decir- en Radio Nacional de Espa?a. Me cuentan que, de pronto, se como ahog¨® y que sus gentes, que con ¨¦l estaban, le preguntaron si era la fatiga de otras veces, la que tra¨ªa de atr¨¢s por sus pulmones, la que le maltrat¨® algunas veces en sus tiempos de Nueva York. Pero Cirilo dijo que no, que era, aquello, diferente. Y ya no m¨¢s. Ya no dijo m¨¢s. Ya no estuvo m¨¢s. Bueno, vale, cada cual nos vamos, nos iremos, de una manera.As¨ª y todo es como propio, como digno aunque sea tambi¨¦n como injusto y nada conveniente, que se quedara sin palabra a punto que estaba de tomar ¨¦l su palabra. Porque Cirilo Rodr¨ªguez vivi¨® y trabaj¨® con la palabra. Que no es poca cosa ni mediana carga ni liviano menester. Yo, claro, le he visto y le he o¨ªdo y le he sentido manejar ese instrumento de la palabra muchas veces y doy fe y certifico y mantengo que, junto al micr¨®fono, se trasmudaba. Consciente, intencionada, hasta fr¨ªamente. Que es (a diferencia de los muchos desmelenados inc¨ªvicos y pelafustanes que nos atacan por algunos flancos de la radio) el sello de un profesional. Cirilo ten¨ªa el don de saber utilizar el micr¨®fono como un instrumento y nunca como un sof¨¢.
Cierto, ciert¨ªsimo, y yo lo s¨¦, que alguna vez s¨ª lo utiliz¨® para sacarse del alma un grito o una san¨ªsima rebeld¨ªa, que as¨ª de problem¨¢ticas le fueron de tiempo en tiempo las cosas y as¨ª pidieron, como quien pide una cabeza, su voz. En cualquier caso, y sea como sea y por lo que sea, para m¨ª tengo que volvi¨® a Espa?a, tras m¨¢s de diez a?os en su amad¨ªsimo Nueva York, con la ilusi¨®n y la esperanza de hacer m¨¢s cosas que las que pudo hacer y, sin duda, hubiera hecho. Pero su obra en la radio, recortada por las circunstancias y cortada por la muerte, ya vale, ya est¨¢, ya habremos de contar con ella. Se puede aprender de Cirilo. Yo lo hice.
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