Lasse Viren, el adi¨®s de un mito ol¨ªmpico
Lasse Viren, uno de los mejores atletas de todos los tiempos, se despide hoy. Su ¨²ltima carrera ser¨¢ en el cross de Gateshead, en Inglaterra. Despu¨¦s se retirar¨¢ ya a descansar en su villa natal, Myrskyla, donde ha levantado una casa sobre los terrenos que le ofrecieron los finlandeses. Su ¨²nico contacto con el deporte ser¨¢ ahora a trav¨¦s de una representaci¨®n de calzados deportivos.
La retirada de Viren no es una cuesti¨®n de edad. Tiene ahora 31 a?os, casi la edad ideal de un corredor de fondo -Yifter le gan¨® en Mosc¨² con 35- y ni siquiera va a continuar en las pruebas de marat¨®n, actual refugio de los atletas que ya perdieron la velocidad necesaria como para destacar en pista. Ha sido siempre un atleta que se ha tomado grandes descansos. Puede decirse que se preparaba ¨²nica y exclusivamente para las pruebas ol¨ªmpicas. Entre Juegos y Juegos, pr¨¢cticamente desaparec¨ªa de los rankings, sin que los campeonatos europeos le significaran aliciente como para ponerse de nuevo en forma.Realmente han sido los Juegos Ol¨ªmpicos la ¨²nica competici¨®n en la que destac¨® este finland¨¦s larguirucho, de barba rala y gesto hosco, que s¨®lo transformaba cuando daba la vuelta de honor tras el triunfo.
En Munich, 1972, su victoria en la final de 10.000 dio la vuelta al mundo por la manera en que la logr¨®; mediada la carrera, sufri¨® una ca¨ªda y qued¨® descolgado del grupo de cabeza. El deb¨² ol¨ªmpico de este hasta entonces desconocido atleta, iba a pasar inadvertido. Pero Viren fue escalando puestos hasta colocarse de nuevo en cabeza y ganar la medalla de oro, con un tiempo de 27.38.4. ?R¨¦cord del mundo! Una semana m¨¢s tarde, las miradas estuvieron puestas en ¨¦l; corri¨® y gan¨® la final de 5.000. Hab¨ªa resucitado la vieja escuela finlandesa de los grandes corredores y su nombre se citaba, junto con los de su compatriota Kolehmainen, el checoslovaco Zatopek y el sovi¨¦tico Kuts, ¨²nicos atletas que hab¨ªan logrado ganar en 5.000 y en 10.000 en unos mismos Juegos Ol¨ªmpicos.
Cuatro a?os m¨¢s tarde lleg¨® la cita de Montreal. La expectaci¨®n era m¨¢xima porque, despu¨¦s de Munich, hab¨ªa batido meses m¨¢s tarde el r¨¦cord mundial de 5.000 -13.16.4-, pero despu¨¦s hab¨ªa desaparecido. Ni siquiera en los europeos de Roma hab¨ªa destacado, pues de ¨¦l se esperaba algo m¨¢s que una sola medalla de bronce. Pero Viren, al conjuro de una nueva cita ol¨ªmpica, resurgi¨®. Volvi¨® a ganar en 10.000 despu¨¦s en 5.000 y veinticuatro horas m¨¢s tarde hizo su deb¨² en la. marat¨®n, donde qued¨® quinto. Viren era ya todo un mito porque hab¨ªa superado incluso a los viejos maestros que hab¨ªan logrado el doblete. Pero su calidad fue puesta en dada cuando se dijo que corri¨® en Montreal dopado por su propia sangre. Efectivamente, qued¨® demostrado que inyectase un litro de la propia sangre que hubiera sido extra¨ªda unas semanas antes serv¨ªa para paliar una deficiente preparaci¨®n f¨ªsica., Pero nada se pudo demostrar, a no. ser el perfecto estilo de Viren, pleno de elegancia, soltura y digno de los aut¨¦nticos campeones.
Nuevamente Viren desapareci¨® del mundo atl¨¦tico, ni siquiera particip¨® en los campeonatos europeos dos a?os despu¨¦s, y su reaparici¨®n en los Juegos Ol¨ªmpicos de Mosc¨² estuvo llena de incertidumbre. Una lesi¨®n, tratada quir¨²rgicamente, le recuper¨® lentamente y Viren lleg¨® a la nueva cita ol¨ªmpica sin haber alcanzado la forma de otras ocasiones. Se clasific¨® para la final de 10.000 y fue quinto. En la ¨²ltima vuelta se qued¨® ?clavado? cuando Yifter salt¨® despu¨¦s de que su equipo le hiciera la carrera. Para Viren signific¨® su primera derrota ol¨ªmpica y la carrera in¨¢s dura que jam¨¢s hab¨ªa disputado. D¨ªas m¨¢s tarde decidi¨® no salir en 5.000. Prefiri¨® guardas fuerzas para la marat¨®n, pero ah¨ª tampoco fue el Viren que todos quer¨ªan ver.
Como es costumbre, de ¨¦l nada m¨¢s se supo, hasta que apareci¨® en Nueva York para correr, invitado, la marat¨®n. Su actuaci¨®n pas¨® inadvertida, pero no as¨ª su presencia. Mientras se entrenaba, su semblante serio contrastaba con la amabilidad y simpat¨ªa de los corredores neoyorkinos que se esforzaban para ponerse a su lado y saludarle. Era ya un hombre al borde de la retirada. Hoy es el d¨ªa del adi¨®s a un mito ol¨ªmpico.
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