El articulista
Alguna vez he escrito sobre el Unamuno articulista, que para m¨ª es, casi, el Unamuno m¨¢s interesante, y no s¨®lo por deformaci¨®n profesional (una deformaci¨®n que forma y conforma mucho), sino por la propia calidad/entidad que alcanza don Miguel en el g¨¦nero.Todo el 98 escribe en los peri¨®dicos, claro. Azor¨ªn hace el laconismo literario dentro del laconismo period¨ªstico. Yo creo que mayormente era lac¨®nico de ideas. O sea corto. Valle-Incl¨¢n escribe art¨ªculos preciosistas, aparte sus cr¨®nicas de la Gran Guerra, recogidas en La media noche. Machado escribe unos art¨ªculos sobrios, claros, con ideas bien puestas bajo el sombrero duro del pensador ar¨¢bigo-castellano. (Aparte sus juveniles colaboraciones de prensa con el seud¨®nimo de Cabellera.) P¨ªo Baroja logra art¨ªculos muy hermosos, pues el talento de Baroja est¨¢ tambi¨¦n en el laconismo, y lo que le pierde, yo creo, es la necesidad de enchufar unos episodios a otros para que le funcione una novela/tranv¨ªa (como dec¨ªa de ellas P¨¦rez de Ayala). Pero Unamuno, que no entiende el art¨ªculo como manera bohemia de ganarse la vida en los peri¨®dicos, ya que tiene su c¨¢tedra y su provincia (y su falta de largueza o exceso ahorrativo), Unamuno, digo, escribe art¨ªculos perfectos, magistrales, con toda la rapidez de ideaci¨®n y de prosa que requiere el g¨¦nero. Y diremos por qu¨¦: porque muchos de los razonamientos de Unamuno han nacido, como sabemos, de un sofisma, y un sofisma, por brillante que sea, no aguanta m¨¢s que las dimensiones de un art¨ªculo. En quinientas p¨¢ginas ser¨ªa insostenible.
?Quiere esto decir que Unamuno era un monedero falso del articulismo en particular o de la literatura en general? Ni mucho menos. Quiere decirse, m¨¢s bien, que el art¨ªculo (como el soneto, como el beso, como todos los g¨¦neros cortos) es verdad mientras dura.
Hay verdades l¨ªricas, intuiciones, como muchas de Unamuno, que tienen, a lo mejor, un origen meramente etimol¨®gico, o parad¨®jico, y que dan su luz un momento, ilumin¨¢ndonos para futuras o m¨¢s duraderas averiguaciones. Nada como el art¨ªculo para soltar hilo a una de esas verdades, el art¨ªculo cometa que vuela un momento en el aire del pensamiento, como las cometas de la ¨¦poca de entre dos siglos, la de Unamuno.
El art¨ªculo tiene algo de cometa impresa.
Esas verdades menores, que muchas veces son el grano de mostaza de una verdad mayor (o hipostasiada, sencillamente), se encuentran a cientos en los art¨ªculos de don Miguel, que estil¨ªsticamente nos son admirables por la dura flexibilidad de la prosa. Hablaba Eugenio d'Ors de prosas forjadas y prosas fundidas, como el hierro, decidi¨¦ndose por las primeras, que acusan la nobleza del esfuerzo, la impresi¨®n de la mano y la sobriedad de un trabajo duro. Eso es lo que el vasco Unamuno hace con el hierro fr¨ªo del castellano, torn¨¢ndolo candente y fluido. Cuando el hierro, la prosa, el art¨ªculo, el castellano de Unamuno vuelven a enfriarse, encontramos una pieza de una vez, una pieza de una pieza, y sentimos que su poderoso y defectuoso castellano es soluble en el lat¨ªn y el griego, ¨¢cidos a los que ¨¦l lo ha sometido para transmutarlo. Toda esa herrer¨ªa mental es nada menos que un art¨ªculo. Un art¨ªculo de Unamuno.
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