Teor¨ªa y pr¨¢ctica del Partido Liberal-Radical
Cuando va a cumplirse un lustro del ¨²ltimo pluralismo pol¨ªtico, el sistema democr¨¢tico espa?ol presenta inquietantes s¨ªntomas de apat¨ªa en sus bases electorales -incremento del abstencionismo general y local, descensos espectaculares en la militancia partidista- y de inseguridad en el programa y talante del liderazgo parlamentario e institucional.La anterior experiencia o inexperiencia de una clase pol¨ªtica sometida a un estajanovista esfuerzo de, adaptaci¨®n durante el tramo de 1975 A 1980 la muestra cansada o impotente ante la magnitud de los problemas que ha suscitado la reestructuraci¨®n del Estado y de la sociedad espa?ola. Surgen por ello l¨®gicas expectativas de reformar el sistema de partidos y de poder alumbrado en los a?os 1976-1977 con la ley de reforma pol¨ªtica electoral y las elecciones de junio de 1977, que condicionaron y condicionan las grandes l¨ªneas de nuestra vida pol¨ªtica.
De aquellos pocos meses, ocho para ser exctos, desde noviembre de 1976 a julio de 1977, han nacido dos grandes partidos de poder que se sit¨²an en el 30%-35% de votantes cada uno; otros dos menores, que obtienen entre el 5% -10%, forman las cuatro constelaciones nacionales, al lado de las cuales lucen peque?os astros nacionalistas-regionalistas, que en te tal no suman un 10% y dejan a otro 7% de electores fuera de la representaci¨®n parlamentaria. Este espectro hexagonal configura una estructura r¨ªgida, ya que las oscilaciones tienden a producirse dentro y fuera del espectro. Por aquella rigidez, las elecciones de 1979 y las local-regionales de 1979-1980 han acentuado la apat¨ªa y el abstencionismo, sin marcar, a pesar de las apariencias locales, una inflexi¨®n novedosa determinada por los ¨ªndices de variaci¨®n del censo de electores y no por los disminuyentes electores o votantes,
Con objeto de romper tan r¨ªgido encorsetamiento del sistema de partidos, derivado del sistema electoral (ley electoral semiconstitucionalizada en 1978) y del clima y voluntad de los ciudadanos de 1977, aterrados por la amenaza de fragmentaci¨®n entonces existente, vienen dibuj¨¢ndose con creciente fuerza unas corrientes de opini¨®n tendentes a hostigar y, si fuere posible, revitalizar un r¨¦gimen de participaci¨®n popular que, de mantenerse en el futuro, perturbar¨ªan seriamente a todo el conjunto de un edificio tan costosa y dif¨ªcilmente labrado en cinco a?os. Las dos ofertas surgidas han sido, hasta ahora, la de perfilar un nuevo partido radical y relanzar la idea y un eventual partido liberal. Ambas pueden caracterizarse como de esfuerzo convergente hacia la creaci¨®n de un centro-centro del sistema de partidos, a modo de clave de b¨®veda, bisagra imprescindible y c¨²spide de acabamiento que debiera cuajar en nueva oferta a los electores en pr¨®ximas consultas con la creaci¨®n de una uni¨®n o partido liberal-radical o radical-liberal.
Signos o se?as de identidad de tal partido ser¨ªan los siguientes: conseguir un 15% de electores, esto es, alrededor de tres millones de votantes. Treinta y cinco esca?os del Congreso y veinticinco del Senado. De este modo pudiera determinarse, tras las pr¨®ximas elecciones generales, la orientaci¨®n del programa y del equipo en el poder por una legislatura de tres-cuatro a?os, con la obvia participaci¨®n del partido liberal-radical, que superar¨ªa las carencias y limitaciones de los dos grandes partidos, completando con uno de ellos las tareas y responsabilidades del poder. La teor¨ªa liberal-radical apunta, por tanto, hacia un quinto, o m¨¢s exactamente, al tercer partido nacional operante en el territorio del Estado, entendido como corresponsable y sustantivo adicional de uno de los dos turnos posibles, m¨¢s de poder que de oposici¨®n.
La operaci¨®n liberal-radical requerir¨ªa recursos econ¨®micos elevados, del orden de mil millones de pesetas. Recursos humanos de, al menos, seiscientas personas para las listas parlamentarias, m¨¢s equipos de apoyo, para ofrecer no m¨¢s de un 10% de puestos. Un programa aceptable y competitivo, un equipo de l¨ªderes de primera fila, un eventual l¨ªder de talla nacional, seleccionable entre los que despuntan en el mercado pol¨ªtico.
En definitiva, se tratar¨ªa de conquistar un espacio pol¨ªtico capaz de movilizar a una masa electoral de no menos de tres millones de votantes reales, rescatables de ese 10% de ap¨¢ticos abstencionistas, supuestamente movilizables, y de morder en parte importante de ese 30% de electores inestables de los grandes partidos, que siempre puede verse impactado durante una campa?a electoral por un partido de traza tan sugestiva.
F¨¢cil es indicar las bases electorales detectables para el non nato liberalismo-radical: n¨²mero no desde?able de votos de medios y peque?os empresarios en dificultades; de obreros o asalariados procedentes o no de la realidad del paro; de clases pasivas desairadas por la doble ca¨ªda de sus retribuciones; de sectores profesionales e intelectuales movilizables por la irritaci¨®n y el desencanto; de funcionarios turbados por la desvertebraci¨®n localista de la funci¨®n p¨²blica. Excusado es adivinar que el programa liberal-radical incluir¨ªa componentes program¨¢ticos susceptibles de dar respuestas a esas potenciales demandas, con la suplementaria campa?a de lucha por la laicizaci¨®n de las relaciones sociales y estatales, la liberalizaci¨®n fiscal y crediticia, el freno a la crecida igualitarista de los grupos de presi¨®n sindical, la despotenciaci¨®n de los costes del sector p¨²blico y de la espiral de clases pol¨ªticas.
La amenaza potencial del programa liberal-radical debilitar¨ªa las bases de apoyo del partido en el Gobierno. Las ¨²ltimas tendencias del voto ucedista se han erosionado en casi diez puntos a lo largo de 1980, aunque la uni¨®n centrista pueda recuperar puntuaci¨®n en la campa?a electoral Pero tambi¨¦n pretende integrar o atraerse al ala moderada del PSOE, si bien ¨¦ste se mantiene con ¨ªndice ligeramente aseen dente. ?Cu¨¢les son, sin embargo, los puntos, d¨¦biles del partido y de la teor¨ªa liberal-radical? El sistema electoral asegura a los dos grandes partidos centrales del sistema de partidos unos resultados casi seguros y una prima tanto m¨¢s elevada cuanto m¨¢s grande sea la distancia respecto del 20% m¨ªnimo de votos hacia la zona de 30-35%. UCD y PSOE obtienen casi autom¨¢ticamente el 90% de los esca?os de 32 circunscripciones de tres-cinco diputados, entre el total de las 52 existentes. La ca¨ªda de UCD en esas 32 circunscripciones pudiera beneficiar al PSOE en cuanto pudiera obtener las mayor¨ªas respectivas en un efecto ?restauraci¨®n-3?, lo que le permitir¨ªa el acceso a la condici¨®n de mayor¨ªa relativa nacional, trampol¨ªn hacia el poder de gobierno. UCD y PSOE tienen, incluso con la ca¨ªda indicada para UCD, un m¨ªnimo de 120 esca?os. El partido liberal-radical se encuentra, pues abocado a luchar en s¨®lo veinte circunscripciones, en las que el sistema electoral permite mayores m¨¢rgenes de obtenci¨®n de esca?o para las terceras fuerzas. El 10 % de los otros 230 esca?os ser¨ªa, en el mejor de los casos, veintitr¨¦s esca?os.
Ni los dos grandes partidos centrales, ni los dos menores, ni tampoco los regionalistas parecen decididos a compartir sus ventajas relativas ni tampoco a modificar sustancialmente el r¨¦gimen electoral actual, que a todos conviene, una vez que han zanjado sus equilibrios operantes. Abri¨¦ndose a los cuatrocientos esca?os que la Constituci¨®n permite, a¨²n quedar¨ªa una zona de cincuenta suplementarios, sin llegar a los 440 que permitir¨ªan una real viabilidad de la representaci¨®n proporcional en nuestro sistema, objetivo fuera del techo constitucional. El espacio liberal-radical se encuentra as¨ª con escasa rentabilidad pol¨ªtica inmediata dentro de la ingenier¨ªa electoral supuestamente aplicable, incluso para los cuatrocientos esca?os.
Otro antecedente negativo: en 1977, las coaliciones PSP-US y FDC, alentadas por los se?ores Tierno y Ruiz-Gim¨¦nez, no llegaron a obtener un mill¨®n de electores entre las dos, esto es, poco m¨¢s del 5%, consiguiendo la primera seis diputados, apenas irrelevantes en sus posibilidades parlamentarias, y que bascularon poco despu¨¦s hacia pares dis¨ªmiles del nuevo centro de poder resultante de aquella nuclear consulta de junio.
Y, sin embargo..., frente a tan desolador panorama pr¨¢ctico, el programa te¨®rico liberal-radical contempla la renovaci¨®n, probablemente ¨²nica, del centro del sistema por el centro mismo y no por sus alas, por supuesto cada vez m¨¢s extremas, del espectro pol¨ªtico. El solo campo de lucha contra el abstencionismo, la apat¨ªa y el distanciamiento, bien reales y expansivos, ha de venir de alguna caja de Pandora, hoy s¨®lo suministrable como medicina te¨®rica por el liberalismo radical.
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