Guill¨¦n
Carta de Jorge Guill¨¦n desde el Paseo Mar¨ªtimo de M¨¢laga. El poeta y yo llevamos toda una vida escribi¨¦ndonos, y debo reconocer, para mi dolor, que ¨¦l con m¨¢s asiduidad que yo. Gracias, maestro.Visit¨¦ a Guill¨¦n en Valladolid a?os cincuenta, en una de aquellas venidas que hac¨ªa desde Estados Unidos, casi clandestinas, y don Francisco de Coss¨ªo le encontraba ?muy americanizado de gafas y sonrisa?. Yo, por el contrario le encontr¨¦ unos entra?ables calcetines flojos, de un marr¨®n inconfesable. Me dedic¨® el tomo definitivo de C¨¢ntico (1950), que hab¨ªa yo comprado en Relieve, librer¨ªa progre y de viejo, el d¨ªa de mi santo, 11 de mayo, con veinte duros que me dio mi madre. Escuche, Jorge, maestro: mi madre me dijo luego:
- Pod¨ªas haberte comprado una corbata.
Las dulces madres no saben c¨®mo un libro ayuda a triunfar, mucho m¨¢s que una corbata, que ya es decir. Poco m¨¢s tarde ca¨ªa yo en cama con la tuberculosis ritual de la ¨¦poca y mi libro de cabecera, durante un a?o, fue C¨¢ntico, que primero no entend¨ªa y luego se me abri¨® como una rosa de luz poli¨¦drica: ?Cima de la delicia / Todo en el aire es p¨¢jaro / Qu¨¦ alacridad de mozo / en el espacio airoso / hechizado de presencias / Hueste de esbeltas fuerzas / El mundo tiene c¨¢ndida profundidad de espejo / Las m¨¢s claras distancias / Sue?an lo verdadero ?. Era un viaje por las geograf¨ªas del optimismo y la inteligencia, que se le brindaba a aquel adolescente prometeico, gideano y mal encadenado al cuervo de la tisis. Se ha insistido mucho, por ejemplo, en el valor c¨ªvico de la generaci¨®n del 98. A la del 27 se le reserva un valor meramente est¨¦tico, l¨²dico, como si efectivamente fuera una buena reserva de vinos y alejandrinos. Pues me parece que no.
La aportaci¨®n c¨ªvica, ideol¨®gica, sociol¨®gica, pol¨ªtica, del 27, es mucho m¨¢s importante que la del 98. Porque Unamuno y Machado se trabajan el casticismo, mientras que Guill¨¦n y Aleixandre viven ya el internacionalismo europe¨ªsta que sit¨²a la Espa?a pre/republicana a un nivel cultural que era el de Francia o Inglaterra. En Guill¨¦n, en su amistad personal y magistral, he aprendido yo toda una vida la exigencia de rigor, el rigor exigente, algo que est¨¢ en el fondo de mi personalidad, como una segunda o primera naturaleza cultural, corrigiendo la natural tendencia de uno al barroquismo, la voluta, el palabrismo, la bagatela y el chachach¨¢. ?Mi querido y le¨ªdo y admirado paisano Franci.sco?, empieza el maestro. Luego me hace unos elogios literarios y viene lo fundamental: ?Como persona no hay juego que valga. Usted es un hombre siempre honestamente serio. Sin posturitas?. Lo que Jorge Guill¨¦n tiene y ha tenido siempre de correcci¨®n interior, secreta, a mi pompor¨¦/mordor¨¦, lo tiene y ha tenido todo el 27 respecto de Espa?a entera. Aqu¨ª somos una aldea de locos improvisadores, saltatumbas y mani¨¢ticos que, como multitud, preferimos las palabras ruidosas (eso que yo llamar¨ªa plaza orientalismo, u orientalismo simplemente) y el ripio ideol¨®gico a las palabras medias y medidas, y las ideas sin ripiosidad. El 27, confinado en lo meramente cultural o po¨¦tico, tendr¨ªa que ser estudiado c¨ªvicamente como la generaci¨®n m¨¢s rigurosa, m¨¢s europea, m¨¢s civilizada, m¨¢s culta, m¨¢s exigente y eximente que ha dado Espa?a en dos o tres siglos. El 27, claro, viene de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza y va hacia la Segunda Rep¨²blica Espa?ola. Ha quedado entre el Nobel de Aleixandre y la sangre de Federico (que todav¨ªa convoca multitudes, ayer mismo, en el Mar¨ªa Guerrero). El 27 ha sido prolongado por sus dos extremos, hasta la gloria y hasta el drama.
Pero entre el drama y la gloria est¨¢ la Espa?a que no pudo ser, la Espa?a del 27, una generaci¨®n que funcion¨® mediante la democracia interior (eso que ahora se les exige a los partidos pol¨ªticos) y la elegancia exterior. Mejor que la corbata que me so?aba mi madre.
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