Juli¨¢n Mar¨ªas: "?La rebeli¨®n de las masas? sigue siendo un libro actual"
Debate en torno al texto capital de Ortega
La Fundaci¨®n de Estudios Sociol¨®gicos (Fundes) ofreci¨® ayer en un hotel madrile?o un ?almuerzo con libro?, centrado en torno a La rebeli¨®n de las masas, de Ortega y Gasset. Serv¨ªa el almuerzo como presentaci¨®n y debate de la ¨²ltima edici¨®n de la que se considera obra capital de Ortega, prologada por el profesor Juli¨¢n Mar¨ªas para la edici¨®n de bolsillo recientemente aparecida en Espasa Calpe.
La comida, en la que ejerc¨ªa de anfitri¨®n el periodista y experto en relaciones p¨²blicas Luis Mar¨ªa Ans¨®n, fue presidida por el fil¨®sofo presidente de Fundes, Juli¨¢n Mar¨ªas. Entre los invitados estaban Pedro La¨ªn Entralgo, Rof Carballo, Enrique M¨²gica Herzog, Antonio Rodr¨ªguez Huesca y Jos¨¦ Luis Alfaro, entre otros. Como ¨²nicas mujeres de la generaci¨®n de Revista de Occidente, Rosa Chacel y Concha Castroviejo.Abri¨® el coloquio Juli¨¢n Mar¨ªas, haciendo un paralelo entre la ¨¦poca en que apareci¨® el libro -1930- y el momento actual. Habl¨® del cambio generacional, en sentido orteguiano, ocurrido en 1931 -m¨¢s tarde Pedro La¨ªn dir¨ªa que tambi¨¦n en 1981 cambia la generaci¨®n, seg¨²n los plazos de quince a?os dados por Ortega- y de la caracter¨ªstica central de su tiempo, la politizaci¨®n, definida a medias entre Ortega y Mar¨ªas como ?la puesta de la pol¨ªtica por delante de todo?.
Introducido por La¨ªn Entralgo, el debate se situaba ahora en terrenos m¨¢s filos¨®ficos, concretamente en los alrededores del concepto y sentido de la historia. Hablaba el profesor La¨ªn de ?la altura de los tiempos? y el concepto de la ¨¦poca que tienen los hombres que las viven. En el primer tercio del siglo naci¨® la que iba a ser conciencia de la contemporaneidad, la sensaci¨®n de una ¨¦poca que superaba a los hombres que la hacen y la sufren, un poco como contrapartida con esa sensaci¨®n de plenitud que caracteriza otras ¨¦pocas y, concretamente, el siglo XIX. Una no s¨¦ si probada autosatisfacci¨®n, esa sensaci¨®n de haber alcanzado el l¨ªmite de lo humano, esa serie de actitudes definitivas y sentidas como tales, de las que cabe esperar ¨²nicamente algunas mejoras t¨¦cnicas en realidad de detalle, que caracterizaron el progresismo liberal y el socialismo del XIX. En cambio, para el hombre del siglo XX, la clave est¨¢ en la crisis, de la que no ha salido. La normalidad aparece para el hombre de 1930 y para el de 1980 como la utop¨ªa que, al parecer, han sentido los hombres de otros tiempos.
Enrique M¨²gica, respondiendo a alguna referencia al socialismo, justific¨® la posibilidad de un humanismo marxista -?la forma suprema del socialismo es el humanismo?, dijo- y se refiri¨® al primer Marx. Inmediatamente habl¨® de la influencia de Ortega en la generaci¨®n a que pertenece el l¨ªder socialista, a la de los nacidos en torno a la guerra civil y educados -desde luego la mayor parte de los que all¨ª estaban- en colegios religiosos, concretamente, en su caso, en los marianistas de San Sebasti¨¢n. ?Hay que ver?, se o¨ªa en la mesa de la Prensa, ?la cantidad de pilaristas que hay en la pol¨ªtica y en la cultura espa?olas?. Pues bien, habl¨® M¨²gica del significado de un Ortega le¨ªdo en la adolescencia casi clandestinamente, y sentido como la pasi¨®n por la libertad. M¨¢s tarde, dir¨ªa haciendo una ligera autocr¨ªtica nada generalizable a sus contertulios, otras ideolog¨ªas menos liberales llevaron a ¨¦stos a posiciones de desprecio de Ortega. Despu¨¦s de tina referencia al sal¨®n orteguiano de Tiempo de silencio y a la vuelta al liberalismo, o, en sus palabras, a la pasi¨®n por la libertad orteguiana, M¨²gica dej¨® la palabra a Alfaro, que resitu¨® la pol¨¦mica en el tema central del libro, o en la cr¨ªtica general a Ortega: el aristocratismo respecto a un populismo nunca sentido. ?Se lee este libro?, dijo, ?como el desd¨¦n de las masas?.
Babelia
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