Alto, bueno y mataosos
El hallazgo corresponde a la revista Cambio 16, que, entre los ejercicios de un concurso nacional de redacci¨®n infantil en torno al Rey, ha encontrado esta frase o definici¨®n de un ni?o, literariamente perfecta, y trimembre, como debe ser el retrato de un personaje de novela:-Alto, bueno y mataosos.
Es importante saber c¨®mo nos ven los ni?os o, en su caso, c¨®mo nos ve la se?orita que nos quiere, porque uno no es el que es ni el que quisiera ser ni el que dicen o callan los dem¨¢s: uno, de ser algo, s¨®lo es el que ve su hijo o su novia. Nuestro controvertido Rey, al que los ultrapatriotas ven como rojo y los ultrarrevolucionarios como heredero universal de Franco, nuestro controvertido Rey ya sabemos c¨®mo es, y, sobre todo, ya lo sabe ¨¦l: alto, bueno y mataosos. Est¨¢ claro que si hubiera un refer¨¦ndum infantil Monarqu¨ªa/ Rep¨²blica (como ¨¦se que dicen so?ar los socialistas para el futuro), lo ganar¨ªa el rey Juan Carlos, pues, en cuanto a los posibles l¨ªderes republicanos, Carrillo no es alto; Tarradellas es alto, pero, en caso de que sea bueno, lo es en catal¨¢n, con lo que los ninos monoling¨¹es no se enteran, y Felipe Gonz¨¢lez, que parece que es alto y bueno, no mata osos, sino que los osos (sector cr¨ªtico) se le pueden comer a ¨¦l. Exacta o no, me gusta esa definici¨®n infantil del Rey, me gusta literariamente.
Definici¨®n o ensalmo que adjudica al Rey las tres virtudes de los cuentos infantiles, a m¨ª me parece que debi¨¦ramos tomarla tan en serio como la Constituci¨®n (lo cual no quiere decir que estemos tomando la Constituci¨®n demasiado en serio). Las conspiraciones de cafeter¨ªa no creen que el Rey sea bueno, ni mate osos, ni siquiera creen que sea alto, porque est¨¢n acostumbrados al cesarismo de los bajitos. Cuando los espa?oles tardofranquistas cre¨ªamos merecernos algo mejor qu¨¦ un rey, resulta que tenemos un rey que en muchos aspectos no nos lo merecemos. Y desde donde mejor se ve esto, naturalmente, no es desde el monarquismo sepia glosado en im¨¢genes por Luis Berlanga, sino desde un republicanismo adulto (los ni?os son mon¨¢rquicos por naturaleza o por segunda naturaleza: cuentos infantiles de ?Erase un rey ... ?). Eso de que ?El rey reina, pero no gobierna?, que no es un invento de Mar¨ªa Cuadra ni de Bergam¨ªn, sino de la Constituci¨®n, no quiere decir que el Rey s¨®lo mate osos, sino que hace su trabajo pol¨ªtico de reinar, en el que no est¨¢ solo, ni mucho menos. He escrito en alg¨²n sitio que, hoy, el presidente Su¨¢rez est¨¢ mucho m¨¢s mon¨¢rquicamente solo. La soledad de Adolfo Su¨¢rez, de tan espaciosa, va siendo ya casi mon¨¢rquica, como la de Luis de Baviera. A los espa?oles tardofranquistas, digo, nos hablan comido el coco desde la derecha (y no desde la izquierda, como cre¨ªamos) con eso de que el Rey no era demasiado brillante, porque as¨ª conven¨ªa para la continuidad de una falta de brillantez de cuarenta a?os. Al posfranquismo le hubiera convenido mucho m¨¢s un rey tonto, un ?peque?o rey? como el de Soglow, deliciosamente difundido en Espa?a por Alvaro de Laiglesia: los ni?os vienen a corregir delicadamente nuestra miop¨ªa adulta y nos dicen, con laconismo infantil, que el rey es ?bueno?. Pero completan la imagen, rubenianamente, pol¨ªticamente, advirti¨¦ndonos de que mata osos.
El Rey tiene buena punter¨ªa, el Rey mata osos o cesa presidentes de Gobierno, que viene a ser lo mismo (como hizo con Arias). Cuidado con el Rey. Los ni?os no quieren un monarca de cuento. Son los mon¨¢rquicos, con panoplia o sin ella, quienes querr¨ªan un monarca de cuento, fastuoso y demag¨®gico, siempre retirado a Babia, como nuestros reyes de anta?o, para que los feos asuntos de Corte los llevase el valido Fraga o el inv¨¢lido Osorio. Los ni?os saben de reyes.
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