El pretexto del divorcio
LA ELECCION de Miguel Herrero como portavoz del Grupo Parlamentario Centrista ha facilitado a los sectores neoconfesionales y conservadores de UCD la tarea de trasladar al terreno del Congreso, en una privilegiada posici¨®n t¨¢ctica, su sorda batalla contra el liderazgo de Adolfo Suarez. Ser¨ªa seguramente err¨®neo juzgar esa confrontaci¨®n en t¨¦rminos personales, tal y como viene siendo usual en la pol¨ªtica espa?ola de la transici¨®n. La fracci¨®n centrista que se est¨¢ segando la hierba bajo los pies al Gobierno, en las comisiones y plenos de la C¨¢mara baja, libra un serio combate ideol¨®gico y pol¨ªtico para imponer una nueva estrategia al Poder Ejecutivo o, en su defecto, ocuparlo. Se trata, en ¨²ltima instancia, de conducir la pol¨ªtica estatal hacia los espacios fronterizos con Alianza Popular y de reconstituir un bloque homog¨¦neo de la derecha emparentado con el gilroblismo de la preguerra y depurado de los elementos de laicismo y de autonom¨ªa que distancian todav¨ªa al Gobierno de los sectores m¨¢s inertes de su electorado y de los poderosos centros de decisi¨®n institucionales, situados en la vida p¨²blica, aunque no se hallen formalmente dentro del Estado.La primera escaramuza entre los sectores neoconfesionales y conservadores del centrismo y el Gobierno fue el asunto del r¨¦gimen de imcompatibilidades, rechazado por el Grupo Parlamentario Cenntrista en connivencia con Coalici¨®n Democr¨¢tica. Para un proyecto de modernizaci¨®n y saneamiento de este pa¨ªs, sin embargo, la supresi¨®n de los privilegios p¨²blicos disfrutados acumulativamente por los profesionales del poder no es un gesto ret¨®rico,sino una contribuci¨®n m¨ªnima a la moralizaci¨®n de la vida ciudadana. Ahora corresponde el turno a otras dos bestias negras de la ofensiva conservadora: la ley de Autonom¨ªa Universitaria y la ley de Divorcio. Tiempo habr¨¢ para analizar y comentar las diversas fases y etapas de la estrategia de los sectores neoconfesionales y conservadores del centrismo para emascular ambos proyectos. Baste ahora con se?alar que la estratagema de denunciar como radicales ambos textos es un ardid demasiado visible para ser astuto.
Tanto la ley de Autonom¨ªa Universitaria como la ley de Divorcio enviadas por el Gobierno a las Cortes Generales, con las enmiendas transaccionales negociadas en los pasillos o las antec¨¢maras con la oposici¨®n, son el m¨ªnimo que una sociedad industrial avanzada y una naci¨®n occidental moderna necesitan. El sector p¨²blico de la ense?anza superior, depauperado hasta extremos de indigencia, no puede ser sangrado de recursos para alimentar con dinero de todos los contribuyentes a las universidades religiosas ni se puede elevar el bajo tono vital de la vida universitaria sin proceder a su democratizaci¨®n y sin aflojar su cors¨¦ gremialista. En cuanto a la ley de Divorcio, resulta simplemente obsceno que un admirador del electo presidente Reagan, como es Miguel Herrero, utilice la imagen de Las Vegas para demoler el divorcio por mutuo consenso o que se asocie en un tolum revoltum la decisi¨®n voluntaria de una pareja de disolver su v¨ªnculo matrimonial con el problema, totalmente distinto a efectos judiciales, del cuidado, alimentaci¨®n y protecci¨®n de los hijos. Se dir¨ªa, al o¨ªr o leer a estos adalides, que el Gobierno ha enviado a las Cortes Generales un proyecto de ley de Divorcio obligatorio para todos los espa?oles o una norma para impedir a los matrimonios que desean hacerlo que vivan juntos, o una disposici¨®n para enviar al hospicio a los hijos de una pareja que se divorcia.
Sin embargo, ese texto m¨ªnimo tan s¨®lo se propone situar al alcance de los hombres y las mujeres de este pa¨ªs que no quieren o no pueden seguir viviendo como pareja legal y que carecen de los recursos econ¨®micos (y en ocasiones de la falta de escr¨²pulos) para anular can¨®nicamente su matrimonio la posibilidad de divorciarse sin calumniarse mutuamente, sin simular conflictos, sin representar dramas calderonianos o escenas del marqu¨¦s de Sade y sin gastar demasiado dinero y demasiado tiempo en un interminable deambular por los juzgados. ?Por qu¨¦ tendr¨ªan los matrimonios felices que a?adir a la desgracia de las parejas desavenidas el sumo desprecio de negarles, adem¨¢s, el derecho a reconstruir sus hogares? ?Y c¨®mo las personas de renta elevada, que pueden disponer de varios domicilios sin mayor problema, pretenden exigir a un matrimonio de trabajadores modestos que alquilen un nuevo piso para aspirar al divorcio, neg¨¢ndoles el derecho a arg¨¹ir el cese de la convivencia bajo el mismo techo?
Es tanto el olvido hacia la opini¨®n p¨²blica divorcista que muestran los sectores neoconfesionales y conservadores del centrismo, que cabe albergar ciertas dudas respecto a los pensamientos e intereses que est¨¢n moviendo realmente ese intento de linchamiento moral del proyecto de Fem¨¢ndez Ord¨®?ez en el ¨¢nibito del Congreso. Seguramente la circunstancia de que s¨®lo una minor¨ªa tiene necesidad de utilizar las posibilidades que proporcionar¨ªa una ley de Divorcio barata, f¨¢cil e indolora permite a ese sector de UCD lanzar esa campana que no pone en riesgo los votos de una amplia franja del electorado y que puede servir para dar un nuevo jaque al presidente Su¨¢rez. Miguel Herrero presume de hacer compatibles sus devociones democristianas con su lealtades liberales. Extra?o liberalismo, en verdad, el que se encarniza con una minor¨ªa -la minor¨ªa de los eventuales divorciados- para ganar popularidad y mejorar sus posiciones en una leg¨ªtima aspiraci¨®n al poder, pero que deber¨ªa estar refrendada por una mayor -y m¨¢s l¨®gica- conciencia de la ¨¦tica cristiana.
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