Ense?anza

EL PAIS de 29 de noviembre me sorprendi¨® con agrado al leer dos opiniones sobre temas educativos. Uno tiene cierta constancia del regocijo con que la redacci¨®n de este peri¨®dico independiente tira a la papelera las opiniones sobre temas de ense?anza, p¨²blica especialmente. Claro que se hac¨ªa necesario un editorial para restaurar la identificaci¨®n de ?independiente de la ma?ana?, un tanto maltrecha por las declaraciones del se?or Bustelo sobre los apoyos a las candidaturas ?oficialistas?. La carta de J. Ramos sobre las ?huelgas en la ense?anza? cab¨ªa bien en la maqueta de la p¨¢gina, dentro de este mismo juego de intenciones. Y no es que EL PAIS tenga una pol¨ªtica esencialmente ?desinformativa? sobre el tema, sino que la redacci¨®n sabe perfectamente que los ciudadanos est¨¢n interesados en conocer c¨®mo viven los ?Krisna de Brihuega? (dominical de EL PA?S, 23-11-1980), y no en qu¨¦ gastan los maestros las 56.000 pesetas de que nos hablaba el se?or Ramos.Por estas razones, EL PA?S procura que la informaci¨®n sobre ense?anza est¨¦ cubierta con reportajes, cr¨®nicas y art¨ªculos tan aburridos como los manifiestos de las asociaciones confesionales de padres de alumnos, siempre preocupados por la cantidad y calidad de la ense?anza, especialmente cuando los maestros imploran que no se les reduzca su raci¨®n de garbanzos.

Por otra parte, no creo que las huelgas tengan mucho que ver con la calidad de la ense?anza ni que a los ciudadanos les preocupen demasiado. En este pa¨ªs, casi, casi, se puede decir que la mejor ense?anza se imparte en los colegios italianos, ingleses, alemanes, franceses, etc¨¦tera, en donde estudian la mayor¨ªa de hijos y parientes de diputados ucedistas, convergentes, ministros, ex ministros pensionistas y dem¨¢s partidarios del Presupuesto de 1981. (Como dice un

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amigo: ?Es como el que tiene un restaurante y a la familia la manda a comer a la competencia?). L¨ªbreme Dios de caer en la demagogia de afirmar que aqu¨ª est¨¢n las ra¨ªces del mal o de que el Gobierno no se preocupa suficientemente del problema educativo. Lo que quiero decir es que, ?psicol¨®gicamente?, nuestros gobernantes no est¨¢n predispuestos a ?supervalorar? los argumentos del se?or Ramos y conceder a los maestros el sueldo de unos ?obreros especializados?. Por otro lado, a la sociedad tampoco le preocupa excesivamente el tema, al menos hasta el punto de que los peri¨®dicos ?informativos? sientan la necesidad de configurar opiniones./