Refugios antinucleares "pr¨ºt-¨¤-portet" por menos de dos millones de pesetas
A media semana, Antonio Alcahud, ingeniero industrial y titular de la empresa ABQ, constructora de refugios antinucleares, escrib¨ªa una carta en la que se justificaba la necesidad de sus productos. Cuando quiso resumir en una sola frase todas las razones que conoc¨ªa, prefiri¨® escoger su proverbio chino favorito: ?Las tejas que nos protejen de la lluvia est¨¢n hechas para el buen tiempo?. En la calle de Galileo, su colega empresarial Carlos Fort, fundador de Eurosistemas Antinucleares, repasaba entre tanto un fajo de cuartillas de correspondencia con el membrete de su compa?¨ªa. En el ¨¢ngulo superior izquierdo del papel blanco hab¨ªa ordenado imprimir un medall¨®n cuyo motivo era una vieja nave de madera varada en la cumbre de una monta?a. Alrededor se le¨ªa una divisa comercial: ?No¨¦, con su arca; usted, con su refugio ?.Antonio Alcahud y Carlos Fort se hab¨ªan anunciado el domingo en el diario EL PAIS y parec¨ªan ser los ¨²nicos empresarios especialistas en la fat¨ªdica tarea de prevenir la lluvia radiactiva con sus sombrillas de hormig¨®n en varias calidades y precios. Pero el jueves se presentaron en Madrid dos j¨®venes irlandeses, aparentemente vestidos para una fiesta de cumplea?os. A media ma?ana abrieron sus maletines y confesaron sus prop¨®sitos: ?Venimos a concertar la fabricaci¨®n de refugios antinucleares de acero; refugios baratos, c¨®modos y f¨¢ciles de instalar. La empresa Citasa, de nueva fundaci¨®n, piensa fabricarlos en cadena y aun exportarlos al extranjero. Nosotros venimos trabajando en Irlanda, Inglaterra, Alemania Occidental y Francia, y nos disponemos a extender el mercado a Madrid, a Espa?a?. A menos de diez minutos de distancia del Palacio de Congresos, donde los 35 hablan de la furia de los megatones, algo m¨¢s lejos de la base militar norteamericana de Torrej¨®n de Ardoz y mucho m¨¢s lejos de la central nuclear de Zorita de los Canes, el empresario Carlos Fort hac¨ªa planes de lanzamiento para el a?o nuevo, los irlandeses llenaban una mesa de planos y se dispon¨ªan a explicar porqu¨¦ refugios met¨¢licos. No obstante, igual que Antonio Alcahud, prefirieron hablar primero del verdadero reclamo de ventas. De la bomba.
Los dos irlandeses y su asociado espa?ol, el se?or de Mazarambroz, hicieron un r¨¢pido esquema de efectos de una explosi¨®n nuclear:? El 35%, luz y calor; el 45%, ondas explosivas; el 5%, radiaci¨®n inicial, y el 15% restante, lluvia radiactiva. Hasta hoy se han elegido tres niveles para las pruebas at¨®micas: el subsuelo, las profundidades marinas, la superficie de la tierra o el aire?. Todo hab¨ªa empezado con los modestos doce kilotones de Hiroshima, una carga at¨®mica de fisi¨®n que hoy se emplear¨ªa como bomba-cebo para los ingenios H, de fisi¨®n-fusi¨®n-fusi¨®n, cuya potencia es mil veces mayor.
En todo caso, la bomba de un megat¨®n, es decir, de potencia equivalente a la de un mill¨®n de toneladas de trilita, est¨¢ sujeta a un protocolo de tiempo y efecto muy aleccionador. En las primeras millon¨¦simas de segundo se forma la llamada bola de fuego, la diab¨®lica esfera de gases incandescentes que produce una luz intens¨ªsima. Inmediatamente, la bola de fuego aumenta de tama?o y asciende a una velocidad de cien metros por segundo. En el segundo 0 + 2 comienzan las radiaciones nuclear y t¨¦rmica. Si el artefacto ha estallado en el aire, tal como el de Hiroshima, en el segundo 0 + 5 la onda primaria de choque, llega al suelo, se refleja y genera una llamada onda-match, que progresa lateralmente a una velocidad de 290 kil¨®metros por hora como un invisible rodillo. Simult¨¢neamente, la onda primaria hace temblar la tierra en per¨ªodos de unos diez cent¨ªmetros, de manera que los edificios peor construidos se resquebrajan y, a favor del viento nuclear, comienzan a desplomarse.
Desde la bola de fuego, que parece tener en el proceso una cierta autonom¨ªa, comienza la primera dispersi¨®n de part¨ªculas radiactivas. El vac¨ªo que provoca en su ascenso absorbe los materiales de la zona m¨¢s pr¨®xima de la superficie: miles de toneladas de tierra se elevan en una columna que los especialistas llaman el tallo del hongo. El aire que se hab¨ªa distendido en el instante de la explosi¨®n a casi trescientos kil¨®metros por hora vuelve a rellenar el espacio vacante y, sobre la marcha, derriba los restos de los edificios que precariamente se manten¨ªan en pie. En un radio de cinco kil¨®metros a partir del punto cero, una ciudad bombardeada ser¨ªa un mont¨®n de escombros alrededor de un cr¨¢ter.
En el segundo 0 + 37 el polvo de tierra se impregna de las part¨ªculas radiactivas en la bola ascedente. Comienza a formarse la nube radiactiva, cuyo destino depender¨¢ de los vientos naturales.
A ras de suelo, les supervivientes dispondr¨¢n de muy poco tiempo para buscarse una sombrilla. Un refugio antinuclear.
Un refugio por el precio de un apartamento
En un urgente c¨¢lculo de consecuencias podr¨ªa asegurarse que el estallido de la bomba de un megat¨®n destruir¨ªa la vida, al margen de cualquier precauc¨ª¨®n, en un c¨ªrculo de dos kil¨®metros de radio. De ah¨ª en adelante comenzar¨ªan a tener sentido los refugios antinucleares.
?Seg¨²n dise?os cl¨¢sicos, un refugio antinuclear ser¨ªa simplemente un reducto subterr¨¢neo de paredes y puertas blindadas, y apenas comunicado con el exterior por unas v¨¢lvulas que se cerrar¨ªan autom¨¢ticamente para evitar sobrepresiones letales a sus ocupantes. Adem¨¢s de moderar los efectos mec¨¢nicos de la explosi¨®n nuclear, son opacos a la radiactividad: las part¨ªculas procedentes de la emisi¨®n inicial y de la nube radiactiva ser¨ªan neutralizadas por el lecho, exterior de tierra y. por los propios muros. La supervivencia de los refugiados depender¨¢, a partir de entonces, de su equipo de avituallamiento: deber¨¢n disponer de comida y agua para no menos de quince d¨ªas?. Los t¨¦cnicos han calculado que los refugios ofrecen un factor de protecci¨®n que divide por mil la intensidad de la radiaci¨®n at¨®mica o ¨²ltimo efecto de la deflagraci¨®n de una bomba nuclear, de modo que los usuarios de un refugio s¨®lo podr¨ªan evitar quemaduras muy graves si son capaces de aceptar durante varios d¨ªas su nueva condici¨®n de trogloditas de ahora.
Todos los refugios proyectados en Espa?a pueden dotarse con despensa, juego de literas, contador Geiger, bar¨®metro, bomba de aire el¨¦ctrica y manual, anem¨®metro y varios extras que aumentar¨ªan los precios desde un l¨ªmite de 1,5 millones de pesetas en adelante, puesto que comienzan a incorporarse, dentro de su est¨¢ndar, filtros antibacteriol¨®gicos y antiqu¨ªmicos, como complemento del antinuclear. En reclamo de venta, todos los constructores aceptan las prescripciones suizas, conceptuadas como est¨¢ndares de m¨¢xima seguridad hoy en d¨ªa. ?Los neutrales no se f¨ªan de sus convecinos?, dice uno de los empresarios.
Y el jueves llegaron los irlandeses, es decir, las multinacionales. Ellos ofrecen el ¨²ltimo grito: un refugio met¨¢lico enervado con perfiles de acero, como el casco de un barco armado para navegar por el subsuelo. Sus dimensiones son 2,30-2,30-4,50 y se le atribuye una capacidad para diez personas. Sus inventores han previsto los probables intentos de sociedad entre con -vecinos. ?Las estructuras met¨¢licas casi podr¨ªan fabricarse en cadena: si una familia quiere aumentar la capacidad de su refugio, s¨®lo tendr¨¢ que asociar dos o m¨¢s estructuras por medio de un m¨®dulo que no har¨¢ perder al refugio ni una sola de sus propiedades: puede decirse que sobre la base de una de nuestras construcciones pueden establecerse sociedades ilimitadas de refugios antinucleares?. Sus competidores espa?oles defienden la rigurosa solidez del hormig¨®n de alta resistencia frente a la agilidad y el rigor milim¨¦trico del acero templado. Antonio Alcah¨²d elabora ya un proyecto de refugios para la zona de Colmenar. Carlos Fort atiende los primeros encargos de due?os de chal¨¦s y ofrece variantes para grandes edificios, en competencia con sus colegas. El se?or Mazarambroz ya ha encontrado una sede para la multinacional espa?ola y, en mitad de la Conferencia de Madrid, los madrile?os tienen a su alcance c¨®modas puertas de emergencia. Algunos, s¨®lo los m¨¢s esc¨¦pticos, se preguntar¨¢n si se incluye en el precio el confidente capaz de decir a ¨²ltima hora: ? A los refugios, que vienen los megatones?, o tal vez se dir¨¢n que el riesgo es una cuota obligatoria por tanta humanidad
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