La tecnolog¨ªa descubre la inquietante vida interior de las obras maestras
Bajo el Retrato de un joven, de Rembrandt, hab¨ªa algo m¨¢s que el simple lienzo usado por el pintor para realizar su famosa obra de arte: se aprecia una silueta, hasta ahora escondida, de una mujer inclinada sobre una cuna. Tras un famoso lienzo de Claude Deruet, titulado El triunfo de Enrique IV, la t¨¦cnica ha encontrado a una elegante dama vestida de modo suntuoso, que ahora aparece como un dato inquietante en la vida del pintor y del propio personaje retratado. Todo esto y mucho m¨¢s ha sido descubierto gracias a la t¨¦cnica m¨¢s sofisticada, aplicada para revelar la misteriosa e inquietante vida interior de las obras de arte. Una gran exposici¨®n sobre este uso de la tecnolog¨ªa est¨¢ abierta hasta el pr¨®ximo 5 de enero en el Grand Palais de Par¨ªs.
Dos acontecimientos aparentemente sin ninguna relaci¨®n entre s¨ª, ocurridos ambos en el siglo XVIII, uno arqueol¨®gico, el descubrimiento de las ruinas de la ciudad de Pompeya enterradas bajo la lava del Vesubio, y otro militar, la campa?a napole¨®nica en Egipto, fueron el punto de partida de un largo proceso que introdujo los m¨¦todos cient¨ªficos en el estudio de las obras de arte. En ambas ocasiones, f¨ªsicos y qu¨ªmicos unieron sus esfuerzos y conocimientos poni¨¦ndolos al servicio de una investigaci¨®n que pretend¨ªa conocer mejor la tecnolog¨ªa de los grandes maestros.Posteriormente, ya entrado el siglo XIX, los alemanes y los franceses, con Pasteur, continuaron el camino iniciado por estos pioneros, intentado, adem¨¢s, controlar los procesos de alteraci¨®n de los materiales, lo que les permitir¨ªa una mejor conservaci¨®n de las obras maestras.
Tras la primera guerra mundial, surgen tambi¨¦n los primeros centros de investigaci¨®n y laboratorios propiamente dichos en museos europeos y americanos, primero en Boston y luego en Londres, Bruselas, Tokio y, por fin, en el de Mosc¨². La sistematizaci¨®n de los procedimieiatos da al an¨¢lisis de una obra dimensiones hasta entonces insospechadas.
La aplicaci¨®n de la tecnolog¨ªa al artes supone descubrir ?su cara oculta?, supone desvelar poco a poco, no s¨®lo la t¨¦cnica pict¨®rica, los materiales empleados, la composici¨®n original y sus diferentes transformaciones posteriores fundamentales o no, restauraciones, a?adidos, falsedad o autenticidad..., sino que puede llegar a revelar incluso aquello que el artista nunca imagin¨® pudiera llegar a conocerse, aquello que hace referencia, a trav¨¦s de la obra, a la estructura de la personalidad de su creador.
Las radiograf¨ªas, los an¨¢lisis por micr¨®fluorescencia X o ultravioleta, la fotograf¨ªa infrarroja, la metalogenia, la espectrometr¨ªa, la holograf¨ªa, la macro o microfotografia, la activaci¨®n neutr¨®nica, la cromatograf¨ªa, la dendrocronolog¨ªa y tantos otros m¨¦todos que la t¨¦cnica domina hoy, aplicables al arte, permiten conocer mejor, incluso en ciertos casos con absoluta seguridad, no s¨®lo la historia y dataci¨®n, sino todos los aspectos que concurren en la elaboraci¨®n y transformaci¨®n en el tiempo de una obra e incluso el origen y procedencia del material en ella empleado, a la vez de que, al conocer cient¨ªficamente el proceso de envejecimiento, pueda ser conservada y restaurada con mayor garant¨ªa.
Todos los procedimientos
La magn¨ªfica exposici¨®n abierta en el Grand Palais de Par¨ªs bajo el t¨ªtulo La vida misteriosa de las obras maestras. La ciencia al servicio del arte, maravillosamente bien montada y acompa?ada de un cat¨¢logo fundamental y muy interesante, es un compendio de todos los procedimientos de que se dispone hoy d¨ªa en este campo. Adem¨¢s de aut¨¦nticas obras maestras, algunas de ellas hasta ahora nunca expuestas, como la serie de objetos encontrados en la tumba de la reina Ar¨¦gonde, mujer de Clotario I, descubierta en Saint-Denis en 1959, ¨²nica sepultura de la ¨¦poca meroving¨ªa real que se conoce, la exposici¨®n permite un recorrido exhaustivo por las diferentes secciones, iniciado por una reconstrucci¨®n de absoluta fidelidad de la ?sala de los toros? de la cueva de Lascaux y sus pinturas rupestres.La pintura, como la cer¨¢mica; el metal, corno la piedra, la vidriera, la madera, el tejido o el documento gr¨¢fico, van descubriendo inevitablemente sus secretos a medida que se avanza por las diferentes salas de la exposici¨®n. No hay material ni procedimiento que se resista, como no hay tampoco una intenci¨®n transformada en acto que pueda permanecer oculta a los ojos de la avanzada tecnolog¨ªa que, inflexible, va eliminando el halo de misterio en que permanecieron envueltas obras del pasado, incluso durante milenios. As¨ª, bajo el Retrato de un joven, de Rembrandt, la imagen radiogr¨¢fica ha descubierto una silueta hasta ahora escondida: la de una mujer inclinada sobre una cuna, as¨ª tambi¨¦n, pr¨¢cticamente sin, tocarlo, se ha podido conocer todas las transformaciones que sufri¨® el cuadro de Claude Dernet (escuela francesa del siglo XVII) El triunfo de Enrique IV, en el que la fotograf¨ªa bajo infrarrojos ha revelajo, adem¨¢s, algo inesperado: el acabado retrato de un personaje femenino, suntuosamente vestido, enterrado bajo una avalancha de personajes aleg¨®ricos, y que, al decir de los especialistas, pudiera ser la hermana de Enrique IV, esposa del duque de Bar, quien, siempre seg¨²n los eruditos, al enviudar y casarse de nuevo con una princesa italiana, pretendi¨® disimular a los ojos de est¨¢ ¨²ltima la imagen de la primera.
Pero algunas veces la tecnolog¨ªa, al desvelar ciertos secretos, plantea inc¨®gnitas para las cuales no tiene y quiz¨¢ no tenga nunca soluci¨®n, como, por ejemplo, la originada por la ins¨®lita aparici¨®n en el interior de un obelisco egipcio sometido a examen radiogr¨¢fico de un feto humano, de doce cent¨ªmetros de altura y aproximadamente de 3 a 4 meses de edad, en perfecto estado de conservacion, que, cuidadosamente envuelto, fue introducido en ese particular recept¨¢culo.
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