El largo exilio de Wilhelm Reich
En 1960, el periodista - investigador - ensayista - historiador - soci¨®logo - ide¨®logo y catedr¨¢tico norteamericano Paul Goodman reuni¨® en el campus de la Universidad de Berkeley (California) a un grupo de floridos - dopados - frustrados y ut¨®picos estudiantes adoradores de Allen Ginsberg y de su himno, El alarido. Muchos de aquellos propietarios de crom¨¢ticos Mustang no estaban en conociones de deletrear su propio nombre, pero Goodman un l¨ªrico liberal despu¨¦s de todo, ten¨ªa fundadas esperanzas de que alguno de los all¨ª congregados conociera a Wilhelm Reich. De los muchachos desparramados por el c¨¦sped que sab¨ªan recitar de carrerilla los versos - imprecaciones del poeta esquimal Sivoangnag (?Ven, dice, t¨² que est¨¢s ah¨ª afuera; ven, dice, t¨² que est¨¢s ah¨ª-afuera; ven, dice, t¨² que est¨¢s ah¨ª-afuera / Tu Sivoarignag te ruega que vengas. / Te dice que entres en ¨¦l / Ven, dice, t¨² que est¨¢s ah¨ª-afuera?), ninguno hab¨ªa o¨ªdo hablar de Wilhelm Reich, pese a que ellos, para hacer ostentaci¨®n de sus conocimientos sobre el sexo, acababan de invadir las casas de putas de Los Angeles, en donde, en vez de practicar los habituales ejercicios, se dedicaron a tirar sobre las pensionistas monta?as de papel confetti fabricado con billetes de diez d¨®lares.Goodman estaba desolado. En sus obras hab¨ªa reflexionado sobre las nefastas consecuencias de las alternativas tecnocr¨¢ticas, algo que Reich se?al¨® ya treinta a?os antes. En The diggers in 1984 mostraba su sociolog¨ªa visionaria; en The small community y en All thing common trabaj¨® a fondo el tema comunitario, inspirandose en las teor¨ªas que Reich hab¨ªa transmitido a A. S. Neill, fundador de Summerhill. Pero Goodman hizo algo m¨¢s: escribi¨® una serie de cuentos cortos, Adam and his works, en donde con maestr¨ªa incre¨ªble sintetiz¨® algunas de las teor¨ªas de Wilhelm Reich: el socialismo, el misticismo tao¨ªsta-gestalt, la salud corporal y, obviamente, la sexualidad.
En 1969, mientras Goodman dedicaba sus ocios a escribir un memorable ensayo destruyendo el mito J. F. Kennedy -Like a conquered province, libro que hizo polvo todo el andamiaje Camelot ideado por Ted Sorensen y Arthur M. Schlesinger-, unos estudiantes que vagaban por el Sena decidieron hacer estallar una rosa en el mapa de Europa, convirtiendo a Par¨ªs en un prado minado por la imaginaci¨®n y los cascos de botella. Goodman, gran pope de la contracultura, cruz¨® el charco para comprobar c¨®mo iban las cosas por Par¨ªs.
Convers¨® con Sauvre, admir¨® a Barrault, se aburri¨® con John Bendit. En el cabaret The Blue Note, Paul Goodman se encontr¨® con los compatriotas exiliados de siempre, m¨²sicos blancos y negros, distinci¨®n que, trat¨¢ndose de jazz, es imprescindible hacer en Francia, tal como lo indican las leyes dictadas por el papa Hugues Panassi¨¦ y su ac¨®lita-consorte Madeleine Gautier. All¨ª estaba el trompetista Chet Baker -blanco-, huido de Roma por deferencia de la brigada antidrogas; el cantante de blues Jack Dupree -negro-, que se negaba terminantemente a vivir en su ciudad natal, New Orleans, ?un campo de concentraci¨®n en donde la polic¨ªa te echa los perros para que te coman el culo?; el pianista George Shearing -ciego, ingl¨¦s y blanco-, int¨¦rprete favorito de Norman Mailer, y Charlie Bird Parker -negro-, que no actuaba en The Blue Note ni en ning¨²n otro sitio, pues hab¨ªa ligado con una condesa multimillonaria que prefer¨ªa la cama al saxof¨®n, ya que ella ?a-do-ra-ba el jazz?, en especial si ven¨ªa envasado en piel retinta.
Paul Goodman maldec¨ªa su suerte; para encontrarse con todos esos hipsters (negros-blancos amantes del swing) no hac¨ªa falta estar en Par¨ªs, pues en San Diego los llab¨ªa a millares. Sali¨® a la calle y, esta vez, la rosa de mayo estall¨® para ¨¦l; un grupito de muchachos estaba quemando Salut les copains; otro, m¨¢s numeroso, disparaba contra una pared un texto aerosolado. Goodman se acerc¨® a ellos y ley¨®: ?Wilhelm Reich, te amamos?. Entonces comprendi¨® que el gran mago del sexo hab¨ªa regresado a Europa y que el viaje no hab¨ªa sido en vano.
Reich apenas habl¨® sobre su ni?ez y lo poco que se sabe de ella se debe a llse Ollendorff, su tercera mujer. En la partida de nacimiento se lee que peg¨® los primeros vagidos en Dobrzcynica, zona de Galitzia pespunteada en aquel momento a favor del imperio austr¨ªaco. Los progenitores -el padre, un bruto, y la madre hermosa, pero tontaina- eran jud¨ªos, pero no al estilo de Ben Gurion, lo que quiere decir que no estaban dispuestos a trasladarse a Israel a plantar nabos por el d¨ªa y empu?ar el fusil por la noche.
Wilhelm tuvo un hermano, kobert, del cual tampoco se conoce mucho; en realidad, a Reich la familia le importaba una higa. Aunque no acud¨ªa la la sinagoga ni atado con una cuerda, tuvo muy buenos preceptores que le instruyeron adecuadamente para que ingresara en el Gymnasium de Czernowitz con brillantez.
Su madre se suicida en 1911; en 1914 muere el padre, que, pese a ser un animal, tuvo la previsi¨®n de asegurar su vida en una suma alt¨ªsima que, por supuesto, hered¨® Wilhelm como primog¨¦nito. Ese mismo a?o su padre y ¨¦l, pues, pasaron a mejor vida, aunque de distinta manera ambos. Wilhelm Reich se une entonces al Ej¨¦rcito austr¨ªaco y gana el rango de oficial; tiene diecinueve a?os, la guerra ha terminado, ingresa en la facultad de Derecho y abandona las leyes a los seis meses traspasando su vocaci¨®n a la facultad de Medicina, donde reduce la carrera, de seis a?os de duraci¨®n, a cuatro. Todo un s¨ªntoma.
En 1919 un compa?ero de estudios tiene la buena idea de invitar a Wilhelm a una conferencia sobre el psicoan¨¢lisis; lo que escucha le marca a sangre y fuego. Su inter¨¦s es tan profundo que escribe una tesis: Conflictos de la l¨ªbido y alucinaciones, con lo cual consigue formar parte de la Sociedad Psicoanal¨ªtica de Viena, regida por el dictador Segismundo Freud, un sabio al que, como al escritor Jorge Luis Borges, todos los a?os le promet¨ªan el Premio Nobel.
Las peleas entre Reich y Freud dentro de la Sociedad Psicoanal¨ªtica fueron ¨¦picas y forman parte del folklore biogr¨¢fico de ambos. Freud le exig¨ªa que estudiara -?y memorizara! - la tesis de la libido en los fundamentos biol¨®gicos de los impulsos sexuales, y Reich se empe?aba en hacerlo tratando de conciliar los conceptos marxistas con la salud mental del proletariado y el orgasmo; una tarea, si se me permite decirlo, algo espinosa.
Reich tiene tan s¨®lo veintis¨¦is a?os y su fama es ya reconocida por toda Europa. Trabaja como asistente personal de Freud, visita todos los guetos de Viena explicando y demostrando los beneficios de la higiene sexual a obreros cargados de hijos, publica folletos y libros -Dial¨¦ctica y psicolog¨ªa, Excitaci¨®n sexual y satisfacci¨®n sexual, Madurez sexual, abstinencia y moralidad marital, etc¨¦tera-. En ese momento suceden dos hechos: se hace comunista y se traslada a Berl¨ªn.
El compromiso de Reich con el partido es total y de una inocencia infantil. Veinte mil militantes de la delegaci¨®n berlinesa del Partido Comunista aprueban una plataforma que Reich titul¨® Asociaci¨®n Alemana para la Pol¨ªtica Sexual del Proletariado, con unos puntos que si hoy escandalizar¨ªan a las almas pacatas, en aquella ¨¦poca desataron todas las iras de los rigurosos aduaneros del pudor. He ah¨ª los ocho puntos que propon¨ªa Reich: 1, mejores condiciones de viviendas para las masas; 2, abolici¨®n de las leyes contra el aborto y la homosexualidad; 3, modificaci¨®n de las leyes de matrimonio y divorcio; 4, instrucci¨®n libre sobre el control de nacimientos y anticonceptivos; 5, protecci¨®n sanitaria para madres y ni?os; 6, guarder¨ªas en las f¨¢bricas y otros centros de trabajo; 7, abolici¨®n de las leyes que prohiben la educaci¨®n sexual, y 8, licencias a los presos para visitar sus hogares. Con este programa consigue Reich tres cosas saludables: a) ser expulsado del Partido Comunista alem¨¢n, b) ser expulsado de Alemania por los nazis y c) ser expulsado del hogar por su mujer, Annie, la cual, ateni¨¦ndose a la cl¨¢usula 3 de Reich, pide el divorcio.
Su exilio en Escandinavia lo narra ¨¦l mismo en People in trouble. En Suecia conoce a la que ser¨¢ su segunda mujer, Elsa Lindenberg, antigua militante de la Rote Hilfe (Socorro Rojo) de Berl¨ªn, bailarina de ballet, terapeuta corporal y, seg¨²n todos los indicios, una de las incontables amantes del r¨¦probo comunista Arthur Koestler. Hace espor¨¢dicos viajes a Zurich, Par¨ªs y Londres; conoce al antrop¨®logo Malinowski, experimenta sobre biones y filma el desarrollo de las amebas y otros protozoarios a c¨¢mara lenta, una t¨¦cnica que, veinticinco a?os despu¨¦s, reprodujo exactamente el doctor Rom¨¢n Vishiniak, patrocinado por la National Science Foundation, mientras los archivos de Reich eran devorados por las polillas en Forest Hills.
Reich, enn su per¨ªodo escandinavo, persiste en su idea de codificar sexo, psicoan¨¢lisis y pol¨ªtica en un todo coherente. Inventa el t¨¦rmino ?sexual-politik?, con lo cual recoge, otra vez, los puntapi¨¦s de todo el mundo: los comunistas, los nazis, los cat¨®licos, los burgueses, la hija de Freud, los cient¨ªficos y los analistas.
Quienes quieren quemar vivo a Reich hacen cola en las iglesias, las universidades, las embajadas y los cuartelillos de polic¨ªa. Sus libros, escritos en lenguaje llano, no son muy analizados ni discutidos por la sencilla raz¨®n de que son muy pocos quienes se toman la molestia de leerlos. El quid del problema son sus artilugios, esos misteriosos aparatos que fabrica Reich con sus propias manos. Ahora la tienen tomada con un oscil¨®grafo, aplicado a un hombre y una mujer y con el cual Reich registra los est¨ªmulos contrarios -sal y az¨²car en la lengua, el roce de las manos sobre la piel seguido de unos pellizcos, etc¨¦tera- Los ignorantes pensaban: ?Vamos, vamos, eso es pecado ?, pero no lo era todav¨ªa. Ya llegar¨ªa.
Repudiado por sus colegas, Reich -tiene que firmar los trabajos amparado en seud¨®nimos. Los puritanos leen tan s¨®lo los t¨ªtulos: El reflejo del orgasmo, Reflejo del orgasmo, postura muscular y expresi¨®n corporal, unas investigaciones que treinta a?os m¨¢s tarde sirvieron para que unos astutos directores de teatro asombraran a sus bobalicones alumnos con aspiraciones de actores, ?trabaj¨¢ndolos? a base de mucha expresi¨®n corporal, un poco de postura muscular y, si se cuadra, alg¨²n que otro reflejo, es decir, tensi¨®n-carga, descarga-relajaci¨®n, que es lo que demostraba Reich que la humanidad ven¨ªa practicando desde los tiempos de Ad¨¢n y Eva.
Los ataques no cesan. En s¨®lo un a?o los peri¨®dicos noruegos consignan m¨¢s de cien art¨ªculos acus¨¢ndole de ?porn¨®grafo jud¨ªo? y de ?fraudulento del psicoan¨¢lisis?. Para terminar con semejante persecuci¨®n, Reich decide emigrar a Estados Unidos.
Unos d¨ªas antes de embarcar para Nueva York, en una reuni¨®n, un amigo le presenta al heredero de Vishn¨², el et¨¦reo Krishrtamurti, dici¨¦ndole: ?Este es el hombre m¨¢s parecido a Cristo?, a lo cual Reich replic¨®: ?Si es as¨ª, ?c¨®mo es que todav¨ªa no lo han asesinado??
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