La primera novelista psicol¨ªgica
El 22 de diciembre se cumpli¨® el centenario de la muerte, en el n¨²mero 4 de Cheyne Walk, en el barrio londinense de Chelsea (suroeste de la ciudad), de George Eliot, la mujer que hizo entrar la novela inglesa en la edad adulta (Virginia Woolf, dixit) o, si queremos, la primera novelista psicol¨®gica anglosajona. La conmemoraci¨®n de tal centenario en su pa¨ªs, Inglaterra, fue tan temprana en este a?o como que el d¨ªa 21 de junio se inauguraba una l¨¢pida en su honor en el Poet's Corner (Rinc¨®n de los Poetas), en la abad¨ªa de Westminster, de Londres, una l¨¢pida en la que podemos leer una de sus frases: ?La primera condici¨®n de la bondad humana es algo para amar; la segunda, algo para reverenciar?.En el acto conmemorativo, un familiar de la autora, Tenniel Evans, honraba leyendo un pasaje de Amos barton, una de las narraciones incluidas en el primer volumen narrativo que publicara la autora, Escenas de la vida clerical (1858)- a su antepasada Mary Ann (o Marlanne) Evans, quien se escudara, como tantas autoras decimon¨®nicas, en un seud¨®nimo masculino para entrar en el mundo literario. El profesor Gordon Haight, bi¨®grafo y editor de la correspondencia de la Eliot, tambi¨¦n habl¨®, y se ley¨® muy anglosajonamente un pasaje del libro de Job en el que se recuerda que ?el precio de la sabidur¨ªa est¨¢ por encima de los rub¨ªes?. Los restantes asistentes al acto eran miembros de la George Ellot Society y, sencillamente, ?lectores comunes? de su obra. A partir de entonces, George Eliot figura junto a talentos muy posteriores (Henry James -un gran admirador suyo- y los poetas T. S. Eliot y W. H. Auden) en el lugar que se inaugurara en 1400 con la tumba de Chaucer, ?rinc¨®n? situado en la parte de la abad¨ªa de Westminster denominada iglesia colegiata de San Pedro, en el crucero sur, mientras el crucero norte est¨¢ ocupado por diversas l¨¢pidas conmemorativas de famosos estadistas y, el centro de la nave, por la tumba del soldado desconocido.
A pesar de qu¨¦ en la actualidad s¨®lo est¨¦ al alcance del lector en lengua castellana una de sus novelas, Silas Marner (1861, Editorial Fontamara, 1980), el panorama de la novela decimon¨®nica -y recordemos que el XIX fue un siglo con dos fes inquebrantables: el voto y la novela- sin la presencia de una novelista tard¨ªa, como fue George Eliot, ser¨ªa muy distinto. Por otra parte, se dieron en su vida y en su posteridad una serie de circunstancias que la convierten, aparte de en una gran autora, en un personaje en s¨ª literario (como suele suceder, por otra parte, con la mayor parte de autoras que han conseguido la rara avis de pasar a la historia).
Nacida en el seno de una familia de clase media, aunque rural, en Nuneaton, en la regi¨®n de Warwickshire, en lo que se conoce como los midlands ingleses, la muerte, en 1836, de su madre, lo que supuso ocupar el puesto de se?ora de la casa, ya fue un incidente poco propicio para su desarrollo intelectual, al que se sumaba un fervor religioso (evangelista) familiar notable. No obstante, la joven Mary Ann Evans foment¨® amistades intelectuales, aprendi¨® italiano y alem¨¢n, adem¨¢s de intentar una s¨®lida formaci¨®n cl¨¢sica con las lenguas latina y griega. Ello explica que su primer paso en el mundo literario fuera la traducci¨®n de Vida de Jes¨²s, de D. F. Strauss, que se publicar¨ªa en 1846; una obra fundamental en el siglo XIX. Tambi¨¦n explica que cuando Mary Ann Evans se enfrent¨® a su padre con su ate¨ªsmo (enfrentamiento que fue un paso importante en su personalidad intelectual). No ser¨ªa esta la primera ocasi¨®n en que la autora tendr¨ªa enfrentamientos familiares, por ende sociales. Muerto su padre, en 1849, su decisi¨®n, en 1854, de unir su vida a la de un hombre con el que no pod¨ªa casarse, Georges Henry Lewes (1817-1878), decidir¨ªa el repudio del resto de su familia y la elecci¨®n de un cierto ostracismo social.
Si bien es verdad que fue Lewes, escritor filos¨®fico y cr¨ªtico literario, quien influy¨® decisivamente en que Mary Ann Evans se convirtiera en una novelista, cuando ¨¦sta le conoci¨® su suerte en el mundo intelectual ya estaba echada. Libre de ataduras familiares, en 1851 nos encontramos a la joven Mary Ann en Londres, formando parte del comit¨¦ de redacci¨®n de la influyente revista Westminster Review, de Chapman, tarea que a¨²n le deja tiempo suficiente para traducir al ingl¨¦s otra obra fundamental decimon¨®nica, La esencia del cristianismo, de Ludwing Feuerbach (1841; versi¨®n ingles, 1854), y cultivar la amistad de fil¨®sofos positivistas como Herbert Spencer, quien le presentar¨ªa a Lewes, autor de una teor¨ªa de desarrollo metaf¨ªsico del positivismo. Lewes, un hombre progresista, hab¨ªa aceptado el adulterio de su esposa, por lo que seg¨²n las leyes de la ¨¦poca no podr¨ªa conseguir nunca el divorcio. Cuando juntos parten hacia Alemania, en 1855, desafiando -en especial ella- la sociedad de la ¨¦poca, tienen dos objetivos: Lewes, investigar para lo que va a ser su obra m¨¢s c¨¦lebre, una biograf¨ªa, pionera en el mundo anglosaj¨®n, de Goethe; Mary Ann, traducir la Etica de Spinoza al ingl¨¦s.
Como cr¨ªtico literario, Lewes hab¨ªa estimulado a Charlotte Bronte (quien tambi¨¦n se enmascar¨® con un seud¨®nimo de hombre: Currer Bell, tarea que aplica a su compa?era, de quien va a ser desde un principio un astuto agente literario. Mary Ann adopta como ?nom de plume? George -por Lewes- y Eliot -porque le resulta un apellido sonoro- para entrar en el mundo de la narraci¨®n con la ya citada Escenas de la vida clerical. El nobel George Eliot, narrador, es aclamado por un escritor consagrado, Charles' Dickens, quien le pronostica un futuro narrativo brillante y es la ¨²nica voz que manifiesta que Escenas s¨®lo puede ser obra de una mujer. Cuando al a?o siguiente, 1859, aparece su primera novela, Adam Bede, el seud¨®nimo ya es un secreto a voces. De Adam Bede se venden 16.000 ejemplares en el primer a?o. El molino junto al Floss (1860), quiz¨¢ su novela m¨¢s autobiogr¨¢fica, supera el ¨¦xito. George Eliot es una novelista famosa y rica, y socialmente no aceptada. El dinero le permite construirse una magn¨ªfica mansi¨®n, The Priory, cerca del Regent's Park, donde se refugia y recibe a quien solicite verla, sin exponerse a desaires sociales. Entre sus visitantes se incluyen un joven admirador norteamericano, Henry James, y un exiliado, Karl Marx.
Poemas en Espa?a
Su producci¨®n no se interrumpir¨¢: a Silas Marner seguir¨¢ una ambiciosa -y quiz¨¢ fracasadaincursi¨®n narrativo-hist¨®rica, Romola (1863), una novela situada en la Florencia de Savonarola que, a pesar de sus fallos, nos brinda en Tito Melena uno de sus mejores personajes femeninos. F¨¦lix Tolt (1866) es una novela pol¨ªtica donde quiz¨¢ el elemento pol¨ªtico sea lo m¨¢s flojo de la obra y a partir de la que George Eliot prueba fortuna en la poes¨ªa (desgraciadamente, La c¨¢mara silenciosa, seg¨²n su colega Hardy, en el segundo tercio del per¨ªodo victoriano). Lejos est¨¢ aquella provinciana Mary Ann Evans que, bajo su aut¨¦ntico nombre, publicara un poema en la revista The Christian Observer en 1840. La George Eliot que en 1867 (a?o de publicaci¨®n de El capital, de Marx) viaja a nuestro pa¨ªs para redondear su inspiraci¨®n para su libro de poemas The Spanish Gypsy (publicado en 1868) ya ha dejado una huella en la narrativa definitiva (no as¨ª en la poes¨ªa), a pesar de que a¨²n le queda por publicar lo que se considera su novela definitiva, Middlemarch (1871) y Daniel Deronda (1876), una novela que combina el sentido moderno de la complejidad del car¨¢cter con la amplitud y riqueza de la ficci¨®n hist¨®rica, seg¨²n Lettice Cooper, una de las tantas estudiosas de la obra de Eliot.
La muerte, en 1878, de Lewes lanza a la autora a un mutismo narrativo: s¨®lo publicar¨¢ Impressions of Teophrastus Such (1879), unos ensayos sat¨ªricos, antes de morir. No obstante, podr¨¢ ?rehabilitarse? socialmente al casarse, en 1880, pocos meses antes de su muerte, con un joven admirador norteamericano, John Cross, quien escribir¨¢ su biograf¨ªa (como tambi¨¦n lo hiciera la esposa de Thomas Hardy, a la muerte del novelista y poeta) y reclamar¨¢ para su difunta esposa el honor de ser enterrada en la abad¨ªa de Westminster, honor que no se le conceder¨¢. El cient¨ªfico agn¨®stico T. H. Huxley recordar¨¢ a las autoridades anglicanas que George Eliot se opuso al dogma y fue una antagonista del matrimonio cristiano. Mientras que a pesar de una vida matrimonial agitada, Dickens fuera enterrado en Westminster, los restos de George Eliot reposar¨¢n en el cementerio de Higligate (muy cerca de la tumba de Marx), y tendr¨¢n que transcurrir cien a?os para que el visitante encuentre digna menci¨®n de quien tanto hizo literariamente en la citada abad¨ªa. Lo curioso del caso es que si la literatura inglesa tiene un autor moralista ¨¦ste es George Eliot, cuya fama cay¨® en picado a su muerte y ha resurgido -y no se ha interrumpido- en la d¨¦cada de 1920. La l¨¢pida conmemorativa de Westminster lo recordar¨¢ a sus futuras generaciones, pero George Eliot hoy est¨¢ muy presente porque vive en m¨²ltiples lectores suyos en todo el mundo. Quiz¨¢ incluso entre nosotros.
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