Abismos para la clase media
Si Walt Disney no invent¨® el cine animado, s¨ª, al menos, puso en marcha una gran industria que, dedicada al p¨²blico infantil, anim¨® con sus historias y sus h¨¦roes muchas horas festivas en todas latitudes. Su imperio de narraciones lacrim¨®genas o chistosas, donde los animales se asemejaban a los humanos en voz y ademanes, para hacerlos m¨¢s cercanos a nosotros, tuvo y tiene su ciudad santa principal, su lugar de peregrinaci¨®n, donde todo admirador de estos h¨¦roes debe de ir siquiera sea una vez en la vida: Disneylandia, mezcla especial de refinado mal gusto y falta de imaginaci¨®n al servicio del ciudadano medio americano, incluidos, por supuesto, los ni?os.Sin embargo, el tiempo no pasa en balde. Los ni?os cambian, salvo para los programas de Televisi¨®n Espa?ola, que los condena a payasos toscos y series niponas hasta el fin de los siglos. Se acabaron las historias lacrim¨®genas de Bambi y su madre; Blanca Nieves debi¨® huir con sus siete enanitos lejos del bosque, dispuesta a realizarse, y hasta la misma Cenicienta debe sentirse liberada. La empresa Walt Disney, con su jefe hibernizado o no, a la espera de que la medicina le devuelva a la vida, se ha dedicado a realizar series con personajes de carne y hueso, pero en los que el toque blanco y blando deja su sello inconfundible.
El abismo negro
Producida por Walt Disney. Direcci¨®n: Gary Nelson. Gui¨®n: Jen Rosebrook, Gerry Day, Bob Barbash y Richard Landau. Fotografia: Frank Phillips. M¨²sica: John Barry, Int¨¦rpretes: Maximilian Schell, Anthony Perkins, Robert Forster, Joseph Boltoms, Yvette Mimieuxy Ernest Borgnine. EE UU. 1979. A n ticipaci¨®n. En: Roxy, Windsor, Garden, Liceo, Versalles.
Ahora la historia vuelve a repetirse. Siguiendo la corriente actual, se ha buscado una historia de anticipaci¨®n, con la inevitable nave espacial, viajes de exploraci¨®n y, en este caso, agujeros negros, especie de sumideros de firmamento donde va a parar cualquier basura espacial, de la que los humanos, en nuestras experiencias, solemos desprendernos a menudo. Como cualquiera de estos famosos puntos de atracci¨®n, tan s¨®lo perceptibles a base de teor¨ªa y c¨¢lculos, esta pel¨ªcula se ha apoderado de todo lo inventado con anterioridad dentro del g¨¦nero: maquetas, robots parlantes, m¨²sica celestial y l¨¢ser.
El resultado de esta receta -cocinada con poca convicci¨®n, aunque con medios generosos- es un cap¨ªtulo m¨¢s de esa historia que nos vienen contando desde que se iniciaron las Navidades. Los actores tampoco se toman el empe?o demasiado en serio.
Los disc¨ªpulos de Disney parecen vivir a¨²n los tiempos de la posguerra, cuando tos villanos llevaban siempre apellido alem¨¢n, los periodistas eran gente de poco fiar y los jefes, generosos y valientes. Todo esto no es nuevo tampoco en una empresa y una mentalidad dedicadas desde hace mucho tiempo ya a servir a la inmensa mayor¨ªa silenciosa de Am¨¦rica.
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