La mayor¨ªa giscardiana, hecha a?icos
En 1981, elecciones presidenciales en Francia / 1Junto con el a?o 1980 termina en Francia la primera parte de la campa?a electoral que desembocar¨¢ en las presidenciales del 26 de abril (primera ronda) y 10 de mayo (si hay segunda vuelta). Ya hay m¨¢s de treinta aspirantes a candidatos a la magistratura suprema. Los sondeos contin¨²an adelantando como vencedor al actual presidente, Valery Giscard d'Estaing, pero su imagen se ha erosionado sensiblemente durante los ¨²ltimos meses. Las desilusiones por ¨¦l provocadas y la confusi¨®n creada por los profesionales de la vida p¨²blica, sumados a las inquietudes econ¨®micas, han generado un clima de desaz¨®n en la sociedad francesa, cuyo tubo de escape, el llamado ?fen¨®meno Coluche? es, quiz¨¢, el acontecimiento pol¨ªtico m¨¢s importante del a?o.
Te¨®ricamente, en Francia, la acci¨®n del presidente de la Rep¨²blica est¨¢ apoyada por los partidos que integran la mayor¨ªa parlamentaria. Esto es: el partido gaullista Agrupaci¨®n por la Rep¨²blica (RPR) y la Uni¨®n por la Democracia Francesa (UDF), formada a su vez por tres peque?os partidos: el centrista, el radical y el giscardiano. A cuatro meses vista de la elecci¨®n presidencial, ese apoyo pr¨¢ctico a Giscard, salvo en el caso de sus fieles republicanos, se ha convertido en advertencias gru?onas por parte de los centristas y radicales, y en la oposici¨®n ?a muerte? de los gaullistas. El septenato iniciado por Giscard con aquella sentencia solemne: ?Hoy comienza una nueva era de la pol¨ªtica francesa?, se ha convertido al final en un saldo de intrigas, de esc¨¢ndalos, de rumores y de luchas fratricidas.Esa divisi¨®n irreversible entre giscardianos y gaullistas se dobla con la balkanizaci¨®n de estos ¨²ltimos. Los gaullistas ortodoxos de la RPR, fieles a su l¨ªder, Jacques Chirac, afirmaron este fin de semana que el alcalde de Par¨ªs ser¨¢ candidato y ?estar¨¢ presente en la segunda vuelta frente a Giscard. Y ser¨¢ presidente de la Rep¨²blica?.
Para el observador de la vida pol¨ªtica francesa, esa ?certeza divina? puede semejar a una tomadura de pelo, pero la confusi¨®n, las desilusiones y la ambici¨®n de cada cual, propician las quimeras y barnizan de realismo lo que, hasta ayer, era pura elucubraci¨®n. La pregunta ?puede ser derrotado Giscard?, inconcebible hace tres meses, la airean hoy todos los medios de informaci¨®n. Estos d¨ªas se ha confirmado que, durante la primavera pasada, Giscard pens¨® en dimitir para provocar nuevas
elecciones, presentarse de nuevo, ganarlas y, con ello, frenar en seco la depreciaci¨®n sufrida por su carisma como consecuencia de los diamantes, de otros esc¨¢ndalos aleda?os y de su impotencia ante la crisis econ¨®mica.
Giscard podr¨ªa no presentarse
Desde hace algunas semanas se extiende un rumor, real o fabricado, pero consecuente con el clima de ?peligro? que envuelve a la reelecci¨®n del presidente: Giscard podr¨ªa no presentarse a las elecciones de la primavera pr¨®xima. No es extra?o, en consecuencia, que Chirac medite la posibilidad de su candidatura como la decisi¨®n m¨¢s delicada de su carrera pol¨ªtica. En caso de fracasar, un Giscard reelegido contar¨ªa con siete a?os m¨¢s para rematar lo que constituye uno de los ejes determinantes de toda su pol¨ªtica: desenraizar definitivamente de la sociedad francesa el fen¨®meno gaullista que la gobierna directa o indirectamente desde hace cuarenta a?os. Las candidaturas ?desesperadas? de los gaullistas disidentes, Michel Debre y Marie France Garaud, ya son interpretadas por el mundo giscardiano como, un pre¨¢mbulo de los ¨²ltimos coletazos ?de la sardina?.
Un presidente devaluado, una mayor¨ªa inexistente, la fracci¨®n m¨¢s importante del gaullismo decidida a todo, incluso a entenderse con los socialistas, para acabar con el giscardismo, y una opini¨®n hastiada de ?asuntos? y desmoralizada por la crisis. Este balance del septenato, en v¨ªsperas de las elecciones, vuelve a ilusionar a la oposici¨®n, o, m¨¢s concretamente, al Partido Socialista. El Partido Comunista, a pesar de toda su pr¨¦dica revolucionaria, asentada en ?las luchas en la base? para dinamizar el cambio de sociedad, ha desplegado toda su maquinaria electoral en torno a su candidato, Georges Marchais, con un solo objetivo: ?robar? votos en donde sea y a costa de lo que fuere para debilitar a los sociaistas y, en todo caso, para mantener su influencia en la sociedad gala.
A pesar de esta actitud del PCF, los socialistas y su candidato, Fran?ois Mitterrand, contin¨²an creyendo que la Uni¨®n de la Izquierda se realizar¨¢ a la hora de votar y que, por fin, ?a la tercera ... ? le sonreir¨¢ el triunfo al eterno segundo que ha sido Mitterrand en sus cuarenta a?os de vida p¨²blica. El deterioro de la imagen de Giscard, los ataques que sufre procedentes de todos los horizontes, la desarticulaci¨®n irremediable de la mayor¨ªa, les han ayudado a los socialistas, incluso, a olvidar que, en su interior, cohabitan malamente dos tendencias irreconciliables: los mitterranistas, que militan por ?la ruptura con el capitalismo?, y los partidarios de Michel Rocard, que creen en las virtudes de la econom¨ªa de mercado.
Ante una clase pol¨ªtica desatada contra ¨¦l y ante una opini¨®n que ya lo sospecha todo del ?monarca sin corona?, que en su d¨ªa denunci¨® el ?ejercicio solitario del poder? por parte de De Gaulle, a Giscard a¨²n le quedan sus cartuchos electorales, negativos tambi¨¦n, pero no m¨¢s negativos que a sus detractores: la crisis econ¨®mica y el miedo que ella engendra, y los resortes del aparato pol¨ªtico-administrativo, ?giscardizados? absoluta e inteligentemente.
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