15 muertos al d¨ªa
Ten¨ªa tres a?os y, muri¨® de difteria. Se llamaba de nombre Luisa, en honor de la abuela, y era sana y alegre. La abuela Luisa sol¨ªa de nominarla como ?una bendici¨®n?. Ten¨ªa tales colores en la cara que su madre -mi madre- la miraba como a un milagro; la amenazaba en broma con la mano, la mord¨ªa los carrillos y la llamaba truchonaza. Al volver del trabajo, su padre -mi padre-, con el mono de la faena, se tiraba a gatas al suelo y paseaba a caballo encaramada en sus ri?ones a la Luisi, la truchonaza o bendici¨®n. Y tambi¨¦n Felix¨ªn -¨¦se era yo,- jugaba de jinete sobre la es palda de F¨¦lix Grande Ortega, todo un hombre donde los haya, todo un chiquillo, revolc¨¢ndose por el suelo entre el olor de las risas de Luis, entre el r¨ªo de las m¨ªas y ante la mirada reconviniente y orgullo sa de Mar¨ªa Antonia Lara, toda una mujer, y toda una chiquilla, que no sab¨ªa si damos gritos a los tres porque la mesa estaba puesta o revolcarse con nosotros en la felicidad. Sol de la casa, dice el pueblo a veces cuando mira la cara milagrosa de un ni?o. Y dice bien; el pueblo es a menudo un gran poeta: sabe encontrar el camino m¨¢s corto entre la vida y el lenguaje, entre el habla y el coraz¨®n. Sol de la casa se apag¨®, asesinada por un ataque de difteria, y toda la familia -padres, hermano, abuelos, t¨ªos, vecinos nos quedamos viudos de ella para siempre.Lo recuerdo muy bien: mis padres viudos lloraban por la noche. Me daban de cenar y me acostaban. Quedaban ellos a la mesa del comedor, con los platos abandonados, la comida enfri¨¢ndose. Yo me bajaba de la cama, me deslizaba hasta la puerta, la entreabr¨ªa, y espiaba aquella escena cotidiana, articulada por una desgracia irreparable. Por la rendija de la puerta ve¨ªa c¨®mo mi padre y mi madre se miraban sin decir nada, llorando mansamente, en silencio, para que yo no oyera nada, y tambi¨¦n para avergonzar al destino. Unas l¨¢grimas lentas, pero como garbanzos, les rodaban carrillo abajo al borde de la comida fr¨ªa, al borde de la truchonaza guardada bajo tierra para siempre, con el sol de la casa en un eclipse que la mortecina bombilla de veinte o treinta vatios no acertaba a disminuir. Amo a aquella bombilla que me dejaba ver la cara mojada de Mar¨ªa Antonio Lara Pradillos y F¨¦lix Grande Ortega, que daba un brillo de intimidad atroz a aquellas l¨¢grimas calladas, hasta que el hombre enorme, acongojado, con una sola mano recia y grande acariciaba a la mujer las dos mejillas y el ment¨®n. Sorb¨ªan su llanto y acomet¨ªan el esfuerzo de picotear en la comida fr¨ªa, como p¨¢jaros desganados. Desde mi puesto clandestino yo los miraba y deseaba que lo comieran todo, no se me fueran a morir tambi¨¦n como la bendici¨®n, la Luisi la truchonaza muerta.
Yo ten¨ªa cinco a?os cuando aprend¨ª que la muerte es una herida que nunca se les cura a los vivos, que la muerte de un ser querido se queda con los vivos para siempre, dejando sobre su coraz¨®n un eclipse de sol, un animal de sombra; dejando una familia entera a oscuras. Durante a?os, los abuelos me miraban crecer por el corral o por el patio, junto al brocal del pozo o bajo el ¨¢rbol de albarillos, y volv¨ªan la cabeza con una l¨¢grima que llevaba en el centro de su oc¨¦ano el nombre de mi hermana.
Durante numerosos a?os, mis padres, solemnes de resistencia y de nostalgia, buscaron a la truchonaza en el centro de sus entra?as, y as¨ª fueron naciendo todos mis hermanos varones, mi Julio, mi Ignacio, mi Jos¨¦ Luis y mi Manolo, a quienes desde aqu¨ª les beso sus mejillas, y a cuyos hijos truchonazos desde aqu¨ª les restriego el pelo de sus cabezas milagrosas.
Eclipses familiares
Los eclipses de sol duran un breve tiempo y en seguida el sol reaparece. Los eclipses de hijo, de hermano, los eclipses de nieto, dejan sombra en el resto de la vida. Desde la m¨¢s profunda geolog¨ªa de la angustia, los padres viudos suelen buscar su truchonazo muerto y se cargan de hijos, y juntan proles numerosas como las proles de gitanos. ?Quer¨¦is saber, indiferentes, racistas encubiertos, por qu¨¦ son tan numerosas las familias gitanas? El ¨ªndice de natalidad de los gitanos espa?oles es el m¨¢s alto de todas las comunidades del mundo estudiadas hasta el momento, y alcanza el doble del ¨ªndice medio mundial. ?Quer¨¦is saber la causa de esa avalancha de chiquillos, de esa furiosa actividad de procreaci¨®n? ?O cre¨¦is que los gitanos no saben qu¨¦ es un preservativo, desconocen a Cigino, no han o¨ªdo hablar de la p¨ªldora, carecen de noticia de las abortadoras? No se trata de eso, indiferentes, majaderos pilatos. Se trata de que sus ni?os se mueren antes y en mayor cantidad que nuestros ni?os. Se trata de que nosotros somos privilegiados y los gitanos no.
Seg¨²n informa la revista Consulta Semanal (Ideal, Granada, 13-12-1980), de cada cien gitanos s¨®lo tres disfrutan el milagro de la vida hasta 65 a?os. De cada cien gitanos, quince se mueren antes de cumplir un a?o de edad. Nacen cien gitanos al d¨ªa: quince de esos nacidos se mueren cada d¨ªa sin haber alcanzado un a?o y sin haber tenido en sus carrillos los colores de la felicidad. La meningitis, las malformaciones, la sordomudez, las disfunciones pulmonares y bronquiales y las lesiones cardiovasculares son algunas de las infamias que matan diariamente a esos quince chiquillos desde el pantano pegajoso de misera, de segregaci¨®n, de racismo, con que la comunidad paya -usted, se?or, y yo- afrenta a la comunidad gitana. Pod¨¦is hacer todas las cuentas que quer¨¢is, rebuscar argumentos en el libro de las excusas, pedirle socorro al cinismo, desplegar el paraguas del olvido y de la hipocres¨ªa. No servir¨¢ de nada: sois culpables, somos culpables. Cien gitanitos nacen en nuestra Espa?a cada d¨ªa. Quince de ellos no llegar¨¢n a soplarle a una vela. 97 de ellos no cumplir¨¢n 65 a?os. Seguid con vuestros trastos y con vuestros cacharros, algunos con vuestros legajos, muchos otros con vuestra ambici¨®n inconcebiblemente est¨²pida y vuestra soberbia entre insolidaria y cretina, otros con el macabro juguete de su diverso terrorismo, y casi todos con sus hijos, nuestros hijos, creciendo hacia un destino longevo y hermos¨ªsimo -porque la larga -vida es muy hermosa, aunque algunos no lo quer¨¢is as¨ª-, mientras esa comunidad humana que llamamos gitanos padece sus eclipses de sol, mientras esa comunidad humana llora en silencio, rod¨¢ndole grandes garbanzos como l¨¢grimas por la cara, mientras a esa comunidad humana se le enfr¨ªa entre l¨¢grimas la cena.
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