Stielike se salv¨® de la mediocridad
Stielike tiene un sentido stajanovista del f¨²tbol. Mientras mantiene el fuelle fuerza la producci¨®n. Es un hombre prototipo del milagro alem¨¢n. Hace horas extraordinarias gratis para engrandecimiento de su equipo. Pero le sucede que est¨¢ en una, que ha perdido el sentido de la colectividad. Por eso, parte de los esfuerzos de este panzer arrollador se pierden. La mitad de sus compa?eros juega en otro tempo. La otra mitad se empobrece en el individualismo. Y Boskov da la medida de su teor¨¦tica alineando a Isidro unos minutos a fin de que sobre la prima.El partido del domingo no merecer¨ªa m¨¢s. all¨¢ de cuatro l¨ªneas de no haber sido porque, afortunadamente, hubo cuatro goles y se desperdiciaron al menos cuatro m¨¢s. El resultado anim¨® un poco el encuentro y probablemente lo que fue una aut¨¦ntica casta?a podr¨¢ parecer a quienes no lo vieron un espect¨¢culo divertido. Hubo cuatro goles, pero sin emoci¨®n alguna De las cuatro dianas dos fueron de penalti, una de libre directo y la restante fue producto de una falta al guardameta almeriense C¨¦sar, que posibilit¨® el que Rinc¨®n enviase el bal¨®n a la red.Afortunadamente para quienes tenemos la triste obligaci¨®n de contar el encuentro, el comit¨¦ que designa a los colegiados nos envi¨® al se?or Cond¨®n Uriz -aquel que le recordaba a Miguel Mu?oz sus a?os mozos- para que tuvieramos algo en que entretenernos. El se?or Cond¨®n es un ¨¢rbitro de Segunda Divisi¨®n -con perd¨®n de los ¨¢rbitros de Segunda- que no se sabe por qu¨¦ razones act¨²a en Primera. Siempre me ha parecido una muestra de forofismo el leer u o¨ªr a un comentarista aquello de que ?el ¨¢rbitro se convirti¨® en protagonista del encuentro?. Ciertamente, el domingo, por la escasez de juego y reducido n¨²mero de jugadores brillantes, los espectadores vimos m¨¢s de lo que es habitual al ¨¢rbitro. fue porque se dej¨® ver. Porque mostr¨® tinas deficiencias realmente notabes. Para m¨ª tuvo tanto inter¨¦s seguir con atenci¨®n las decisiones de Cond¨®n como las de los jugadores. No para adivinarle alguna voluntad de favorecer a unos y perjudicar a otros, sino simplemente para comprobar sus desatinos. Afortunadamente, el encuentro no tuvo conflictos importantes. En un partido de alguna trascendencia las decisiones de este ¨¢rbitro hubieran podido producir un aut¨¦ntico esc¨¢ndalo.Del Madrid de los ¨²ltimos tiempos comienzo a tener la imagen de que s¨®lo Stlelike y Garc¨ªa Rem¨®n merece la plena confianza. El centrocampista, por sus renovados afanes; el guardameta, porque lo detiene casi todo y dirige a su titubeante defensa con autoridad. Fue Garc¨ªa Rem¨®n quien m¨¢s contribuy¨® a quitarle al partido alguna pizca de emoci¨®n al detener, en el primer tiempo, los dos ¨²nicos balones intencionados que le mandaron los almerienses. Un fallo del meta quiz¨¢ hubiera podido contribuir a que tuvi¨¦ramos la sensaci¨®n de que ten¨ªamos delante un partido de f¨²tbol de Primera Divisi¨®n.
A falta de otras emociones, la mayor¨ªa del p¨²blico transistorizado opto por atender a lo que suced¨ªa en otros lugares. Al transistor le va a tener que dedicar un monumento el f¨²tbol actual. El p¨²blico se olvida de lo mucho que le cuesta, lo poco que le dan, gracias a la emoci¨®n de la quiniela que le proporciona la radio.
El ALmer¨ªa que vino al Manzanares di¨® la impresi¨®n de ser un equipo apa?adito. El Almer¨ªa que pas¨® el dominio por Chamart¨ªn fue un conjunto sin ambiciones. Los jugadores amerienses se han abandonado a su suerte, que no es otra que la desgracia de la Segunda Divisi¨®n. Fue tanto su candor que Mur¨²a, su hombre m¨¢s incisivo, no fue capaz de marcar un gol cuando ya hab¨ªa driblado incluso a Garc¨ªa Rem¨®n, y a continuaci¨®n envi¨® el bal¨®n de penalti a los grader¨ªos. Con un equipo as¨ª toda lucha por la permanencia es in¨²til. Contra un equipo as¨ª, que en el segundo tiempo jug¨® con diez, el Madrid no fue demasiado superior.
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