"Lo que queda del PSUC"
Utilizo la que Ignacio Gallego calific¨®, tan duramente. como ?Prensa burguesa? para expresar mi opini¨®n sobre el V Congreso del PSUC. Doy por conocidos los elementos positivos, los logros y unanimidades que los portavoces oficiales del congreso se han encargado de difundir, con un optimismo hist¨®rico que no comparto. Y aclaro que no hablo desde el resentimiento de quien era y no es.
Fui delegado en el cuarto congreso, convocado poco despu¨¦s de una intensa y reconfortante campa?a electoral (la que precedi¨® al hist¨®rico 15 de junio de 1977). Al t¨¦rmino de aquel congreso pronostiqu¨¦ que en las concesiones y ambig¨¹edades del cuarto congreso se hab¨ªa perdido por anticipado el quinto. No hac¨ªa falta ser profeta para comprobar (o predecir) que una secretar¨ªa de organizaci¨®n como la aceptada radicalizar¨ªa al partido, cuando precisamente entraba en una nueva etapa pol¨ªtico-hist¨®rica: la de los consensos, la de la actividad parlamentaria (desconocida antes), la del proceso pol¨ªtico y electoral, con un calendario apretado: discusi¨®n y aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, de los estatutos auton¨®micos, m¨¢s las elecciones municipales y sindicales de la nueva galaxia pol¨ªtica.
Durante el cuarto congreso (noviembre de 1977), el PSUC, como un partido con vocaci¨®n de Gobierno y con un proyecto ambicioso de ?reconstrucci¨®n nacional de Catalu?a?, contaba con una organizaci¨®n extensa, omnipresente en la periferia y cintur¨®n industrial de Barcelona y Tarragona, insignificante en las comarcas leridanas, vencida (electoralmente), pero con posibilidades, en Gerona, y con un peso moderado en la misma ciudad de Barcelona.
Pero, por encima de todo, el PSUC contaba con una excelente imagen entre sectores intelectuales, a trav¨¦s de los l¨ªderes obreros, en el mundo de los creyentes (gracias, en gran parte, al carisma personal de Alfonso Com¨ªn) y entre las organizaciones de base (como las asociaciones de vecinos), como demostraron m¨¢s tarde los resultados de las elecciones municipales. El PSUC ten¨ªa adem¨¢s una imagen de partido genuinamente ? nacional? catal¨¢n, capaz de proponer a la inmigraci¨®n un marco de integraci¨®n progresiva y sin rechazos en la comunidad catalana. Finalmente, el eurocomunismo daba al PSUC un aspecto de partido respetuoso con las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas, con las que ten¨ªa que contar si quer¨ªa que su provecto pol¨ªtico resultase efectivo.
Desde la ¨®ptica de este quinto congreso —tanto a trav¨¦s de las conclusiones como de la conspiraci¨®n de pasillos— creo que la imagen del PSUC se acerca, a la baja, la del peor partido comunista. Es posible pronosticar una cierta estabilidad electoral para el PSUC. Imaginemos que mantuviera —es un decir— un nada despreciable 19% en futuras contiendas electorales. Votos que corresponder¨¢n al cintur¨®n industrial de Barcelona, sumido en una crisis econ¨®mica (y de puestos de trabajo) incuestionable. Para la derecha catalana, pocos regalos de Reyes pod¨ªan resultar m¨¢s estimulantes: ?Qui¨¦n puede temer a este partido perfectamente delimitado y enclavado en una reserva roja, problem¨¢tica? Porque, adem¨¢s, creo que es hora de arremeter contra un mito: los llamados ?duros>> lo son de palabra, pero no lo han sido a la hora de las movilizaciones que en comarcas como el Baix Llobregat han enarbolado siempre la bandera del hoy rechazado ?eurocomunismo?. Un PSUC capaz de vociferar desde su reducto, a nadie le quitar¨¢ el suyo. Porque, adem¨¢s, se trata ahora de un partido que replantea sus alianzas, que cr¨ªtica con mayor dureza a¨²n a los ?socialistas?, que excluye de su seno —al menos en puestos de relevancia— a los creyentes (el rechazo del calificativo de ?partido laico? constituye un terrible acontecimiento hist¨®rico para quienes predicaron la reconciliaci¨®n nacional y antidogmatismo), que propone una cultura pol¨ªtica de manual (digamos de Georges Politzer o de ?principios de leninismo? del rehabilitado Stalin), establece una frontera f¨¦rrea entre los militantes-militantes y esa base riqu¨ªsima de simpatizantes votantes -amigos- colaboradores con que el PSUC contaba (y que eran una parte importante de su historia y de su knack).
El cambio en la orientaci¨®n de la pol¨ªtica internacional del PSUC significa una p¨¦rdida importante de credibilidad para el comunismo espa?ol, en general. La ?prosovietizaci¨®n? del PSUC, en la que es posible ver influencias muy directas y (?por qu¨¦ no'?) financiadas, como sit¨²a al proyecto comunista en el marco m¨¢s general de la pol¨ªtica catalana y espa?ola.
El PSUC envejece
La edad de los representantes del PSUC ha aumentado en m¨¢s de cuatro a?os entre congresos. La media actual, de 44 a?os de edad de los delegados, indica un envejecimiento del PSUC (con una base inmigrante notable, pero con una menor presencia en el partido de los catalanes hijos de inmigrantes).
Por ¨²ltimo, quiero notar la escasa atenci¨®n que los papeles y debates de este quinto congreso han dedicado a la actividad parlamentaria tanto en Madrid como en el barcelon¨¦s parque de la Ciudadela. Ello es significativo. Que el desencanto producido por la actividad parlamentaria preocupe es normal (y revelador del estado general de la pol¨ªtica catalana y espa?ola). Pero que los cuadros-de legados de un partido parlamenta— no se olviden del significado de los hemiciclos en la vida politica, en democracia, es lamentable.
Se trata posiblemente de un reflejo en el seno de los partidos politicos de la crisis general. La dureza del paro, que afecta a muchos militantes, incluso suicidas. Pero hay que afirmar que costar¨¢ recuperar para el PSUC, si ello acontece, la imagen abierta de partido que se queria de todos para todos (< Ignasi Riera es escritor y periodista, miembro del PSUC, redactor dimisionario del semanario Trebal!, ¨®rgano del PSUC.
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