Homenaje de una universidad suiza al dramaturgo D¨¹rrenmatt
La Universidad de Neuchatel (Suiza) nombr¨® ayer al c¨¦lebre dramaturgo Friedrich D¨¹rrenmatt doctor honoris causa. D¨¹rrenmatt, natural de aquella ciudad, donde naci¨® hizo el pasado 5 de enero sesenta a?os, asisti¨® al acto, agradeci¨® vivamente el homenaje y luci¨® una robusta salud, desmintiendo as¨ª la noticia difundida por algunos diarios espa?oles, seg¨²n la cual el autor de Los f¨ªsicos hab¨ªa fallecido el mismo d¨ªa de su cumplea?os.
?Hurra, todav¨ªa vivimos! El t¨ªtulo de la novela de Johannes Mario Simmel nos da pie para felicitarnos de que Friedrich D¨¹rrenmatt no haya recibido a¨²n la visita de la vieja dama, y que ayer todav¨ªa prolongase con sus amigos de siempre la celebraci¨®n de su reciente sexag¨¦simo cumplea?os, que tuvo efecto el pasado d¨ªa 5 de enero (v¨¦ase EL PA?S de ayer). ?Quite usted, por Dios?, nos dijeron ayer desde su casa de Neuchatel (Suiza). ?El se?or D¨¹rrenmatt goza de una saluda excelente y esta ma?ana estuvo trabajando antes de salir. El muerto, pues, goza de excelente salud, aunque en 1942 padeciese una hepatitis poco despu¨¦s se identific¨® como diab¨¦tico, ?pero ya no consume insulina?, y que m¨¢s adelante tuviese alg¨²n que otro amago de infarto. Ayer mismo, el pa dre de R¨®mulo el grande se calz¨® sus zapatillas de pana marr¨®n y se aplic¨® a revisar uno de los treinta tomos de bolsillo que la editorial Di¨®genes, de Zurich ha lanzado al mercado justamente el pasado d¨ªa 5, en la misma fecha en que el comedi¨®grafo y sat¨ªrico impenitente cumpl¨ªa sus sesenta a?os. Sus cuadros de viudas, en l¨¢s paredes de un restaurante favorito, el Resturant du Rocher, no lucen m¨¢s crespones negros que los debidos a sus respectivos maridos imaginarios. Todav¨ªa no ha tenido, pues, cumplimiento la profec¨ªa de uno de sus carboncillos preferidos, en el que un cad¨¢ver con gafas, imagen de ¨¦l mismo, yace en el suelo circundado por otros escritores apesadumbrados ante la situaci¨®n: las sospechas del crimen, seg¨²n D¨¹rrenmatt, conducen inexorablemente hacia los cr¨ªticos de los peri¨®dicos. ??Qu¨¦ cabe hacer cuando nos lanzamos raudamente, con los ojos abiertos, hacia la muerte??, se preguntaba D¨¹rrenmatt, en su relato El t¨²nel, en 1952. Esta pregunta, al final de su n¨¢rraci¨®n, fue en un principio un interrogante con esta respuesta fide¨ªsta: ?Nada. Dios nos deja caer y as¨ª vamos a parar a ¨¦l?. Al reeditar El t¨²nel, en 1978, D¨¹rrenmatt, el esc¨¦ptico, tach¨® la consideraci¨®n teol¨®gica y dej¨® tan s¨®lo la palabra nada.
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