Repoblar montes, poblar mentes
Las fiestas pasaron ya. El bullicio, las esperanzas en su mayor¨ªa frustradas, los prop¨®sitos prontamente olvidados, ceder¨¢n paso a lo de siempre, a la rutina diaria, al quehacer cotidiano. El escolar volver¨¢ al colegio, si no hay huelga. El ama de casa, a sus labores dom¨¦sticas y al cabreo diario en el mercado. El trabajador, a su tarea, a lo suyo. El delincuente, tambi¨¦n a lo suyo, que es lo ajeno. La autoridad, a lo suyo, a aleccionar, a prevenir al ciudadano para que ¨¦ste trate de protegerse para que el ciudadano, procure defenderse a s¨ª mismo, a su, familia, a sus bienes; porque la ley le ampara poco, la ley es lenta y, como dijeron los joyeros hace pocos meses, la ley lenta no es ley. V¨¦ase el panorama que nos cuentan las noticias, el que todos vemos en la calle. Lo soez, el mal gusto, el gamberro, el delincuente act¨²an con casi completa impunidad, mof¨¢ndose del derecho ajeno y atacando, si ha lugar, al agente del orden, progresivamente desmoralizado. Se han adue?ado de la calle los malos modales, el taco sin ton ni son, la expresi¨®n grosera. El energ¨²meno, valent¨®n contra el d¨¦bil, cobarde ante el fuerte, reina en la calle.El gamberro, ¨¦l y ella, desafiante, cafre e incivil, hace gala de su animalidad, de su bestalidad, revelando as¨ª su falta de hombr¨ªa, su carencia de femineidad, su ausencia de formaci¨®n. Incapaz de leer, carente de valores, lejos del arte, se mofa de lo constructivo porque lo constructivo requiere esfuerzo, tes¨®n, estudio, sacrificio, y el gamberro, la gamberra, pasan de todo eso. ?Dime de qu¨¦ presumes y te dir¨¦ de qu¨¦ careces, el gamberro, la virago, quiere parecer desenvuelto, moderna, de vuelta de todo, y no ha ido a nada.
Y esa degradaci¨®n, ese animalismo, ese hacer caso exclusivo al hedonismo, a la satisfacci¨®n de los instintos primarios, est¨¢ patrocinado en gran medida por absurdos programas televisados, Incluso, el petardismo, psa plaga que, pes¨¦ a estar prohibida y declarada il¨ªcita la venta de tales explosivos, ha molestado hasta la obsesi¨®n al vecindario durante muchos largos d¨ªas. Pel¨ªculas b¨¦licas, absurdas porque pretenden presentar h¨¦roes sin reparar en que, detr¨¢s de un discutible h¨¦roe, que lo fue a la fuerza, hay muchas muertes, muchos heridos, la real cara fea de lo b¨¦lico que las pel¨ªculas de los vencedores maliciosamente ocultan. Esas pel¨ªculas que absurdamente se prodigan en tiempos de vacaciones escolares tienden a un embrutecimiento del chaval que, luego,en la calle, muestra su brutalidad tirando petardos, como si de bombas de mano se tratara y, rizando el rizo y mostrando cu¨¢n cafre es, tira el petardo a un pobre perro, menos animal que ¨¦l, o cerca de un anciano, o cerca de una ventana, a ver si, con un poco de suerte, perturba el descanso de quien est¨¦ durmiendo.
Diversos comentaristas de la, Prensa diaria han tocado el tema, amplio en sus ramificaciones, profundo en su significado, con mejores plumas que la m¨ªa. El nulo resultado de sus comentarios est¨¢ a la vista. El poco eco que este m¨ªo va a tener, me lo figuro de antemano. Termino con una frase de Santiago Ram¨®n y Cajal: ?Repoblar los montes y poblar las mentes constituyen los ideales que debe perseguir Espa?a pata fomentar su riqueza y alcanzar el respeto de las naciones?. Y, v¨¦ase, los montes arjen, las mentes se despueblan, se embrutecen. El desencantado espa?ol, el defraudado espa?ol, se ha hartado de frases y prop¨®sitos, se ha vuelto indiferente a la ret¨®rica oficial. /
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