Reflexiones de un empresario sobre la econom¨ªa de las autonom¨ªas
La crisis econ¨®mica, el crecimiento del paro y la puesta en marcha del Estado de las autonom¨ªas son cuestiones prioritarias para Espa?a en estos momentos. En Catalu?a, los empresarios de la construcci¨®n sentimos una real preocupaci¨®n por estos temas en nuestra doble condici¨®n de ciudadanos y de responsables de nuestras empresas. En los primeros d¨ªas de diciembre pasado quisimos plantearlos, analizarlos y discutirlos en profundidad durante las sesiones del f¨®rum ?Catalu?a sin construcci¨®n... ?qu¨¦??, que reuni¨® a cerca de trescientos empresarios en Barcelona. Estas l¨ªneas quieren evitar que aquellas sesiones sean un hecho aislado y, al mismo tiempo, dar a conocer nuestros planteamientos al mayor n¨²mero de espa?oles posibles, catalanes o no.La ca¨ªda de las tasas de crecimiento del producto nacional es una clara manifestaci¨®n de la crisis. Si la media de crecimiento del producto interior bruto (PIB) en el per¨ªodo de 1968-1978 fue de un 5 % anual en Espa?a (Perspectivas Econ¨®micas. OCID. Diciembre 1980), en 1979 fue de un 0,8%; en 1980, de un 0,5%, y para 1981 se prev¨¦ un 1,75% de incremento del PIB.
La crisis econ¨®mica (d¨¦bil crecimiento del PIB, aumento del paro, inflaci¨®n de dos d¨ªgitos) no tiene una causa ¨²nica en Espa?a. Pero es indudable que el encarecimiento de la energ¨ªa constituye un elemento distorsionador clave para la actividad industrial. Es decir, la crisis es, especialmente, de car¨¢cter industrial, y de ella no quedan marginadas las regiones ?ricas?, es decir, industrializadas; todo lo contrario. Entre las provincias con tasa de desempleo (en el segundo trimestre de 1980, y seg¨²n el INE) mayor a la media espa?ola se hallan Vizcaya, Barcelona, Madrid y Guip¨²zcoa, adem¨¢s de las andaluzas (menos Almer¨ªa) Badajoz, Ciudad Real, Las Palmas y Guadalajara. La construcci¨®n, como generadora del soporte infraestructural de la actividad econ¨®mica, ha padecido el impacto de la crisis industrial, lo que provoca que esas provincias ?ricas? sean las que en mayor medida acusan el retroceso de la actividad constructora. En la recientemente celebrada IV Reuni¨®n de Estudios Regionales, Jos¨¦ Luis Carreras Y¨¢?ez present¨® una ponencia en la que se pon¨ªa de manifiesto que en Madrid, el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a la actividad constructora hab¨ªa experimentado un retroceso entre 2 y 2,5 veces mayor a la media espa?ola, en el per¨ªodo 1974-1979.
Quiero apuntar aqu¨ª brevemente que 1980, y en lo que a la construcci¨®n se refiere, ha sido muy negativo, una vez m¨¢s, para Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, mientras que en Madrid parece que se ha ?tocado fondo?. El consumo de cemento en 1980 se situar¨¢, dando valor cien al de 1974: en el Pa¨ªs Vasco, al nivel 45; en Catalu?a, al nivel 57, y en Madrid, al nivel 5 . Pero la variaci¨®n en los doce meses del a?o reci¨¦n finalizado ha sido de -23 %, en el Pa¨ªs Vasco; -21 %, en Catalu?a, y -4%, en Madrid.
M¨¢s construcci¨®n para frenar el paro
El presidente Su¨¢rez, en su discurso de la moci¨®n de confianza, destac¨® tres prioridades en el terreno econ¨®mico: el sector energ¨¦tico, la inversi¨®n p¨²blica y la construcci¨®n de viviendas. Las tres implican, directa o indirectamente, un aumento de la demanda de construcci¨®n. Puede esperarse, por tanto, que en 1981 la actividad constructora experimente, por primera vez en seis a?os, una recuperaci¨®n de su nivel de actividad, lo que permitir¨¢ generar puestos de trabajo no s¨®lo en este sector sino en el conjunto de la econom¨ªa. No se olvide que la creaci¨®n de un puesto de trabajo en la construcci¨®n supone dos puestos de trabajo m¨¢s en otros sectores en el plazo de dos a?os. El camino elegido nos parece correcto para la salida de la crisis, pero ¨¦sta no se alcanzar¨¢ si a nuestras alforjas no a?adimos contenci¨®n de rentas, mayor productividad e incremento del ahorro (p¨²blico y privado), de forma que la inversi¨®n nos permita aumentar nuestra competitividad frente al exterior y crecer a una tasa suficiente como para que la ocupaci¨®n aumente. La situaci¨®n actual se ha de superar solidariamente entre todos, andaluces, catalanes, extreme?os, gallegos... Los catalanes lo tenemos esto muy claro: es absurdo pensar que una parte de Espa?a puede superar la crisis haciendo abstracci¨®n del resto. Espa?a no puede permitirse fragmentaciones tampoco en lo econ¨®mico. Pero hay algo que tambi¨¦n tenemos claro: la idea de discriminar entre regiones ?ricas? y ?pobres? para favorecer (aparentemente) a estas ¨²ltimas ha sido y es demag¨®gica y absurda. El crecimiento econ¨®mico no surge de la nada, y favorecer determinadas zonas a costa de penalizar a otras te¨®ricamente ?m¨¢s ricas? es, en estos momentos, una pol¨ªtica suicida. Y en este terreno tenemos los catalanes una queja muy grave: la inversi¨®n p¨²blica en Catalu?a es, en t¨¦rminos relativos, mucho menor al promedio espa?ol. En el terreno de las obras p¨²blicas, por cada cien pesetas licitadas en 1971, en 1979 s¨®lo se licitaron 37. Y en 1980 esta evoluci¨®n no se ha corregido: la licitaci¨®n p¨²blica en el per¨ªodo enero-septiembre ha crecido en Espa?a un 17,2% en t¨¦rminos monetarios, mientras en la provincia de Barcelona ha disminuido (tambi¨¦n en t¨¦rminos monetarios) un -10,5%.
?Para qu¨¦ la autonom¨ªa?
No nos referimos a lo que supone para nosotros, los catalanes, la recuperaci¨®n de nuestras instituciones hist¨®ricas en el terreno cultural y pol¨ªtico. Otros m¨¢s cualificados ya lo han expuesto y deber¨¢n seguir haci¨¦ndolo. Pero nos interesa hacer unas reflexiones desde la ¨®ptica empresarial sobre lo que pueden suponer o no las autonom¨ªas en lo econ¨®mico.
No van a suponer, desde luego, la panacea para la soluci¨®n de los problemas econ¨®micos de cada uno de los territorios auton¨®micos. Esto, por evidente, no deber¨ªa hacer falta decirlo. No van a suponer, tampoco, la fragmentaci¨®n del espacio econ¨®mico espa?ol. Ser¨¢ en este terreno, en lo que hace referencia a la econom¨ªa, donde el poder auton¨®mico lo ser¨¢ menos. As¨ª ocurre en los Estados de estructura federal y as¨ª ser¨¢ en el nuestro. La decisi¨®n, en cuestiones de pol¨ªtica econ¨®mica general, corresponder¨¢ al poder central.
Sin embargo, somos partidarios de la autonom¨ªa econ¨®mica en el nivel de la gesti¨®n, d¨¢ndole un significado muy amplio a este t¨¦rmino. Nuestra Administraci¨®n p¨²blica ha sido, y es, ultramontana en lo tocante al centralismo. Y as¨ª nos ha ido y nos va. Cada vez es necesario gastar m¨¢s dinero en personal para invertir cada vez menos. La ineficacia del sector p¨²blico en Espa?a se pone de manifiesto casi cotidianamente. No hace mucho, la industria barcelonesa qued¨® casi colapsada por la imprevisi¨®n de la empresa p¨²blica responsable del suministro de gas natural. La reforma que dote a nuestro pa¨ªs de una Administraci¨®n p¨²blica eficiente es inaplazable. Y esta reforma deber¨¢ utilizar la configuraci¨®n auton¨®mica del Estado para conseguir su objetivo. Alguien dir¨¢ que no se pide autonom¨ªa en lo econ¨®mico, sino descentralizaci¨®n. Las cuestiones sem¨¢nticas no nos preocupan en este terreno. Si conseguimos pasar del centralismo a una Administraci¨®n descentralizada, habremos dado un paso de gigante. La tarea es dif¨ªcil pero decisiva. En los negocios se dice que un buen gerente es el que sabe delegar en sus colaboradores. El poder central, ?sabr¨¢ conseguir que la econom¨ªa se gestione delegando-descentralizando? De momento, el talante no puede decirse que haya cambiado mucho. Los usuarios del puente a¨¦reo Barcelona-Madrid-Barcelona siguen en alza.
es presidente de la Confederaci¨®n Catalana de la Construcci¨®n.
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