Del "nuevo esp¨ªritu" al desencanto: cuatro a?os de era Carter
Cuando, en aquella ma?ana fr¨ªa y soleada del 20 de enero de 1977, Jimmy Carter jur¨® en las escaleras del Capitolio de Washington su cargo como 39? presidente de Estados Unidos, y pronunci¨® acto seguido un discurso calificado de ?moralizante y liberal? por los observa dores pol¨ªticos, hubo muchos que pensaron que, esta vez s¨ª, una nueva era comenzaba para Norteam¨¦rica y para el resto del mundo.
Tras aceptar la presidencia con la tradicional f¨®rmula de 35 palabras empleada desde los tiempos de George Washington, Carter, un granjero del ?profundo Sur? ajeno al establishment de la capital federal, se refiri¨® en cuatro ocasiones al ?nuevo esp¨ªritu? que supon¨ªa su llegada al poder despu¨¦s de los ocho a?os de Nixon-Ford, marcados por la guerra de Vietnam y el esc¨¢ndalo Watergate.Carter hab¨ªa obtenido la victoria en las elecciones de 1976 por un margen muy estrecho sobre su rival, Gerald Ford, pero era el s¨ªmbolo de la nueva Am¨¦rica, de la ?nueva moralidad?. Ante las 15.000 personas que asist¨ªan a la ceremonia, Carter dijo que quisiera que durante su maridato presidencial Estados Unidos suprimiese las barreras raciales y religiosas, fortaleciera el papel de la familia, ?base de nuestra sociedad?, y recuperara la confianza del pueblo en su Gobierno.
En m¨¢s de dos a?os de tenaz campa?a electoral, Carter hab¨ªa hecho muchas promesas, desde la amnist¨ªa para los pr¨®fugos de la guerra de Vietnam a la reducci¨®n del presupuesto de Defensa, pero siempre repet¨ªa sus tres grandes objetivos: restaurar la convivencia nacional, devolver a los ciudadanos la confianza en sus instituciones y dar al pa¨ªs ?el Gobierno que se merece?.
El optimismo no era algo exclusivo de los dem¨®cratas, las minor¨ªas raciales o los sindicatos, que hab¨ªan respaldado a Jimmy Carter. En Washington se respiraba un ambiente esperanzado y festivo. Los peri¨®dicos estaban llenos de an¨¦cdotas sobre la originalidad y campechan¨ªa de la nueva familia que iba a ocupar la Casa Blanca. Hasta Warren Earl Burger, el presidente del Tribunal Supremo, encargado de tomar juramento al nuevo presidente, se permiti¨® bromear cuando le cobraron veinticinco d¨®lares por una invitaci¨®n para presenciar la parada inaugural. ?Si yo tengo que pagar veinticinco d¨®lares por ver el desfile, voy a cobrar cincuenta d¨®lares a Jimmy Carter por tomarle el juramento?, dijo el juez Burger.
El "sue?o americano"
El padre del asesinado l¨ªder de los derechos civiles, Martin Luther King Sr., particip¨® en las celebraciones con un serm¨®n entusiasta le¨ªdo en el mismo lugar donde su hijo, en 1963, pronunci¨® el famoso I have a dream... (?He tenido un sue?o?). Carter, en su discurso de toma de posesi¨®n se refiri¨® tambi¨¦n al American dream, al sue?o americano, que, asegur¨®, todav¨ªa est¨¢ vivo.
El nuevo presidente no s¨®lo rompi¨® la tradici¨®n al jurar su cargo con el diminutivo familiar de su nombre (?Yo, Jimmy Carter ... ?, dijo con la mano izquierda, en la Biblia y la derecha levantada), sino que renunci¨® al autom¨®vil descubierto y camin¨® desde el Capitolio a la Casa Blanci, a lo largo de la avenida de Pensilvania, entre las aclamaciones de la multitud que, desafiando al fr¨ªo, le aclamaba desde las aceras.
Desde el principio, Carter trat¨® de ?mantenerse cerca del pueblo?, para lo que no dud¨® en recurrir a acciones que rozaban lo demag¨®gico. ?Presidencia abierta? y ?contacto directo con los ciudadanos? eran t¨¦rminos repetidos hasta la saciedad en Ics primeros meses de la era Carter. En una ocasi¨®n, el presidente respondi¨® en directo, a trav¨¦s de la televisi¨®n, a los ciudadanos que le llamaban por tel¨¦fono.
Su primera "charla junto a la chimenea" en la que intent¨® imitar el estilo de Franklin Roosevelt y dirigirse familiarmente desde la biblioteca de la Casa Blanca a los telespectadores, tuvo lugar cuando apenas llevaba dos semanas en el cargo. Dos conferencias de Prensa cada mes fue la norma que se fij¨® el nuevo presidente y que respet¨® escrupulosamente casi hasta el final, cuando su cota de popularidad estaba al m¨ªnimo y sus apariciones en la televisi¨®n se espaciaron, sobre todo en el ¨²ltimo a?o de su mandato.
La televisi¨®n fue el medio elegido tambi¨¦n por Jimmy Carter para despedirse, el mi¨¦rcoles pasado, de los norteamericanos, tras haber sufrido el 4 de noviembre una de las derrotas m¨¢s estutpitosas de la historia electoral de Estados Unidos. En su testamento pol¨ªtico, Carter insisti¨® en sus grandes temas, desde la limitaci¨®n de armas nucleares a la crisis energ¨¦tica y los derechos humanos, am¨¦n de quejarse de las dificultades que hab¨ªa encontrado en la Casa Blanca para desarrollar su propia pol¨ªtica.
Masoquismo
El columnista Anthony Lewis comentaba hace unos d¨ªas que los norteamericanos parecen complacerse ¨²ltimamente en exagerar las esperanzas que ponen en cada nuevo presidente y, cuando ¨¦ste inevitablemente les decepciona, en destruirle. La ca¨ªda de Carter en los ¨ªndices de popularidad fue inexo rable en los dos ¨²ltimos a?os de su mandato. Las ?charlas junto a la chimenea? desaparecieron; la familia de Carter, especialmente su hermano Billy, comenzaron a crearle problemas y hasta un miembro de su propio partido, Edward Kennedy, disput¨® la nomi naci¨®n dem¨®crata al presidente en ejercicio, algo que nadie hubiera sospechado en el primer a?o de la era Carter.
La falta de liderazgo, lo confuso de su pol¨ªtica exterior, debido en buena parte a la rivalidad entre Vance y Brzezinski; la crisis econ¨®mica y los acontecimientos de Ir¨¢n se citan como algunos de los motivos de esta irresistible ca¨ªda de Jimmy Carter desde la c¨²spide de la popularidad y el centro de las esperanzas hasta el incre¨ªble descr¨¦dito que alcanz¨® el a?o pasado dentro y fuera de Estados Unidos.
Quiz¨¢ la historia ser¨¢ m¨¢s ben¨¦vola con Jimmy Carter que lo fueron los votantes en noviembre pasado. Ning¨²n soldado norteamericano ha muerto en combate durante los cuatro a?os de su presidencia, lo que supone un r¨¦cord, por desgracia dif¨ªcil de igualar. El fallido intento de rescate de los rehenes fue la cat¨¢strofe que acab¨® definitivamente con sus posib¨ªlidades electorales. Si la operaci¨®n hubiese tenido ¨¦xito, incluso con p¨¦rdidas humanas, Carter podr¨ªa haber llegado a las elecciones de noviembre en una posici¨®n muy distinta.
Los acuerdos sobre el Canal de Panam¨¢ y el tratado de Camp David, cuyo futuro es incierto, aparecen como las grandes realizaciones de Carter en pol¨ªtica exterior. El acuerdo SALT II, que firmara con Breznev en Viena, no ha sido ratificado por el Senado, y es posible que la nueva Administraci¨®n republicana decida renegociarlo por completo. La apertura de relaciones diplom¨¢ticas con China y la no intervenci¨®n en los asuntos internos de otros pa¨ªses pesan tambi¨¦n en el lado favorable de la balanza, aunque el Gobierno de Ronald Reagan pensar¨¢ seguramente lo contrario y tratar¨¢ de corregir los errores de su antecesor.
Frustraci¨®n nacional
La llamada doctrina Carter sobre el golfo P¨¦rsico, que fue formulada hace ahora aproximadamente un a?o, despu¨¦s de la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, tampoco parece digna de pasar a los libros de historia. En pol¨ªtica interior, su creaci¨®n de dos nuevos ministerios, Educaci¨®n y Energ¨ªa, est¨¢ a punto de ser deshecha por la piqueta de la Administraci¨®n Reagan. La inflaci¨®n y el desempleo, Junto a la frustraci¨®n nacional en pol¨ªtica exterior, con asuntos como la brigada sovi¨¦tica en Cuba y la detenci¨®n durante m¨¢s de un a?o de los rehenes norteamericanos en Teher¨¢n, acabaron con las ya escasas posibilidades de Jimmy Carter en las urnas y dieron la Presidencia a un candidato del que todo el mundo pensaba que hab¨ªa perdido su ¨²ltima oportunidad al ser derrotado por Ford en la convenci¨®n republicana de Kansas City, en el verano de 1976.
El martes, despu¨¦s de asistir a la torna de posesi¨®n de su sucesor, Jimmy Carter emprender¨¢ el viaje de retorno a Plains, su pueblo natal de Georgia, mientras en Washington se celebran las fiestas y los bailes de inauguraci¨®n de la era Reaan. El fugaz nuevo espir¨ªtu que hace cuatro a?os invocaba el presidente que inici¨® el tercer siglo de la historia de Estados Unidos, deja paso al ?vamos a hacer a Am¨¦rica grande de nuevo?, con el que Ronald Reagan se ha abierto camino hasta la Casa Blanca.
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