"Si pol¨ªticos cat¨®licos vinieran, como pol¨ªticos a pedirme consejo, no les dir¨ªa nada"
Antonio Inocenti, 66 a?os, veintid¨®s en el servicio diplom¨¢tico del Vaticano y siete de curia, es el nuevo nuncio en Espa?a. Su llegada ha estado envuelta en un sinf¨ªn de especulaciones: que si es un hombre del Opus, que si viene a Madrid para marcar una l¨ªnea m¨¢s conservadora. Por lo pronto, sus primeras declaraciones sobre el divorcio han provocado una dura nota del partido socialistas, que protestan por la injerencia extranjera, dicen, en asuntos nacionales. Llega en v¨ªsperas de importantes acontecimientos eclesiales y pol¨ªticos, como la sucesi¨®n del cardenal Taranc¨®n, el viaje del Papa a Espa?a y la aprobaci¨®n de una ley sobre el divorcio.
Pregunta. Su primera nunciatura fue en el Paraguay. Dicen que all¨ª le declararon persona non grata.Respuesta. Por poco me lo hacen. La verdad es que fui condecorado cuando me march¨¦. Lo que s¨ª dijeron fue que si otro diplom¨¢tico hubiera osado decir y hacer lo que yo hice le hubieran expulsado.
P. Usted era un diplom¨¢tico privilegiado.
R. Yo les contest¨¦ que era distinto de los dem¨¢s, porque los otros defend¨ªan intereses ajenos, aunque leg¨ªtimos, y yo los propios de la Iglesia.
P. Pero ?qu¨¦ hizo usted?
R. Paraguay ten¨ªa graves problemas sociales y pol¨ªticos. Hab¨ªa muchos presos y gente oprimida que ped¨ªa a los eclesi¨¢sticos que fueran su voz para mejorar la situaci¨®n. Eso no gustaba al Gobierno.
P. Vamos, que usted se enfrent¨® a la dictadura del general Stroesner.
R. Enfrentamiento no es la palabra. Hab¨ªa una dura cr¨ªtica. No se resolvieron los problemas, pero se abland¨® la situaci¨®n.
P. Usted ha hecho de diplom¨¢tico, de pastor y hombre de curia. ?Con qu¨¦ se queda?
R. Deseo el ministerio pastoral. Empec¨¦ de p¨¢rroco rural en un pueblo de mineros y me encari?¨¦ con ellos. Luego me mandaron a estudiar derecho y teolog¨ªa; posteriormente me llamaron para entrar en el servicio diplom¨¢tico.
P. Su llegada a Espa?a ha estado envuelta en multitud de especulaciones, algo as¨ª como si la retirada de su antecesor, Luigi Dadaglio, en un momento tan crucial para la vida espa?ola como el nombramiento del sucesor de Taranc¨®n, la aprobaci¨®n de la ley del Divorcio y el viaje del Papa a Espa?a tuviera que hacerse removiendo a un montinista.
R. Yo desconoc¨ªa, antes de mi nombramiento, todos esos acontecimientos que me dice. Hay que desdramatizar las cosas. Es l¨®gico cambiar un nuncio despu¨¦s de trece a?os de actividad.
P. Con la diferencia de que aqu¨ª se juega la continuidad de una pol¨ªtica de apertura protagonizada por Dadaglio y Taranc¨®n. Su nombramiento caus¨® sorpresa.
R. El que a m¨ª me designaran nada tiene que ver con la situaci¨®n del pa¨ªs. Hace meses, muchos meses, me hablaron del tema y yo les dije que me ven¨ªa grande. Luego volvieron a insistir, y les dije que me encontraba mayor para esa tarea. Estos son los hechos. Que cada cual lo interprete como quiera.
P. Hablemos de sus l¨ªneas de actuaci¨®n. Antes de salir para Espa?a declaraba su respeto por la autonom¨ªa de la pol¨ªtica y el pluralismo.
R. Eso es tan obvio que no hac¨ªa falta ni mentarlo.
P. Veamos entonces su aplicaci¨®n concreta. Por ejemplo, en el tema del divorcio.
R. Mi punto de vista es el de los obispos espa?oles.
P. Pero, usted sabe que entre la declaraci¨®n de la Conferencia Episcopal del 23 de noviembre de 1979, en la que se reconoce al legislador el derecho a legislar en funci¨®n del bien com¨²n, y las declaraciones del cardenal primado, que considera el divorcio como un mal absoluto, hay un abismo.
R. Por el momento no me constan esas diferencias. Yo manifiesto mi acuerdo con la declaraci¨®n de la Conferencia Episcopal.
P. ?Reconoce al Estado el leg¨ªtimo derecho a legislar sobre el divorcio?
R. El legislador puede afrontar cualquier situaci¨®n que se le presente. Otro asunto es la forma de resolverlo. Claro que los pol¨ªticos son libres. La Iglesia nada tiene que decirles, pero a los cat¨®licos, s¨ª.
P. ?Y a los pol¨ªticos cat¨®licos?
R. Un cat¨®lico tiene una formaci¨®n, una fe, y tiene que actuar conforme a ella. La Iglesia no les dice c¨®mo tienen que hacer esto o aquello, pero ellos tienen que tener en cuenta su condici¨®n.
P. Sin embargo, en Italia la Iglesia s¨ª que trata de influir en la Democracia Cristiana cuando se plantea este tipo de problemas.
R. En una democracia no se puede negar a la Iglesia que defienda y extienda sus planteamientos.
P. Concretemos m¨¢s el problema. Es p¨²blico y notorio que el sector democristiano de UCD trata de recortar el proyecto de ley sobre el divorcio presentado por el ministro de Justicia. Imag¨ªnese que vienen a pedirle su apoyo o su consejo.
R. En este momento les dir¨ªa que no me conozco bien el tema.
P. ?Y cuando tenga una idea clara?
R. Si me preguntan como creyentes, hablar¨ªa con ellos. Si pol¨ªticos cat¨®licos vienen, como pol¨ªticos, a pedirme consejo o apoyo sobre una ley de divorcio no les dir¨ªa nada. La pol¨ªtica, sea arte o ciencia, no es cosa nuestra. Yo soy hombre de Iglesia.
P. Los socialistas protestaron contra sus declaraciones. Les ha parecido que usted se pasaba cuando dec¨ªa que ?pol¨ªticos y periodistas deber¨¢n tener en cuenta lo que la Iglesia dice del matrimonio ?.
R. Efectivamente. Eso es un hecho con el que deber¨ªa contar un pol¨ªtico realista. All¨¢ ellos c¨®mo valoren ese hecho. Pero la Iglesia no va a renunciar a decir lo que piensa.
P. Tambi¨¦n dec¨ªa usted que ?el divorcio toca a la familia?. Lo de tocar tiene muchos sentidos en castellano.
R. Quiz¨¢ me haya expresado mal. Mi idea es que el divorcio perjudica a la familia.
P. Pero la ley no crea las desuniones, sino que responde a su existencia.
R. El matrimonio para los cat¨®licos est¨¢ por encima de la situaci¨®n de hecho que puede representar la separaci¨®n de almas y cuerpos. Quiz¨¢ ese sea el equ¨ªvoco.
P. ?Estar¨ªa usted dispuesto a aclararlo en una mesa con los socialistas?
R. Si un hombre, socialista o no, me pide una aclaraci¨®n, se la doy. Pero si el partido socialista me plantea oficialmente explicaciones en torno a una mesa, no. Ese no es mi papel.
P. Sigamos con los partidos pol¨ªticos. En el V Congreso del PSUC, recientemente celebrado, se aprob¨® la laicidad de ese partido comunista. Sobre este tema hubo en Italia un importante intercambio de correspondencia entre el obispo Betazzi y Enrico Berlinguer, ya que para el obispo esa definici¨®n condiciona la presencia de cristianos en el partido comunista ?Qu¨¦ dir¨ªa usted?
R. Yo no dir¨ªa nada. Me duele que haya cristianos que no se den cuenta de que la fe y el comunismo son, en teor¨ªa, opuestos.
P. ?Incluso reconociendo la laicidad del partido?
R. Habr¨ªa que discutirlo te¨®ricamente. Pero yo lo reduzco a un problema de coherencia. Ante planteamientos opuestos, hay que optar. Pero respeto la conciencia de cada cual, que s¨®lo Dios puede juzgar.
R. Pero usted mantiene la incoherencia formal.
R. No s¨®lo formal, sino interna, sustantiva. Claro, que la vida concreta es tan rica, incluso en contradicciones, que uno acaba admitiendo que gente de buena fe piense reconciliar lo irreconciliable.
P. Duras palabras, teniendo en cuenta a los cristianos en esos partidos.
R. Desconozco la realidad espa?ola.
P. Se?or nuncio, se ha escrito y dicho sobre su relaci¨®n con el Opus, tema ¨¦ste que en Espa?a siempre se presta al comentario. Hasta Taranc¨®n ha tenido que decir que no, que usted no es de la Obra.
R. Me extra?a que haya sido necesaria esa aclaraci¨®n.
P. Quiz¨¢ sus buenas relaciones con el cardenal Oddi, buen mentor del Opus.
R. No creo que Oddi sea del Opus. Yo he tenido contactos espor¨¢dicos con miembros del Opus desde hace veinticinco a?os en Suiza. Pero nunca les he puesto esa etiqueta. En la Iglesia hay tanto sitio, que todo es bienvenido.
P. ?Incluso cuando alguien es exclusivo?
R. Yo no soy exclusivo. Por eso acepto todo lo que no vaya contra la Iglesia y su disciplina, tal y como yo la entiendo. Ni soy del Opus ni me avergonzar¨ªa serlo; tampoco soy claretiano ni franciscano.
P. Dentro de unas semanas, elecci¨®n del sucesor de Taranc¨®n al frente de la Conferencia Episcopal. ?Fin del taranconismo?
R. Desconozco el t¨¦rmino taranconismo. Pero es normal que haya cambios. Todos tenemos sucesores y predecesores.
P. Se dice que va a ser dif¨ªcil sacar adelante un candidato liberal, porque los vientos son otros.
R. Yo no soy profeta. Ni siquiera conozco a¨²n a todos los obispos.
P. Pero s¨ª que conoce a Juan Pablo II. Parece que se est¨¢ imponiendo un rumbo neorrestauracionista.
R. Esos son conceptos pol¨ªticos que se aplican mal a la Iglesia. La vida es as¨ª, tiene sus idas y venidas, el movimiento pendular.
P. Pero Juan Pablo II pone a la Edad Media como ideal para Europa, critica la Ilustraci¨®n y secularizaci¨®n, contrapone la misericordia de Dios a la justicia de los hombres.
R. No me constan esas cr¨ªticas.
P. Est¨¢n en su ¨²ltima enc¨ªclica.
R. Si la raz¨®n se bastara a s¨ª misma no har¨ªa falta Redentor ni Iglesia.
P. ?D¨®nde queda entonces el respeto a la autonom¨ªa de la pol¨ªtica?
R. La Iglesia no puede dejar de dar principios a la conciencia del hombre.
P. En octubre viene el Papa a Espa?a. ?Qu¨¦ se pretende con esos grandes viajes?
R. El Papa viene a encontrarse con el pueblo espa?ol. Son viajes efectivos, a juzgar por los resultados, sobre todo para los j¨®venes que le siguen y le comprenden.
P. Sin embargo, el montaje y escenificaci¨®n parecen impedir la espontaneidad. Y cuando ¨¦sta se produce, caso de la representante de los j¨®venes cat¨®licos alemanes, Barbara Enge, y de Theresa Kane, en Washington, el Papa se calla.
R. Montaje el de la joven alemana, que voluntariamente falt¨® al texto que se hab¨ªa comprometido a leer. Cuando alguien hace algo as¨ª creo que no merece ser tomado en serio. Mire, el Papa es el jefe de una organizaci¨®n que tiene sus cauces de expresi¨®n, y cuando estos organismos se han expresado, no tiene ning¨²n sentido que alguien se lo plantee al Papa de nuevo y p¨²blicamente.
P. Las 135 personalidades alemanas que firmaron la carta al Papa tampoco pudieron dialogar con ¨¦l.
R. Estamos en las mismas. No necesitaban o¨ªr al Papa cuando sus colaboradores ya se hab¨ªan pronunciado sobre los temas que planteaban. Muchos entienden el di¨¢logo como darles la raz¨®n.
P. O sea, que si un grupo de espa?oles hace un escrito para dialogar sobre ¨¦l con el Papa, se las va a ver y desear para lograrlo.
R. Hay que llegar al Papa por cauces org¨¢nicos. Lo que ah¨ª se les diga, esa es la voz del Papa.
P. Se?or nuncio, la Iglesia espa?ola no es uniforme. No lo va a tener usted f¨¢cil.
R. El carisma de la Santa Sede es la unidad, unificar en el amor y la misericordia todo lo que sea concordable.
P. ?Qu¨¦ va a pasar con los cristianos cr¨ªticos? Hace pocas semanas aparec¨ªa un libro del padre D¨ªez-Alegr¨ªa en el que se mantienen tesis m¨¢s radicales que las de Hans K¨¹ng.
R. Los que voluntariamente se colocan al margen de la Iglesia, ah¨ª se quedan.
P. Ellos dicen que est¨¢n dentro.
R. Muchos son v¨ªctima de sus propias ilusiones.
P. Una pregunta para terminar, se?or nuncio. Parece que usted no quer¨ªa venir a Espa?a.
R. No me pasaba por la mente la posibilidad de venir. Consideraba que Espa?a era demasiado para mis fuerzas, pero con la ayuda de los hombres de buena voluntad espero hacer una labor acertada.
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