1.000 millones de musulmanes festejan el nacimiento del profeta del Islam / 1
El a?o 570 despu¨¦s de Cristo cambia la faz de la historia. En ¨¦l, un general et¨ªope, Abraha, marcha hacia La Meca por ?rutas del incienso ?, camino que trillaron miles de caravanas comerciales.Abraha respira ansias de conquista y af¨¢n misionero. Le respalda un numeroso y bien pertrechado ej¨¦rcito, en el que figuran elefantes, hasta entonces desconocidos por los habitantes de la Arabia.
Los invasores no encuentran resistencia. Est¨¢n a las puertas de la Kaaba, templo que se remonta, en sus or¨ªgenes, a Abraham. De pronto se produce un hecho dicot¨®mico: catastr¨®fico y milagroso. Una tempestad de arena, impetuosa, ardiente, se desata con furia y sa?a. Los abisinios no temen la lucha: son buenos guerreros; pero aqu¨ª la naturaleza se muestra infernal. Cunde la superstici¨®n, el p¨¢nico. Inician la huida, sin agua, sin provisiones, sin rutas. Se suma la peste, transportada por los p¨¢jaros. El desenlace es fatal. Abraha y gran parte de sus tropas perecen.
Los designios de Dios son inescrutables. En ese mismo a?o, el 12 de Rabia al Aual, mes lunar, que en esta oportunidad corresponde al 18 de enero, nace Muhammad, profeta de Dios.
El matrimonio de Abdallah ibn Abdel Muttalib y Amina bint Wahba -padres de Muhammad- se ve truncado por la muerte repentina de ?bdallah, a los ocho meses de sus esponsales.
Muhammad no tendr¨¢ la dicha de ver ni una sola vez el rostro de su progenitor. Amina, desolada, viuda, no podr¨¢ amamantar a su beb¨¦. La tristeza sec¨® sus pechos. Halima bint Abi Duwaid ser¨¢ la nodriza por caridad. ya que Amina carec¨ªa de. recursos. En Wadi Sirar, al sur de Taif, vive Muhammad sus primeros cinco a?os, en un campamento de n¨®madas, donde Halima y su esposo, El Hariz, apacientan su peque?o reba?o, Muhammad juega y retoza con Chima y Judama, sus hermanos de leche. El , desierto dota a Muhammad de una asombrosa capacidad de resistencia. Su piel parece t¨¦rmica por la facilidad con la que soporta los rigores del calor y del fr¨ªo.
A los cinco a?os, Halima le devuelve a los cuidados de su madre, con la que viaja a Yatrib, un oasis m¨¢s saludable que La Meca. Corta es la estancia: s¨®lo unos meses. Hay que retornar a La Meca. De regreso, casi a la mitad del camino, Amina se siente enferma. Se detienen en la aldea de Abwa. All¨ª muere en los brazos de su hijo. Triste desenlace y completa horfandad.
Muhammad pasa al cuidado de su abuelo Abdel Muttalib, que -ya septagenario- le ama entra?ablemente. Durante dos a?os, nieto y abuelo, que cumple funciones de proveedor de la Kaaba, conviven en cordial amistad. Siempre est¨¢n juntos. Le lleva, incluso, con gran esc¨¢ndalo de los jeques, a la Casa del Consejo, especie de Parlamento de los kuraichitas. Muhammad enriquece sus pupilas y o¨ªdos. Poco dura esa felicidad. Cuando apenas Muhammad ha cumplido los ocho a?os muere Abdel Muttalib, y es su hijo, Abu Talib, quien asume la tutor¨ªa.
Abu Talib quiere salir de pobre. Promueve y le financian una caravana al Norte, a Siria. Muhammad, que cuenta catorce a?os, le acompa?a. El viaje ha sido instructivo: Jaibar, Hijr, Uzra, Wadi-1-Qur¨¢, el mar Muerto, Bosra, donde les hospeda el monje Rahira (Sergio para los cristianos), quien predice el futuro prof¨¦tico de Muhammad. En el aspecto comercial el viaje ha sido un fracaso.
Empeora la situaci¨®n econ¨®mica de Abu Talib. Muhammad trabaja de pastor de ovejas y cabras y merodea, en busca de pastos, por los altos de La Meca y del Hedjaz, de los valles medianitas, por los montes Sarat y Asir.
En el a?o 595, cuando estaba prestando su servicio, como gu¨ªa de caravanas, a la viuda Jadiya bin Jualid, en m¨¦rito a su honradez, fidelidad y capacidad de oficio, esposa a Jadiya. La diferencia de edad (ella le supera en quince a?os) no es ¨®bice para que el matrimonio sea un modelo de felicidad conyugal y de buenas costumbres. Seis hijos son el fruto de su amor: Al Qasim, Abdallah, Dainab, Ruqaya, Umm Kaultum y F¨¢tima.
Muhammad, que ama entra?ablemente a Jadiya, le confiesa que prefiere la vida austera a la molicie de la gente acaudalada; los sacrificios de la vida de pastor o de simple camellero a las finanzas y dem¨¢s transacciones comerciales. Lo suyo es fraternizar con las gentes, vencer al desierto, a la sed y la fatiga: invocar a Dios.
es secretario general de la Comunidad Musulmana de Espa?a.
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