Ros¨®n
Hablo con Juanjo, el ?pasota? que sali¨® en el -programa televisivo Su turno, de Jes¨²s Hermida, que hicimos sobre el pasotismo. Jes¨²s nos asegur¨¦ entonces, con su mejor voluntad liberal y democr¨¢tica, que en ¨¦l es natural, a la par que aprendida de su larga convivencia con los yanquis:-El programa se dar¨¢ entero o no se dar¨¢. Nada de cortes.
Y se dio. Desde entonces he recibido un demasi¨¦ de cartas -aparte las que genera esta columna diariamente- dici¨¦ndome que fui el mejor del rollo o que somos todos unos cerdos, seg¨²n. Pero Juanjo, l¨ªder de ?Los Hijos del Agobio?, de Vallecas, y due?o de un pub en aquel barrio, me cuenta:
-A los dos d¨ªas de salir el programa me han cerrado el establecimiento ?por permitir la entrada a drogadictos y delincuentes?, de acuerdo con una ley del a?o 46, m¨¢s la multa que venga. Ya hay escritos por todo el barrio. Incluido el Rayo Vallecano, donde se pregunta a. la autoridad si los vallecanos deben considerarse drogadictos y delincuentes, ya que muchos de ellos son habitu¨¦ de mi establecimiento. Naturalmente,. la papela no dice nada del programa de la tele, pero el cierre, por tres meses, vino a los dos d¨ªas. Hemos tenido conversaciones con Ros¨®n, que ya han terminado.
Cuando la teletonta se democratiza por un lado, la acci¨®n gubernamental se recrudece por otro, Mi querido Match/Hermida ten¨ªa raz¨®n: el programa iba a darse ¨ªntegramente. Lo que ya no ha quedado tan ¨ªntegro ha sido la vida de su protagonista, Juanjo, el del pelo afro, privado d¨¦ su medio de vida.
Efectivamente, entre el programa y la papela de cierre no hay causalidad, pero s¨ª casualidad, puesto que, como dice Juanjo, el oficio lleg¨® a los dos d¨ªas, con lo mal que anda el correo.
Anoche he visto, en la Antologla de la zarzuela de la telecosa, a la gran Norma Duval (que ha entrado ya en el Mercado Com¨²n del erotismo), haciendo delicicisamente y en plan kitsch La Corte de Fara¨®n, con los ojos y el ombligo m¨¢s consensuados y consensuales de la actualidad pol¨ªtica nacional. Mucho me temo, Norma, amor, que dentro de un par de d¨ªas te llegue a casa una papela gubernamental clausur¨¢ndote el ombligo durante tres meses, pues se supone que en tu pur¨ªsimo ombligo viven Y conviven drogadictos, delincuentes y alg¨²n novio que tengas, lo que viene a empeorar las cosas.
A lo mejor Castedo, ¨¦ste que han puesto ¨¢bora, y que parece m¨¢s moderno, desface mogollones y malandrines, pero el corolario que uno obtiene, de momento, es que nuestros hombres de orden, m¨¢s que mirar la vida, miran la televisi¨®n, como los malos columnistas, y por la telecosa juzgan, condenan y castigan, como pasaba en el tardofranquismo, que las ministras ten¨ªan la tele como espejito/espejito de la madrastra de Blancanieves para preguntarle todos los d¨ªas qui¨¦n era m¨¢s bella, si Carmen Sevilla o ellas. Y como era mucho m¨¢s bella Carmen Sevilla, le pon¨ªan un chal. Y otro chal al televisor-en plan luto, como en una pel¨ªcula de Summers.
Viejos usos franquistas, s¨ª, ¨¦stos de mirar la vida espa?ola a trav¨¦s de la telep¨¢tica, que a su vez da una vida filtrada y convencional. Y no digo que. haya sido tal el caso de Juanjo, ? Los Hijos del Agobio? y el programa de Hermida, pero por si las flais.
Tras el cierre de Carolina, tan impopular (como dijo Rosa Montero, en las tecas molonas y caras puede encon¨ªrarse el. mismo material y no las cierran), el cierre del pub vallecano de Juanjo es como una vieja inercia del viejo orden que patrulla Espa?a desde siglos: el peligro siempre est¨¢ en las afueras.
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