Ana Bel¨¦n y el desfile de modelos de la multinacional
El recital que Ana Bel¨¦n ofreci¨® el pasado jueves en el teatro Alcal¨¢ Palace (v¨¦ase la segunda edici¨®n de EL PAIS de ayer) sobrepas¨® de lejos el contenido y significados habituales de este tipo de actos.Puede decirse, de entrada, que Ana Bel¨¦n cay¨® v¨ªctima de la confusi¨®n y el oportunismo descarnado de su casa discogr¨¢fica. La presentaci¨®n comenz¨® con unas tiernas y encantadoras secuencias de Ana Bel¨¦n ni?a sobre una canci¨®n de esa misma ni?a recogida de un programa radiof¨®nico de la ¨¦poca. Luego, se ilumina un escenario dirigido al parecer por Miguel Narros, consistente en telones de fondo pintados con motivos tales como un templete, una habitaci¨®n novecentista y dem¨¢s, todo en un plan muy decadente. Y sale Ana Bel¨¦n, con un traje roj¨ªsimo y el pelo alborotado y rizoso para comenzar lo que se promete como consagraci¨®n p¨²blica de una gran cantante enfrentada, eso s¨ª, a un p¨²blico bastante favorable (entre otras cosas porque hubo del tipo de quinientos invitados). Su voz sonaba algo perdida entre el sonido del grupo, pero aquello parec¨ªa ir para adelante. S¨®lo que repentinamente surgen de entre los cortinajes Mocedades, que hacen un numerito, saludan y se van. Y despu¨¦s de un rato, Manzanita, y luego, V¨ªctor, y, para que la cosa no decaiga, Miguel R¨ªos cantando Santa Luc¨ªa. Eso y un d¨²o con Antonio, su guitarrista, y teclas en plan spirituals, combinando con una pel¨ªcula tomada en Cuba y en la cual Nicol¨¢s Guill¨¦n recita junto a Ana su famoso poema La muralla. S¨®lo faltaba Bos¨¦, pero dicen que estaba previsto.
Al final, un tutti de las estrellas cantando un With a little help from my friends, que elevaba el sonrojo a cotas dif¨ªcilmente alcanzables por otros medios.
Y es que, por obra y arte de la empresa, la an¨¦cdota, es decir, el montaje, se convirti¨® en protagonista, y no precisamente para aumentar el valor de la figura del d¨ªa. Todos los que por all¨ª pasaron como invitados dispuestos a poner el huevo son artistas CBS, y el ¨²nico que no participa de la etiqueta (Miguel R¨ªos) ten¨ªa previsto su fichaje por esta casa a la altura en que se prepar¨® todo esto. No es que a uno le parezca. mal que una empresa promocione sus productos, pero s¨ª resulta irritante que se haga pasar como invitaci¨®n espont¨¢nea de un cantante lo que no es sino una operaci¨®n comercial cuya ambig¨¹edad quedaba a¨²n m¨¢s patente cuando para dicha operaci¨®n se utilizaban im¨¢genes tan claras y definidas pol¨ªticamente como las del poeta cubano Nicol¨¢s Guill¨¦n. La responsabilidad de Ana Bel¨¦n (y de V¨ªctor, cuya presencia en ese entierro era la ¨²nica l¨®gica) reside en conocer los l¨ªmites de su actitud como artistas comerciales. Si para ello han de transigir en convertir un recital serio en un pase de modelos a mayor gloria de su multinacional, otorg¨¢ndole adem¨¢s la credibilidad de sus connotaciones pol¨ªticas, no deben extra?arse de que el personal se sorprenda. Y si no saben tener el buen gusto y la decisi¨®n de invitar a gente en la que ellos verdaderamente creen y que necesitan m¨¢s de ese lanzamiento que quienes por all¨ª evolucionaron, es que han perdido mucho de algo exigible a todo artista: sinceridad.
Por lo dem¨¢s, la cosa estuvo muy animada, con nubes de fot¨®grafos retratando a famosos conocidos, que de todo hab¨ªa en la vi?a del Se?or. Claro que lo principal era Ana, aunque no lo pareciera. Esta mujer trata de conseguir algo bien complicado en este pa¨ªs: una canci¨®n digna no marginal. Ana (y V¨ªctor) se encuentran en esa carrera en una inmejorable posici¨®n, entre otras cosas gracias a la credibilidad de su pasado. Y adem¨¢s porque canta muy bien. Lo que ocurre es que el repertorio de Ana -escogido s¨®lo a medias por ella- es de una heterogeneidad tan incre¨ªble que dif¨ªcilmente puede llegar a crear un ambiente, porque ella, como int¨¦rprete, tampoco sabe conseguir crear una continuidad entre cosas tan diferentes como salsa, La muralla, de Quilapay¨²n; Guill¨¦n, Agapim¨², o Days of pearly spencer. Si a esto le a?adimos los desprop¨®sitos sincopados anteriormente descritos, no es de extra?ar que la gente, a la salida, se sintiera confundida y con un cierto sentimiento de carencia.
La pr¨®xima semana y en el mismo local se repetir¨¢n durante tres d¨ªas otros tantos recitales, no previstos con antelaci¨®n porque, a pesar del montaje, la casa de discos no las ten¨ªa todas consigo. Tal vez entonces Ana Bel¨¦n pueda mostrar lo que verdaderamente es m¨¢s all¨¢ de manipulaciones -justificadas alegremente por parte de la cr¨ªtica que la convierten en un juguete en manos de malas compa?¨ªas. Eso, por otra parte, es lo que viene haciendo por toda Espa?a y en todo tipo de locales, sin tener que ponerse a la misma altura y realizar las mismas concesiones (y en cierto modo humillaciones) que en esta gran presentaci¨®n en la capital del Estado. Negociar no es venderse.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.