Miles de animales protegidos son cazados cada a?o durante la temporada cineg¨¦tica
Hoy, domingo 1 de febrero, finalizar¨¢ la presente temporada general de caza y la paz cineg¨¦tica reinar¨¢ de nuevo en nuestros p¨¢ramos y serran¨ªas. Ya se sabe que la t¨®nica de este a?o, difundida por los c¨ªrculos venatorios, fue la austeridad. Faltaron piezas para satisfacer las necesidades del ej¨¦rcito integrado por un mill¨®n largo de cazadores. Ellos esperaban algo m¨¢s. Esta actividad, que mueve 30.000 millones de pesetas anualmente, se torna en privilegio de unos pocos, de esos que poseen cotos privados y dinero suficiente para repoblar y cuidar a sus futuros trofeos.
Ahora, cuando la temporada acaba, ser¨¢ preciso hacer recuento y elaborar estad¨ªsticas sobre el n¨²mero de piezas abatidas en las diversas modalidades de caza. Tambi¨¦n habr¨¢ que efectuar averiguaciones para confeccionar esas nefastas listas de especies prohibidas que, sin duda alguna, no figurar¨¢n en los conteos finales de ojeos y monter¨ªas.Pero vamos a ver, con m¨¢s detalle, c¨®mo afecta este deporte a los distintos animales amparados por la ley, seg¨²n se trate de caza mayor o menor:
En la caza mayor, muy vigilada y organizada, s¨®lo se ven afectadas las especies, como el oso y el lince, que verdaderamente se encuentran en peligro de extinci¨®n. El oso, muy localizado ya, es objeto de caza por parte de furtivos ganaderos, a los cuales la Administraci¨®n no les abona sus derechos estipulados, en concepto de indemnizaci¨®n, por da?os sobre animales o propiedades. Su poblaci¨®n actual no es muy numerosa. Para el conocido naturalista Jes¨²s Garz¨®n, ?quedan unos cien en la cordillera Cant¨¢brica?, siendo este su ¨²ltimo reducto en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica.
El lince, en cambio, est¨¢ muy diseminado por nuestra geograf¨ªa y no alcanza las densidades ¨®ptimas en ning¨²n enclave de los que habita. A pesar de las prohibiciones, debido a la codicia de los monteros, es pieza que figura entre las que, bien ocultas, cargan las caballer¨ªas una vez finalizada la monter¨ªa. As¨ª, a las 25.994 reses abatidas en los cotos privados en la campa?a 1979-1980, seguro que habr¨ªa que a?adir unos cuantos linces.
En los Quintos de Mora (propiedad del Patrimonio Nacional del Estado), se cogen, seg¨²n los propios guardas de la granja experimental sita en el lugar, varios linces y gatos monteses cada a?o en los cepos destinados a los conejos. Resulta intolerable que en una de las pocas zonas donde a¨²n quedan linces se siga cepeando si ya prev¨¦n otros resultados.
La caza clandestina de rapaces
En cuanto a la caza menor, el problema se presenta m¨¢s complicado. Cada temporada se cazan millones de piezas. Sirva como referencia el que s¨®lo en la regi¨®n manchega se cobraron 1.250.000 perdices y centenares de miles de liebres y conejos en la campa?a pasada. Resulta pr¨¢cticamente imposible calcular el porcentaje perteneciente a las especies prohibidas, debido a que su muerte suele quedar en el anonimato, tal y como ocurr¨ªa en la caza mayor. De todas estas capturas clandestinas, las que se llevan la palma son, indudablemente, las aves rapaces, por aquello de que est¨¢n en contra de la riqueza cineg¨¦tica, cuesti¨®n aclarada y de sobra desterrada por multitud de cient¨ªficos. Ya es hora de abandonar esta creencia y olvidar a la famosa Junta de Extinci¨®n de Animales Da?inos o Alima?as, a la cual debemos el que entre 1954 y 1961 se diera muerte nada menos que a 24.264 rapaces, de acuerdo con los datos del antiguo Servicio de Pesca Fluvial y Caza, que subvencion¨® y foment¨®, incomprensiblemente, las matanzas en este per¨ªodo. Hoy, a pesar de las tintas vertidas, suficientes para esperar su protecci¨®n por parte de todos, se las sigue matando y queda bien certificado por un estudio de Julio Gisbert, realizado por la Coordinadora para la Defensa de las Aves (Coda), en el cual afirma que ?s¨®lo en la provincia de Le¨®n son abatidas m¨¢s de 1.700 rapaces cada temporada?. En el citado informe figuran como piezas frecuentes la lechuza, el b¨²ho chico y el cern¨ªcalo, aves de car¨¢cter eminentemente ben¨¦fico para el hombre, ya que la parte fundamental de su dieta la componen peque?os roedores e insectos. Tambi¨¦n cita al escaso halc¨®n peregrino y a la majestuosa ¨¢guila real entre las veintis¨¦is especies que componen la macabra lista de v¨ªctimas. Si esto sucede en una sola de nuestras 51 provincias, no habr¨ªa m¨¢s que hacer c¨¢lculos para obtener una aproximaci¨®n de la cifra de ejemplares que matan los cazadores anualmente y en toda Espa?a. El resultado ser¨ªa abrumador y desesperante.
Los ojeos de perdices causan un buen n¨²mero de bajas entre la poblaci¨®n de aves de presa. B¨²hos, buitres, azores -incluso linces-, acosados por los batidores, huyen con presteza, sin percatarse del enga?o, hasta que sienten el ardol del plomo en su pellejo. ?En un ojeo bien organizado escapan pocos bichos de los que cruzan el cord¨®n de escopetas?, comenta Manuel Benito, guarda de un espl¨¦ndido coto abulense. ?Con tiradores expertos no es dif¨ªcil cobrar varios miles de perdices y centenares de liebres?, alega, ?todo depende de c¨®mo est¨¦ cuidada la caza. Para que abunde, limpiamos antes la finca de alima?as indeseables. Los zorros son una verdadera plaga; aqu¨ª se los combate sin tregua, con cepos, veneno y armas de fuego. A las ¨¢guilas y a los b¨²hos los perseguimos porque destruyen muchas cr¨ªas. En primavera no hacen otra cosa. Yo he matado azores justo en el momento de atrapar un conejo con sus garras. De todas formas, si no las capturamos nosotros, caer¨¢n a la hora de la cacer¨ªa?.
El destino de estas aves, una vez muertas, es diverso. En la mayor¨ªa de los casos ser¨¢n disecadas por alg¨²n taxidermista sin escr¨²pulos, y en el resto, quedar¨¢n abandonadas en el campo o colgadas de una cerca para dejar constancia de la encomiable labor del que dice apellidarse cazador.
El da?o indirecto de las batidas
Hasta ahora nos estamos refiriendo al aspecto negativo de la caza sobre un cierto n¨²mero de especies y de una manera directa, es decir, mediante el disparo destinado precisamente a producir la muerte del animal, pero puede ocurrir que ese efecto no deseado se ocasione indirectamente. Esto acontece en muchos cotos privados en los que autorizan la caza de t¨®rtolas o palomas en paso primaveral. ?El continuo tiroteo, en fechas clave para la reproducci¨®n de especies que cr¨ªan temprano, como cig¨¹e?as o buitres, interfiere notablemente en las tareas de incubaci¨®n y eclosi¨®n de los huevos, originando abandonos de nidos du-
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rante largos per¨ªodos de tiempo, con la consiguiente muerte de los embriones por enfriamiento?, asegura L. S¨¢nchez, miembro de un grupo de ornit¨®logos que actualmente elaboran un interesante informe sobre el particular. ?En la primavera pasada?, contin¨²a, ?dieron al traste con el 40% de las puestas de varias colonias de cig¨¹e?as en zonas donde efectuaron esas tiradas. Nos parece incomprensible que el Icona conceda los permisos para, cazar, sin antes estudiar a fondo el ecosistema para el cual se solicita la autorizaci¨®n?El resto de las especies protegidas se consideran como no afectadas, de manera alarmante, por el ejercicio de la caza. Su captura, ya sea de forma accidental o premeditada, no deja de ser espor¨¢dica. Tal fue el caso, denunciado por la Asociaci¨®n Gaditana para la Defensa y Estudio de la Naturaleza (Agaden), de tres desaprensivos cazadores de San Fernando, quienes organizaron una masacre de flamencos en las salinas de la mencionada localidad.
Por tanto, nos encontramos ante el evidente hecho de que los cazadores matan especies en peligro o protegidas, y por lo que se ve las seguir¨¢n matando, ya que aqu¨ª entra enjuego un doble factor: por un lado, la negligencia de los que desconocen la Ley de Caza -que son muchos, por cierto-, para quienes ser¨ªa conveniente el tan tra¨ªdo y llevado ?examen del cazador?, y por otro, el af¨¢n de lucro de los que se prestan a formar parte de la red dedicada al comercio con los restos de estos animales. En torno a este punto, los ornit¨®logos han descubierto un tinglado que se caracteriza por el m¨¢s descarado desprecio hacia las leyes. ?Hace tan s¨®lo unos meses encontramos un ¨¢guila imperial en el laboratorio de un taxidermista, que hab¨ªa sido cazado en los montes del Pardo (finca del Patrimonio Nacional) por uno de sus guardas y bajo encargo de un coleccionista?, nos informa Antonio J. Garc¨ªa, ecologista y socio de la Sociedad Espa?ola de Ornitolog¨ªa (SEO). Para la comprensi¨®n de la gravedad de tal hecho diremos que esta magn¨ªfica rapaz, cuya distribuci¨®n geogr¨¢fica mundial se limita a algunos montes del centro y sur de Espa?a, est¨¢ considerada, por todos los organismos internacionales encargados de la conservaci¨®n de la fauna, como una de las aves en mayor peligro de desaparecer de nuestro planeta. ?Como aquel otro conocido caso?, a?ade, ?de un se?or canario, dedicado al coleccionismo de esas raras especies, que viene todos los a?os a la Pen¨ªnsula para llevar a cabo sus luctuosos prop¨®sitos. Este individuo, en la primavera de 1978 y en colaboraci¨®n con un taxidermista que le localiz¨® el nido y prepar¨® posteriormente sus restos, dio muerte a una pareja de elanios azules -otra de nuestras joyas aladas, cuya situaci¨®n es tan precaria como la del ¨¢guila imperial-, sac¨¢ndolos posteriormente hacia el archipi¨¦lago sin, al parecer, ning¨²n obst¨¢culo por parte de las autoridades competentes?. Con ejemplos parecidos podr¨ªamos llenar muchas p¨¢ginas, siempre caracterizados por la misma impunidad de sus acciones y el caso omiso a la legislaci¨®n existente.
Vigilancia y multas
Entonces, ?c¨®mo solucionar el problema? ?C¨®mo proceder para resta?ar el maltrecho equilibrio ecol¨®gico, al menos con respecto a estas especies? Para las asociaciones ecologistas, la ¨²nica soluci¨®n viable consiste en vigilar estrechamente a los cazadores, multando con fuertes sumas a los infractores, y propugnan la declaraci¨®n como ?parque nacional o natural? de aquellos parajes donde la riqueza faun¨ªstica no haya sido esquilmada. Adem¨¢s, culpan al Icona del deplorable estado actual de nuestra naturaleza y declinan sobre este organismo todo tipo de responsabilidades. Pero, a pesar de que tenemos leyes establecidas referentes a la caza y comercializaci¨®n de las especies protegidas, ?de qu¨¦ sirve prohibir su captura, comercio y taxideimia si se las mata en la s¨®lida impunidad del latifundio y de ¨¦l no salen?, como bien dice Ram¨®n Coronado, del club de cazadores Alcy¨®n. La soluci¨®n no es sencilla, o al menos factible para llevarla a la pr¨¢ctica. Habr¨¢ que apelar a la sensibilidad, ya que la raz¨®n y el peso de la ley -bastante ineficaz- no importan demasiado a todo aquel que campea a sus anchas con un arma en la mano.
Estamos, pues, ante un hecho sociol¨®gico de gran importancia. Hay un elevado n¨²mero de adeptos al deporte de la caza, todos ellos con sus respectivos papeles en regia. Papeles en que el total de cazadores espa?oles gastan m¨¢s de mil millones de pesetas anualmente, y papeles que, por lo visto, les dan derecho a disparar... pero no contra cualquier cosa que se mueva.
Como conclusi¨®n, hay que ratificarse en lo dicho; la caza resulta negativa -incluso catastr¨®fica en algunos lugares- para el correcto desarrollo de las leyes de la naturaleza, porque no existen verdaderos cazadores -¨¦stos son una minor¨ªa selecta-, sino ?escopeteros? o ?carniceros? a los que ¨²nicamente les importa ?dar gusto al dedo?, y no entienden, o no quieren entender el contenido del mensaje que hoy nos env¨ªa el alterado equilibrio ecol¨®gico.
A¨²n, por suerte, estamos a tiempo de poner remedio a una situacion que en muy pocos anos sera irreversible, cuyas dram¨¢ticas consecuencias nos afectar¨¢n a todos.
Animales protegidos por la ley
Seg¨²n el art¨ªculo 23, apartado 2, de la ley de Caza I/1970, de 4 de abril, ser¨¢n objeto de especial protecci¨®n las especies de inter¨¦s cient¨ªfico o en v¨ªas de extinci¨®n, las beneficiosas a la agricultura, las hembras y cr¨ªas de todas aquellas que tengan un se?alado valor cineg¨¦tico y aquellas otras afectadas por convenios internacionales suscritos por el Estado espa?ol.Por decreto aprobado por el Consejo de Ministros el (l¨ªa 21 de septiembre de 1973, se proh¨ªbe la caza en todo el territorio nacional, adem¨¢s del tr¨¢fico, comercio, exportaci¨®n de sus restos, as¨ª como de sus cr¨ªas, de las siguientes especies:
Mam¨ªferos: cabra mont¨¦s del Pirineo, oso, lince, gato mont¨¦s, armi?o, meloncillo y nutria.
Aves: gavil¨¢n, ratonero com¨²n, ¨¢guila calzada, ¨¢guila perdicera, ¨¢guila imperial, ¨¢guila real, ¨¢guila culebrera, aguilucho p¨¢lido, aguilucho cenizo, aguilucho lagunero, alimoche, quebrantahuesos, buitre negro, buitre com¨²n o leonado, halc¨®n com¨²n o peregrino, alcot¨¢n, halc¨®n de Eleonor, esmerej¨®n, cern¨ªcalo primilla, cern¨ªcalo vulgar, ¨¢guila pescadora, elanio azul, halc¨®n abejero, milano real, milano negro, azor, b¨²ho real, b¨²ho chico, lechuza campestre, lechuza com¨²n, mochuelo com¨²n, c¨¢rabo com¨²n, autillo, cig¨¹e?a com¨²n, ciguena negra, calam¨®n com¨²n, morito, grulla com¨²n, esp¨¢tula, porr¨®n pardo, malvas¨ªa, tarro canelo, focha cornuda y gaviota picofina.
Reptiles: camale¨®n, tortuga griega y tortuga mediterr¨¢nea.
Adem¨¢s de estas especies, por orden ministerial de 12 de junio de 1979, queda prohibida la caza del cisne y del flamenco.
Las infracciones ser¨¢n sancionadas de acuerdo con la citada ley (art¨ªculos 43 y 46) y su reglamento, aprobado por Decreto 506/1971, de 25 de marzo (arts. 46.2, 48.1.12 y 48.2.29), referentes a la caza y comercializaci¨®n de las especies protegidas.
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