El personal
Los pol¨ªticos van y vienen dejando en la Historia una estela de gasolina. Debieran pens¨¢rselo m¨¢s esto de la crisis, porque ahora los ¨²nicos que cobran de la crisis son los jeques. Antes, cuando C¨¢novas y Sagasta, las crisis se hac¨ªan en t¨ªlburi, en sim¨®n, en fiacre, en tartana, mediante tracci¨®n animal, y, por otra parte, la Moncloa estaba mucho m¨¢s cerca: en la plaza de Oriente.Su¨¢rez duda en su estilo duro, Lavilla duda en su estilo blando, Felipe se ofrece corno la virgen sacrificial de la tribu, Carrillo denuncia una trilog¨ªa que, de tan verdad, resulta casi una demagogia (la verdad es siempre demag¨®gica: no se ha podido inventar otra palabra contra ella). ? Banca, Iglesia, derecha f¨¢ctica?. Mientras tanto, el personal cena en Sacha o El Cacique, Aranguren discute con Baltasar Porcel (suponiendo que Aranguren, desde su pasotismo ilustrado, condescienda a discutir con alguien), los c¨®micos se hacen un porro, Adolfo Marsillach llena el teatro a diario con una historia de Espa?a que de pronto, con la crisis, se ha vuelto prehistoria; Manu Leguineche da presidenciable/ tapado a Calvo Sotelo; Antonio Casado (PSOE) no sabe/no contesta por qu¨¦ Felipe, en vez de formular las denuncias pertinentes, coincide con Fraga y Blas Pi?ar en que lo que ha pasado es muy normal, muy democr¨¢tico. Muy europeo, les falta decir. Pero la etern¨ªsima trinidad canta gregoriano en la Bolsa, desenfunda espadas en las panoplias de las viejas catedrales rom¨¢nicas (las g¨®ticas les parecen ya sospechosas y modernizantes), y la Iglesia se militariza mediante ej¨¦rcitos de ¨¢ngeles antidivorcistas, querubines, serafines, tronos y dominaciones de provincias que rezan por la salvaci¨®n eterna del alma en pena (Purgatorio de guardia) de Fern¨¢ndez-Ord¨®?ez. Monse?or Innocenti lleva el rosario en familia pol¨ªtica.
Quiere decirse que el personal lo tiene claro, siquiera sea intuitivamente. Saben que en el fondo de la Historia hay cosas como don Marcelo presidiendo el entierro del conde de Orgaz, en Toledo; Alfonso Esc¨¢mez cenando de smoking para la historia gr¨¢fica de La Ilustraci¨®n Espa?ola y Americana, y las batallas de Clavijo, Pav¨ªa, Navas de Tolosa y otras, que ponen el tapiz bizarro del cotarro. (La cacofon¨ªa es voluntaria, y voluntariamente fea.) Por eso el personal pasa un poco -un mucho- de trapicheos informativos, hechiceras en palacio y fusilamientos dial¨¦cticos de la Moncloa. La verdad se encuentra con la verdad, espont¨¢neamente, en mitad de la calle, en mitad de la noche, en mitad del tiempo:
-Aqu¨ª, los de siempre, curas, banqueros y por ah¨ª, don Francisco -dice el parado, que viene de la manifestaci¨®n feminista pro divorcio, no por nada, que ¨¦l est¨¢ atado y bien atado a la parienta, sino por participar un poco en la Historia de Espa?a, que pasa por delante de su esquina, que es la m¨ªa, y en la cual fuman picadura y ducados nacionales dos millones de parados. (Una cajetilla para todos: el pluriempleo se ha pasado a los ducados internacionales, que es lo que ahora mola.)
Luis G¨®mez, con barba de tres d¨ªas sobre la barba habitual, pregunta al personal, por Radio Centro, c¨®mo lo ven. El personal pol¨ªtico lo ve enorme. Como cuando Franco, han funcionado las instituciones. Aqu¨ª nos resulta milagroso que funcionen las instituciones o que funcione el reloj de Sol. Justo porque no creemos en ellas.
UCD dice que la Complutense es de los socialistas, pero los socialistas, en la Complutense, se limitan a convocar concursos literarios. Triunfo y los obispos, cada uno por su lado, estudian la pareja, que volver¨¢ a ser indisoluble y p¨¦trea como la de Dao¨ªz y Velarde. El personal sabe que a Espa?a no se le da cuerda desde las Cortes o los partidos. El personal sabe que Espa?a es un reloj de sacrist¨ªa de Banco al que da cuerda un recluta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.