Ese tren que nunca llega
Una mujer italiana
Desde que el tren se invent¨® y lleg¨® a ser com¨²n entre los europeos, las estaciones de ferrocarril se convirtieron r¨¢pidamente en tema de inter¨¦s para toda clase de relatos. Novela, teatro, cine llenaron pronto p¨¢ginas y escenas con lo que suced¨ªa bajo las grandes estructuras met¨¢licas alzadas a principios o a finales de siglo.El tren significaba, por entonces, comercio, progreso, nuevos caminos m¨¢s all¨¢ del horizonte. Todo ello se daba cita de alguna manera en las naves, andenes y oficinas construidas para su servicio entonces.
Hoy, convertidas algunas en museos y otras en antesala de aeropuertos, han perdido su pasado prestigio, arrebatado por nuevos medios de transporte. Ya nadie va a pasear sus andenes rurales esperando viajeros que nunca llegar¨¢n, s¨®lo para tomar alg¨²n convoy de cercan¨ªas, ni partir¨¢n de alguna de las principales rumbo a cualquier exposici¨®n universal, pero seg¨²n parece su vigencia contin¨²a, al menos en lo que al cine se refiere. No se las mira ya como lugar de paso o tel¨®n de fondo, sino como protagonistas principales, tal como hiciera ya en su tiempo De Sica, lugar de cita, lugares con su propia personalidad para quien las conoce a lo largo del d¨ªa y de la noche.
Director: Giuseppe Bertolucci
Gui¨®n: Giuseppe Bertolucci, Mimmo Rafele, Vicenzo Ungari, Lidia Ravera. Fotograf¨ªa: Renato Tafuri. M¨²sica: Enrico Rava. Int¨¦rpretes: Mariangela Melato, Bruno Ganz, RenatoSalvatori, Laura Morante, Mar¨ªa Luisa Santella, Michael Pergolani. Italia, dram¨¢tica, 1979. Local de estreno: Luna 2
Tal es el caso de Giuseppe Bertolucci, que ha dedicado a la de Mil¨¢n nada menos que tres filmes de su hasta ahora breve carrera cinematogr¨¢fica. A lo largo de ¨¦ste corren dos v¨ªas paralelas: una en clave dram¨¢tica bastante artificiosa donde se ofrecen juegos de amor y muerte a lo largo de un plazo demasiado breve, como siempre, y una vena de humor que, rondando el sainete, resulta mucho m¨¢s convincente.
El riesgo principal de estas historias, centradas en un solo lugar y limitadas en el tiempo como si se tratara de resucitar las reglas de oro del teatro cl¨¢sico, estriba en pecar por exceso, acumulando tipos y aventuras junto a extensas anotaciones ambientales. Hay en esta pel¨ªcula secuencias evidentemente teatrales y una pretensi¨®n de trascender a toda costa, mal com¨²n del cine actual y castigo inmerecido de un p¨²blico que debe soportar demasiados conceptos manidos adornados de palabras in¨²tiles.
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