Incidente en Guernica
EN EL comienzo del tenso y expectante clima en que se desarroll¨® la sesi¨®n de la Casa de Juntas de Guernica, el presidente del Parlamento vasco y el presidente del Gobierno de Vitoria pronunciaron palabras sinceramente cordiales para los Reyes, m¨¢s all¨¢ de la frialdad de las frases protocolarias, y al margen de la oquedad de las expresiones cortesanas.Ante los representantes electos del Parlamento vasco y de las Juntas Generales, el lendakari Garaikoetxea expres¨® sus esperanzas de ?normalizaci¨®n de la convivencia en Euskadi? dentro de la observancia rigurosa de las leyes, exhort¨® a realizar ?un esfuerzo gigantesco de pacificaci¨®n?, a fin de acabar ?con una violencia cuyas ra¨ªces son m¨¢s profundas de lo que parecen? y mencion¨® su deseo de enfocar el tema de Navarra dentro del marco estatutario y en un clima de di¨¢logo racional.
La decisi¨®n de los representantes electos de Herri Batasuna de reventar el recibimiento de los diputados y junteros v ascos a los Reyes confirm¨® las palabras del lendakari Garaikoetxea acerca de la crispaci¨®n y los enfrentamientos viscerales que tensan la convivencia en Euskadi. Lacircunstancia de que la escenificaci¨®n de la protesta recordaba en bastantes aspectos el final del c¨¦lebre juicio de Burgos -cuando los procesados de ETA, hoy en su mayor¨ªa militantes de Euskadiko Ezkerra, entonaron el Eusko Gudariak pu?o en alto- muestra hasta qu¨¦ punto los dirigentes de Herri Batasuna se han quedado inmaduramente fijados en el pasado y se hallan movidos por una especie de compulsi¨®n a repetir siempre los mismos gestos y las mismas actitudes. Ya alguien dijo que las tragedias hist¨®ricas tienden a convertirse en farsas en sus segundas representaciones. Que no fueran n¨²meros de la Guardia Civil, sino miembros de los servicios de orden del Gobierno vasco, quienes les desalojaran de la sala -cuando su manifestaci¨®n pol¨ªtica de disentimiento se prolongaba en una interminable gamberrada para impedir al Rey tomar la palabra- y que los representantes electos de la gran mayor¨ªa del pueblo vasco les abuchearan, al tiempo que aplaud¨ªan a los Reyes, tal vez debiera hacer reflexionar a los representantes -tambi¨¦n electos- de Herri Batasuna.
Es cierto que a lo largo de la historia parlamentaria europea grupos de diputados han manifestado, a veces con escasa educaci¨®n, su protesta contra unjefe de Estado o un primer ministro, y que resultar¨ªa excesivo rasgarse las vestiduras m¨¢s all¨¢ de lo que el censurable incidente merece. Pero tambi¨¦n es verdad que esta era la primera ocasi¨®n en que los representantes de Herri Batasuna se reun¨ªan con sus compa?eros y que sus apoyos ideol¨®gicos o sus justificaciones pol¨ªticas de las bandas armadas de ETA Militar no invitan, precisamente, a la serenidad o a los miramientos de los servicios de orden cuando entonan canciones guerreras. Aun as¨ª, si este bronco, desagradable y descort¨¦s incidente significara que los diputados y junteros de Herri Batasuna est¨¢n dispuestos a ocupar su sitio en las instituciones representativas, el mayor consumo de tranquilizantes de los nervios que la decisi¨®n implicar¨ªa para los dem¨¢s podr¨ªa estar compensado por la lejana esperanza de que alguna vez dejaran de cantar himnos militares y de insultar a sus hu¨¦spedes y comenzaran a dialogar.
La sangre fr¨ªa del Rey y la serenidad de la Reina, hu¨¦spedes vejados por un sector minoritario de sus anfitriones, fueron sencillamente ejemplares, al igual que el comportamiento del presidente Garaikoetxea y de los diputados y junteros, que abrumadoramente rechazaron la provocaci¨®n de Herri Batasuna. La turbulenta sesi¨®n no hizo, as¨ª pues, m¨¢s que confirmar el acierto de don Juan Carlos al afirmar que la reinstauraci¨®n en esas tierras de ?la convivencia, la libertad y la tolerancia que siempre las distinguieron? ser¨¢ fundamentalmente obra de ?los propios resortes morales del pueblo vasco?.
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