El dandy
Lo que se malogra en la biograf¨ªa de Adolfo Su¨¢rez no es s¨®lo un pol¨ªtico (especie que a m¨ª me interesa menos), sino tambi¨¦n un dandy. Hab¨ªa una vocaci¨®n de dandismo franquista en aquel director de la Cadena Azul de Radiodifusi¨®n de los a?os sesenta.Alguna vez he esbozado el tema de los dandies del franquismo: Correa Veglison, S¨¢nchez-Mazas, Fox¨¢ (dandy gordo) y por ah¨ª. Llevaban una espada dentro del bast¨®n y algunos todav¨ªa la sacan. El ¨²ltimo dandy del franquismo, visto como tal, a su vez, por los ¨²ltimos estilistas del Arriba, ha sido Adolfo Su¨¢rez, un Dorian Gray que se rejuvenec¨ªa a diario mediante el maquillaje de fondo Prado del Rey mientras su retrato franquista, que t¨² bordaste en rojo ayer, se iba llenando de p¨²stulas y purulencias en los desvanes y buhardillones del Movimiento. Entre otras cosas, este Dorian Gray no ha encontrado su Oscar Wilde, porque eso que Pedro J. Ram¨ªrez llama ?la pluma chuleta de Meli¨¢?, con peyorativa exactitud, poco tiene que ver con la pluma de cisne del irland¨¦s. Pero es que, como siempre le ocurre a Dorian Gray, el retrato de la buhardilla ha acabado imponi¨¦ndose, imponiendo su personalidad l¨®brega al juvenil modelo cortefiel que Su¨¢rez pasea por las tinieblas exteriores de la dimisi¨®n. Su¨¢rez se rejuveneci¨® en un trueque necesario para el pa¨ªs y para ¨¦l, pero en el desv¨¢n, con el retrato, est¨¢ la memoria de los muertos: Carrero, Herrero y otros franco franquistas de apellido gremial. Y los muertos tienen muy buena memoria. Sobre todo, los muertos no perdonan.
Su¨¢rez, que hubiera querido ser el Don Juan dandy de Lord Byron, se ha quedado en el Don Juan mesetario de Zorrilla, pero de todos modos debemos elogiar su bizarra y juvenil manera de enfrentarse a los muertos de la familia. Lo que pasa es que uno s¨®lo elimina sus muertos a condici¨®n de sustituirlos, y las reclusiones de Su¨¢rez, su distanciamiento del pa¨ªs (dicen que la distancia es el olvido, bolero/60), su entender la pol¨ªtica como esencia de lo pol¨ªtico, dejando para los dem¨¢s eso que De Gaulle llam¨® las ?cuestiones de la intendencia? (otro desde?oso al que su pa¨ªs acabar¨ªa desde?ando), sus tard¨ªas apanciones en televisi¨®n, apelando siempre el personalismo /sentimentalismo irracional de la autocompasi¨®n, todo eso supone un renacer dentro de ¨¦l los muertos y estilos que se hab¨ªa encargado, con osad¨ªa e insolencia dand , de suprimir. El recurso al irracionalismo, en pol¨ªtica, es algo que en Espa?a rozar¨¢ siempre el franquismo, y fuera de Espa?a, el fascismo. Su¨¢rez se ha movido siempre entre la vaguedad te¨®rica mal formulada y el llanto duro de los dandies verticales. Dos mundos que no tocan para nada la pol¨ªtica. Su tierra firme ha sido el mu?equeo, el pasilleo, la comedia de capa y espada entre cortinajes propicios. Fracasa como dandy vistiendo de ejecutivo de segunda. El dandismo, efectivamente, es una venta continua y sublime de la propia imagen. (?Hay que ser sublime sin interrupci¨®n ?: Baudelaire). Y poco m¨¢s que imagen ha querido o podido vendernos Su¨¢rez. Pero dandismo es, sobre todo, seg¨²n el modelo Dorian Gray, la capacidad de embaular los muertos y fantasmas interiores y anteriores en el buhardill¨®n. A Su¨¢rez le han devorado sus muertos a ojos vistas. Le han paralizado, entorpecido, traicionado. (Mucho m¨¢s que traicionarles ¨¦l a ellos.) M¨¢s que la mediocre frustraci¨®n del pol¨ªtico, me interesa, ya digo, la frustraci¨®n de un vago proyecto de dandy.
Ten¨ªa el empaque bizarro, la insolencia con los muertos, el gusto por la ropa. Pero luego, como le faltan lecturas, en vez de imitar mejores modelos ha imitado a sus v¨ªctimas. No sabe despedirse del pa¨ªs, cuando se va, ni volver c¨ªrilcamente, ahora que quiere volver, sino por persona interpuesta. Su dandismo cortefiel no da para m¨¢s.
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