La feria de Palma
Invocaciones a la unidad mirando a los tendidos y dureza negociadora en el callej¨®n. Proclamas de progresismo ante el pleno y enmiendas derechizadoras en las comisiones. Exhibiciones de generosidad y renuncia a todo personalismo en los discursos, y ataques cuerpo a cuerpo por encaramarse a los ¨®rganos de gobierno -comit¨¦ ejecutivo y consejo pol¨ªtico- que han de elegirse hoy. Barones, cabecillas de diverso porte y gobernadores civiles pastorean los compromisarios de las distintas circunscripciones en espera del ¨²nico debate que el congreso parece tener planteado: los estatutos.Con un esp¨ªritu de canonistas escol¨¢sticos, los hombres que pasan por lumbreras de las distintas alas del centrismo se han aplicado en agotadoras sesiones de tarde, noche y madrugada, con pasi¨®n inexplicable para un observador no introducido, a la redacci¨®n estatutaria. ?Qu¨¦ se discute con tanto ardor bajo la intrincada jungla literaria de un reglamento? Sencillamente, el poder.
Como en tantas otras ocasiones, cada bando parece trabajar en favor de sus adversarios. Por ejemplo, los cr¨ªticos se esfuerzan en sus enmiendas por reforzar los poderes del partido y entregarle el control del Gobierno del pa¨ªs. La estrategia de esas modificaciones estatutarias nac¨ªa de circunstancias que ahora se han invertido, pero la inercia mental de sus proponentes les ha hecho proseguir sin variaci¨®n alguna.
La batalla de los estatutos formaba parte de la guerra para sacar a Su¨¢rez del Gobierno. Ahora, dimitido Su¨¢rez de la presidencia, y atrincherado en sus cuarteles del partido, todo lo que se haga por entregar a los ¨®rganos de UCD poderes sobre el Gobierno -que con su respaldo parlamentario pueda llegar a constituirse- tendr¨¢ por resultado fortalecer al personaje que se intentaba combatir.
Como en un juego de sombras chinescas, los pasillos del auditorio de Palma ven dibujarse y desaparecer continuamente listas con distintas figuras y tama?os de cr¨ªticos, de suaristas y hasta de terceras v¨ªas.
Aqu¨ª nadie abre el debate de la clarificaci¨®n. Su¨¢rez se invisti¨® de frialdad para evitarlo en la inauguraci¨®n, y Oscar Alzaga no quiso abrir el fuego al consumir su turno en el debate sobre el informe del secretario general. En buena l¨®gica, se estableci¨® por todos la conclusi¨®n de que el cese de las hostilidades respond¨ªa a un acuerdo satisfactorio previamente concluido entre las partes. No era as¨ª, como se supo poco despu¨¦s.
Adolfo Su¨¢rez, cada hora que pasa est¨¢ m¨¢s claro, ha decidido abrir otra etapa igualmente activa de su vida pol¨ªtica y va a jugar con los elementos de que dispone. Tambi¨¦n ¨¦l va a invocar la democracia interna del partido, al que estima mayoritariamente favorable. Para algunos es una actitud de enredador, perjudicial al partido. Por eso, hubieran preferido que el presidente hiciera definitivamente mutis por el foro el pasado viernes.
La responsabilidad de la cuadrilla
Otros prefieren cargar la responsabilidad de la actitud suarista sobre la cuadrilla que a¨²n le sigue y que le acompa?¨® en tantas tardes de post¨ªn: Fernando Abril y Rafael Arias-Salgado, principalmente. A ellos se achaca por los cr¨ªticos la posici¨®n m¨¢s dura e intransigente.
El candidato a la presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, se esfuerza en predicar la concordia de cr¨ªticos y suaristas, sin ¨¦xito aparente. Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n quiere, por su parte, jugar esa misma carta en su calidad de cabeza de lista y seguro presidente de UCD.
Mientras, el gran anfiteatro del auditorio funciona como lonja en plena actividad. Toda enmienda lleva su contrapartida. Los votos se inclinan bajo el peso de delicadas negociaciones, en las que se entrecruzan las l¨ªneas de fuerza cr¨ªtica y suarista con otras l¨ªneas de trazado provincial y regional, que se esfuerzan igualmente en arrancar cuotas de poder.
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