Riqueza y penuria de los actores espa?oles de teatro
Hace unas semanas, un autor, Antonio Buero Vallejo, y una actriz, Carmen Carbonell, recibieron del Ministerio de Cultura un mill¨®n de pesetas cada uno para premiar su labor teatral, y apenas hace un mes, este mismo Ministerio conced¨ªa, tambi¨¦n al teatro, ayudas y subvenciones. Y alguien puede pensar que el teatro espa?ol es un privilegiado, y que los actores que lo hacen posible son decididamente ricos. Un pensamiento, por cierto, que nada o muy poco tiene que ver con la realidad. La riqueza de nuestros actores es, muchas veces, su propia penuria econ¨®mica.
?Mi abuela se enter¨® de que hab¨ªa un sotabanco muy bueno en la calle Mayor, vino a verlo, y se encontr¨® con este piso tan hermoso?. Y en ese hermoso y fr¨ªo piso -?los sotabancos, claro, no ten¨ªan calefacci¨®n?- que alquilara su abuela Irene Alba, naci¨® y sigue viviendo Irene Guti¨¦rrez Caba, como antes lo hiciera su madre, Irene Caba Alba. Cuarta generaci¨®n de una familia de actores, Irene Guti¨¦rrez Caba -primera actriz, veinticinco veces premiada, mejor entre las quince mejores, seg¨²n una encuesta entre cr¨ªticos publicada por la desaparecida Blanco y Negro- ofrece generosa los vuelos de las faldas de la camilla para que nos llegue el calorcillo del brasero. ?Nos arreglamos bien con las estufas?, asegura arrebuj¨¢ndose en su chal, ?aunque donde m¨¢s fr¨ªo paso es en la cocina, que es enorme?.No se queja la actriz ni de la falta de calefacci¨®n, ni de que no haya agua caliente central, ni de que el ascensor sea tan clasista que s¨®lo suba hasta el quinto piso, dejando a los vecinos del sotabanco el trabajo de rematar a pie la historiada escalera. No se queja, al contrario: ?El actor espa?ol vive mejor que viv¨ªa?, dice. ?Por t¨¦rmino medio, claro, porque tambi¨¦n s¨¦ de algunos que lo siguen pasando mal, muy mal?.
"Antes viv¨ªamos peor"
Cuenta Irene que, antes, los actores se alojaban raramente en hoteles, y que cuando andaba de gira con su familia casi siempre iban a parar a pensiones o a habitaciones de alquiler en casas particulares. Ahora no. Ahora la primera actriz puede permitirse el lujo de dormir en una habitaci¨®n con ba?o de un hotel decente. ?Tambi¨¦n ha mejorado bastante nuestra consideraci¨®n social, aunque, claro, no tanto como en el extranjero. Aqu¨ª la idea de que un actor recibiera un t¨ªtulo como en Inglaterra parecer¨ªa rar¨ªsimo?.M¨¢s dispuesta a congratularse por lo bueno que a lamentarse, dice que ?ahora, por ejemplo, las compa?¨ªas pagan la ropa, y antes ten¨ªa que compr¨¢rsela cada uno, y s¨®lo se cobraba el d¨ªa que se levantaba el tel¨®n?, aunque tambi¨¦n reconoce que esto de que la profesi¨®n de actor de teatro haya estado siempre peor pagada y menos considerada que otras menos importantes para la cultura ?debe de formar parte de la idiosincrasia de nuestra naci¨®n, porque si echo la vista un siglo atr¨¢s, cuando comienza mi familia de actores, veo que siempre ha ocurrido lo mismo?.
En 1943, la actriz Mar¨ªa Fernanda Ladr¨®n de Guevara, madre de Amparo Rivelles y de Carlos Larra?aga, escrib¨ªa en unas memorias: ?En estos a?os he hecho un decorado, un vestuario, he levantado a mi familia. Pensar¨¢n ustedes que me he hecho rica. Pues nada de eso. En el teatro se puede ganar mucho dinero y tener poco sin que se derroche. Aun en pleno ¨¦xito, creo que no es el teatro uno de los medios de ganar grandes fortunas?.
Un a?o m¨¢s tarde otro primer actor, Ram¨®n Caralt, justificaba as¨ª el intento de crear un Hogar del Actor ?para acoger en su seno a quienes gozaron en su d¨ªa del favor popular y ahora se hallan en la m¨¢s completa indigencia?. Dec¨ªa: ?Gran pena causa escribir la antedicha palabra, pero es as¨ª. Como en la mayor parte de las comedias, s¨®lo oropel y bambolla aureola la vida del actor. Ni los grandes emolumentos, ni los sueldos exorbitantes, ni los ingresos fant¨¢sticos, son otra cosa que producto de una propaganda a la americana por medio de la cual todo se abulta, para que a los ojos del p¨²blico adquiera el espect¨¢culo proporciones fabulosas?.
Hace s¨®lo unas semanas, Fernando Fern¨¢n G¨®mez contaba as¨ª su vida en Triunfo: ?A?os de sueldos miserables, de hambre, de largas ¨¦pocas de parada, de momentos largu¨ªsimos de desaliento. ten¨ªa suerte en mi trabajo, sobre todo, si me comparaba con otros, pero, a veces, no las inmensas cantidades de suerte que en este oficio hacen falta para ser algo?. Tambi¨¦n tiene suerte Petra Mart¨ªnez ?si se compara con otros?, porque al menos no est¨¢ en paro. Treinta mil pesetas al mes, actuando tarde y noche en la compa?¨ªa estable del madrile?o Gayo Vallecano. ?Claro que, como es tan poco dinero, estamos siempre condicionados por los otros trabajos que nos vemos obligados a hacer todos los miembros del grupo?, nos dice.
"Un poeta con su bandera"
Petra redondea su sueldo jugando en televisi¨®n con los ni?os de Barrio S¨¦samo, y recuerda hasta con a?oranza los a?os dif¨ªciles -y ya lejanos del Teatro Estable Madrile?o -el TEM-, ?donde todo era muy virguero, conoc¨ª a gente muy marchosa y los d¨ªas de T¨¢bano, cuando con Casta?uela 70 supo de la emoci¨®n del ¨¦xito multitudinario y tambi¨¦n de prohibiciones, censuras y emigraci¨®n forzosa. ?Viv¨ªamos todos juntos, sin dinero. Cada uno tra¨ªa lo que pod¨ªa de su casa y entre todos hac¨ªamos la comida?.Y quiz¨¢ porque sabe de todo esto no puede Juanjo Men¨¦ndez -en pleno ¨¦xito en el teatro Lara- evitar, para contestarnos, el gesto abrumado y la voz casi tr¨¢gica. En la sobriedad m¨¢s que franciscana de su camerino nos dice que ?la protecci¨®n oficial no existe. Quienes deber¨ªan protegerlo desprecian al teatro y nos desprecian a los actores?. No conf¨ªa en que las recientes medidas protectoras vayan a arreglar nada, porque ?yo no creo ni en el Estado, ni en el Ministerio de Cultura, ni en ninguno de los que hayan pasado ni de los que vayan a venir. Aqu¨ª, lo que se intenta siempre es la soluci¨®n fascista. Hacer una calle muy ancha p¨¢ra que pasen tres personas, en lugar de hacer una ca?ada para que pase todo el mundo ?.
Pero qui¨¦n sabe, a lo mejor no hay que desesperar. Porque esta gente del teatro parece dispuesta a seguir ?a pesar de?, ya que no puede ser ?gracias a?. Y as¨ª, Irene Guti¨¦rrez Caba confiesa que ?algo m¨¢gico debe tener el teatro cuando no podemos dejarlo aunque nos d¨¦ muchos disgustos?, y Petra Mart¨ªnez asegura que ?me divierto en el escenario como en ninguna parte me divierto?. Por su parte, Juanjo Men¨¦ndez sabe que ser actor es algo casi demasiado importante, y que ?delante de todo progreso, de todo cambio, de toda revoluci¨®n, hay un poeta?.
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